Javier Ojeda. Málaga, 1964. El músico acaba de lanzar un disco recopilatorio de 20 años de carrera con Danza Invisible y en solitario. Acumula un auténtico maratón de conciertos: cerrará 2019 con 108 actuaciones en directo y 459 en los últimos 5 años.
Empecemos por sus inicios. ¿Cómo era grabar discos en los 80 con su grupo Danza Invisible?
Cada disco era una historia. La primera vez fue en Madrid y para nosotros, que éramos chicos de provincias, fue increíble. El tercer disco fue en Manchester y cuando estábamos en el estudio, veías pasar por allí a grupos que nos gustaban mucho, como New Order, que grabó allí su disco mítico Blue Monday. Fue superemocionante.
¿Allí fue donde conoció a Joe Strummer, el líder de The Clash?
No, fue posterior, en 1996, en los estudios de Peter Gabriel. Allí estaban grabando un himno para la selección inglesa de fútbol en el que participaban los músicos de Black Grape, el cantante de este grupo, que antes estuvo en Happy Mondays, y también colaboraba Joe Strummer. Se hizo supercolega nuestro. Chapurreaba el español y tenía unos recuerdos buenísimos de su etapa en Granada. Se bebió todo el tequila habido y por haber, pero era tipo muy entrañable.
Acumula casi cuatro décadas de carrera, ¿cómo ha logrado mantenerse?
Me va muy bien porque sigo peleando y currando mucho. Y no paro de inventarme cosas. Grabo los discos por pasión de músico porque podría vivir perfectamente del revival de los 80, pero intento que no sea así.
Los excesos de la movida madrileña os pillaron en Málaga.
Afortunadamente, como siempre hemos residido en Málaga, no estábamos en los ambientes más killer de Madrid. La heroína hizo muchos estragos entre músicos madrileños y del País Vasco; eso nos pilló lejos. El estilo de drogas costasoleño es completamente distinto; es más hedonista, de fiesta y diversión y nosotros hemos estado por ese lado. En el tema nocturno nos hemos pegado abundantísimas farras.
Claro, porque tampoco eran unos santos.
Ni lo soy. Soy mucho más killer que las generaciones que han surgido después. Sí, soy como el abuelo friki.
La canción ‘Sabor de amor’ no falta en ninguna fiesta o karaoke que se precie. ¿Qué tiene de especial?
No lo sé, porque está hecha muy rápido. Tiene el doble sentido de la letra, entre infantil y erótico… Eso hace que le guste a mayores y a los niños; a todo el mundo.
¿La compusieron rápido? ¿No les costó?
Nada, 15 minutos y muertos de risa porque jugábamos con la ambigüedad. Jamás imaginamos que iba a tener este recorrido.
¿Y no se convierte un poco en pesadilla que os pidan siempre la misma canción?
Hubo una temporada en la que pensaba que por el éxito de esta canción, la gente no conocía otras cosas mías que me gustan más, pero ahora soy positivo. Gracias a ese hit puedo tocar en muchos festivales y conciertos. Tengo una canción que conoce toda España y eso me permite seguir siendo músico.
Acabará el año con 108 actuaciones, ¿engancha el directo?
Lo llevo superbien porque no toco siempre con la misma banda. Tengo conciertos con Danza Invisible y en solitario.
Los conciertos parecen el antídoto a esta época de descargas en Internet, pirateo…
La música en directo nunca se puede piratear. Cuando empezó lo de las descargas ilegales me indignaba, pero no merece la pena lamentarse. Ahora estamos muy cerca del músico que pasa la gorra por la calle. Pero, ¿quién está sobreviviendo? El que tiene buen directo. Y espero que ese sea mi caso porque llamarme me están llamando una hartá.
En una entrevista contó que la retribución que recibe de Spotify es una «’pechá’ de reír», una expresión, por cierto, muy malagueña.
Sí. Creo que Sabor de amor tiene 12 millones de reproducciones y habré ganado 200 o 300 euros con este tema. Es cierto que lo repartimos entre seis, pero aun así, ¿8 millones y esa cantidad ridícula? La gente piensa que cobramos de Spotify y es verdad, pero son cifras muy cómicas. Cada reproducción es algo así como 0,000153 euros.
Combinando sus ventas como solista con las de Danza Invisible ha vendido más de 800.000 discos.
Hay otros artistas de los 80 que han sido más vendedores que nosotros. Si no recuerdo mal, tuvimos dos discos de platino y cuatro de oro. Ahora, con diferencia, donde más discos físicos vendo es en los conciertos. Cuando termino, yo mismo salgo a venderlos y los firmo. Vender discos es complicadísimo; apenas hay tiendas y el stock que suelen tener es limitadísimo.
Háblenos de su nuevo disco.
Es una recopilación de la segunda parte de mi carrera. En los últimos 20 años he grabado mayormente en solitario. El disco tiene temas acústicos, en directo, canciones con Danza Invisible, duetos con Chucho Valdés, que es uno de los mejores cinco pianistas del mundo, Celia Flores [la hija de la mítica Pepa Flores]…
En su biografía hay un capítulo insólito. En las elecciones municipales de 2003 apoyó la candidatura de Los Verdes en Torremolinos, y fue vetado en el municipio durante los siguientes 12 años de mandato del polémico alcalde del PP Pedro Fernández Montes.
Así fue. Fue algo absurdo porque Danza Invisible tiene una calle en el municipio y bastante céntrica. La gente se preguntaba por qué no tocábamos allí. No soy un activista político, pero sí ecologista convencido y apoyé a Los Verdes porque soy costasoleño y sufro viendo que muchos espacios verdes están desapareciendo y la belleza natural de muchas zonas se ha arruinado por la construcción en masa. Son cosas de sentido común. Lo bueno es que cuando cambió el signo político en Torremolinos hicimos un concierto de vuelta que no te puedes ni imaginar lo que fue; de los momentos más bellos de mi carrera. Había riadas y riadas de gente yendo al sitio donde íbamos a tocar. Tuvieron que cortar la carretera y los tres periódicos de Málaga nos dieron la portada.
A raíz de ese veto quizá dijo que, como artista, mejor no saber nada de la política.
Al contrario, no me corto nada hablando de política cuando se habla de humanidades y, si hay un partido que es abiertamente racista, hay que decirlo. La prudencia es una idiotez y si un partido niega la violencia machista está mintiendo y hay que denunciarlo.
¿Está hablando de Vox?
Obviamente.
¿Cómo ve el auge tan espectacular de Vox?
Es una reacción al separatismo catalán. El mensaje populista llega a la gente, que está cansada de los políticos. Yo no me he significado con ningún partido político y a nivel municipal, conozco a gente de izquierdas que se comporta como si fuera de derechas y a la inversa también.
(Silvia Moreno para El Mundo).