¿Cómo va lo de los derechos de autor?

Hay una cosa que siempre me ha asombrado y es el desconocimiento absoluto que la gente tiene con respecto al funcionamiento de los derechos de autor, y ya no hablamos de los dividendos que estos generan. Por eso he pensado que seguramente este post os va a interesar para aclarar una serie de temas y por supuesto para comprender que, al menos yo, no puedo vivir de lo que generan las canciones en las que he intervenido componiendo (algo menos de 5500€ el año pasado, como dato orientativo, o sea, unos 450€ al mes).

Cuando registras una canción, te salen una serie de opciones y apartados: música, arreglista, letra, etc, con los respectivos porcentajes que le quieras poner. Aquí ya la repartición es la que cada compositor establezca, lo más habitual en las canciones digamos pop es que un tercio va para el creador de la línea melódica vocal, otro para el que ha dispuesto la sucesión de acordes y otro para el letrista, pero esto puede cambiar según se considere. Por ejemplo, si el arreglo de un tema es muy importante, los compositores pueden cederle hasta un 10% del total. Igualmente si hay coautores de la letra esta se reparte según lo que pacten los creadores. También hay letristas muy reputados que no aceptan menos del 50% de derechos de autor de una canción, y también bandas en las que el letrista cobra solo un 20%, o una cuarta parte, ¡esto es un mundo!

En el caso de los Danza nosotros pactamos desde casi los inicios repartir la música entre los 5, luego los 4 componentes, y dar un tercio al autor de la letra. Esto los hicimos por camaradería y buen rollo, por no crear discordia entre los componentes. Bien es cierto que desde 1990 la música ya la realizábamos prácticamente entre Antonio Gil y yo, pero nunca me preocupó esto: por ejemplo, Manolo Rubio apenas intervenía componiendo, pero siempre se ocupó de otras labores en el grupo como alquilar la furgoneta, llevar las cuentas, conducir de vez en cuando, etc. No estoy en absoluto arrepentido de ello, he vivido muy feliz sin preocuparme de si he cobrado más o menos de lo que debiera.

Lo que sí conviene aclarar es que en nuestros tiempos más exitosos las compañías discográficas se nos llevaron un importante porcentaje de estos derechos de autor con el truco de las editoriales. En principio una editorial de canciones es como una plataforma de management de esos temas, que se va a encargar de recaudar todo lo posible, ofrecer esas canciones a películas, anuncios o lo que haga falta. En la práctica resulta ser un enorme bocado de las discográficas a las ganancias de los autores y punto, un impuesto de guerra. Cuando nosotros firmamos con Twins o Warner éramos muy jóvenes y creíamos que todo eso era normal , no nos preocupaba el investigar otras opciones ni negociar el asunto, cosas que sí hicieron otros compañeros de profesión más espabilados.

Os voy a poner un ejemplo muy ilustrativo que estoy seguro que vais a entender. Por ejemplo, la composición de «Sabor de amor» se hizo realmente entre tres personas, aunque la firmamos entre 6. Digamos que lo estricto -todo esto es muy relativo, claro- sería que yo cobrase el 33’33%, Rodrigo Rosado otro 33´33% y Ricardo Texidó otro tercio, quizá algo menos porque los acordes del puente final («piel de melocotón, orgía del paladar, sabor de amoooor»), los puso Antonio Gil. Pues bien, dado que por contrato Warner se lleva el 50%, nos encontramos con que ese 33’33 se reduce al 16’66% en el caso de Rodrigo Rosado, y en el mío y el resto de los Danza al 6’66%, ya que lo dividimos entre 5. ¡Ese es el beneficio que obtengo de esa canción que conoce España entera! Años posteriores el porcentaje de editorial se redujo al 30 o 35 por cien si mal no recuerdo, pero el resultado sigue siendo un pedazo ínfimo e injusto.

Insisto, NO me estoy quejando. Lo hecho hecho está y que me quiten lo bailao. Estas líneas son solo una aclaración, creo que necesaria, sobre este asunto tan desconocido para el gran público como son las ganancias de los autores. Otro día hablaremos de otra espinosa cuestión como son las regalías (jajajajajaja), que nos dispensan las plataformas de música, y sus métodos de difusión. Eso ya es otro cantar y me temo que triste.