«Del lago Ness a la Costa da Morte», bromeó Javier Ojeda, cantante de Danza Invisible nada más terminar la primera canción para comentar que venían de dar un concierto en Leganés antes de llegar a Cee para actuar el día de san Roque. A golpe de acordes con nervio, los malagueños, de Torremolinos, se fueron ganando a los incondicionales en la plaza de la Xunqueira, en una de las diez citas que tienen este mes dentro de su gira del 30 aniversario.
Empezaron dando un repaso a algunos de los temas menos conocidos de su obra discográfica. Ojeda se paró a explicar que su repertorio varía siempre. «El arte no puede ser una rutina». Así discurrió la primera parte del concierto, con las piezas menos populares de la banda, pero no exentas fuerza. Además, el cantante cree que pueden presumir de tener mucho material al que echar mano. Pese a todo, los presentes pudieron tararear la célebre canción de Hilario Camacho que daba entrada a la serie televisiva Anillos de oro.
A medida que avanzaba el concierto, Javier Ojeda y sus compañeros fueron desgranando sus canciones más famosas, como Ángel caído, Sabor de amor o Sin aliento. El público, muy diverso en edad, agradeció en todo momento el esfuerzo de los del sur, que lo dieron todo sobre el escenario. Incluso no tuvieron reparos en anunciar el concierto de ayer por tarde, como hacían las orquestas de siempre, o para agradecer el orujo que les hace llegar una seguidora. Algunos de sus fans incluso se llevaron las carátulas de los vinilos de los años ochenta para exhibirlos en la plaza.
A lo largo de las casi dos horas de concierto se pudieron escuchar temas de la primera a la última grabación de esta banda que lleva tres décadas haciendo pop-rock y que tanta vida cobró gracias a la movida madrileña. Chris Navas, al bajo; Manolo Rubio, a la guitarra, coros y teclados, y Antonio Luis Gil, a la guitarra. Llegaron a la Xunqueira con un historial de treinta años y con la misma fuerza de cuando los dos primeros empezaban con Adrenalina.
En la despedida, el público quería más. Y así se lo dejaron ver a los músicos, que tuvieron que subir de nuevo al palco. En el añadido incluso invitaron a los presentes a proponer temas. Con el fin de satisfacer la voluntad del gentío interpretaron la joya caribeña de Pablo Milanés: Yolanda. También accedieron a las demandas que hacían eco desde la izquierda de la plaza tocando una versión de A este lado de la carretera, original de Van Morrison. A pesar de que creían que el personal quedaba complacido, tuvieron que volver una vez más a las tablas ante la insistencia de una pandilla de Vimianzo. Manolo Rubio abrió con un solo este último obsequio antes de que Danza Invisible se despidiese definitivamente entre aplausos proclamando «Viva Galicia entera».
(Publicado en La Voz de Galicia).