No hay quien detenga el arte ni a los artistas, los buenos y los malos. Estos más de dos meses de confinamiento han dado lugar a un montón de manifestaciones de todos tipos y de prácticamente todas las artes. Ya sabéis que los músicos hemos hecho de todo, desde infinidad de videos colectivos del modelo cada-uno-en-su-casa hasta nuevas canciones, conciertos en los balcones u online, canciones destinadas a elevar la moral del personal sanitario o simplemente, piezas positivas que ayudasen a pasar los malos ratos. Todo muy de agradecer, aunque siempre hay matices: aguantar cada tarde a las 20’00 a un bienintencionado vecino cuya voz no soportas se puede convertir en un incordio no deseado, al igual que la saturación de videos utilizando la aplicación del «Zoom» hace disipar la alegría que produjeron los primeros que se iban publicando. Aún así, hay gente que se lo ha hecho verdaderamente bien y han montado videos confinados que han quedado bastante resultones. Y de todos modos, qué remedio, compañeros, qué otra cosa se podía hacer.
Ha habido proliferación de canciones babosas también. Puedo entender las ganas de animar al personal, pero lo siento, no puedo con la falta de inspiración o con los temas de mensaje facilón, hay ejemplos miles que no citaré, y tampoco puedo con el oportunismo. El rollito «we are the world» siempre me ha echado patrás, lo siento, y creo que soy incapaz de escuchar «Resistiré» una vez más (¿no es igual que el «I will survive?» de Gloria Gaynor?). Me pongo a revisar los temas nuevos que he hecho y veo que casi todos los títulos son oscuros y puede dar la impresión que la crisis del COVID-19 ha influido en su composición pero no es así, más bien todo lo contrario. Solo hay un tema que hace referencia a la situación actual y aún no sé si lo incluiré. En el resto domina la evasión y la incorrección, cada vez más acusada, jajajjaja.
Muchos conocidos míos han hecho serializaciones (yo mismo lo hice con un montón de videos didácticos). Guillermo Busutil con lecturas diarias y canciones escogidas a las que acompaña de atinados comentarios. El realizador Jorge Agó mandando postalitas diarias de colorines con rollo entre naif e infantil, siempre con mensaje positivo. Andrés Mérida, el pintor, me ha mostrado una prometedora colección de dibujos procesados con técnicas digitales, algo que ha empezado a desarrollar en plena pandemia. También mi amiga Eva Nilsen se ha estrujado los sesos para seguir produciendo clips semi-caseros de exquisita cualidad fotográfica. Y, glups, Manolo Rubio de Danza Invisible ha hecho su particular oda a la serialización etílica haciendo un brindis (a veces dos) diario en horas de mediodía junto a sus compañeros de chat.
Pero si hay un trabajo que me ha parecido particularmente cachondo y admirable es el de mi amigo Jose Cortés, autor de las fotografías de varios de mis discos. Llegada la primera ola de paranoia en los supermercados a comienzos de la reclusión, con la peña comprando papel higiénico en masa por motivos que aún no acabo de comprender, a «Wosky» se le ocurrió hacer una serie de fotos jocoso-ártísticas de platos de alta cocina home made en los que el único ingrediente común era ese, el papel higiénico. Hasta 50 muestras surrealistas ha llegado a hacer con títulos como «Teuthidos o calamares cartonoides bioluminiscentes a la plancha en ascuas de sarmiento escocés» o «Canelloni burgués de lámina de higiénico punteado jónico; relleno de fino graneado de hígado de pato desterrado del Guadalhorce» en esta serie llamada CORONA GOURMET que define como «ironía fotográfica fruto de la estupidez del individuo cuando el miedo colectivo se apodera de nuestra especie y cambia incomprensible y radicalmente sus necesidades básicas hacia el sentido del consumismo, los actos impersonales aborregados fotocopiados y la ignorancia de lo obvio, el alimento.» Somos varios los que estamos esperando que esto termine para poder ver este trabajo completo en una sala, con una exposición en condiciones, puedo asegurar que como fotografía creativa no tienen precio.