OCTUBRE 2016. No debería. pero ya me está pasando como a mucha gente de mi generación, que voy al cine solo para ver películas infantiles con mi hijo. Claro está, sigo viendo films digamos «adultos» (jajajjaja, no seáis malpensados) pero ya casi siempre en casa y la verdad es que este año mucho menos tras haberme enganchado a alguna que otra serie. Por tanto lo último que he visionado en pantalla grande ha sido «El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares» y «Animales fantásticos y donde encontrarlos». Esta última pertenece entre comillas a la saga de Harry Potter contra la que no tenga nada en contra, llámenme inmaduro pero la verdad es que siempre he echado buenos ratos viéndolas y aunque inmediatamente después las olvidas cumplen su función de entretenimiento, ¿no? Pero lo cierto es que esta última me ha defraudado. Uno no acaba de entender que una narradora como J.K. Rowling, capaz de inventarse un efectivo mundo propio, decida dar una vuelta atrás en la historia a imitación de la saga de «Star Wars», ¿hacía falta?, el caso es que «Animales fantásticos…», sobre todo en su tramo final, me aburrió. Y también me parece que la historia tiene demasiadas concomitancias con la de los ¡Pokémon!, y hasta ahí podríamos llegar.
NOVIEMBRE. Lo que nunca defrauda son los cómics de Tintín. En noviembre me dio por releer algunos de ellos y volví a sentirme ese niño que imaginaba mundos fantásticos sin salir de mi cuarto. Especialmente alucinante me ha parecido «Las joyas de la Castafiore» bajo mi prisma actual de cincuentón, la gracia de esta aventura es que prácticamente no es tal. A lo largo de la historia el héroe del flequillo va siguiendo una pista falsa tras otra para finalmente darse cuenta de su error, es una especie de comedia de puertas adentro con una estructura teatral donde los «malos» no son malos, no existen viajes ni parajes exóticos, solo una cotidianidad salpimentada por los golpes de humor del capitán Haddock, uno de los mejores personajes de la historia. Hergé, el creador de Tintín, fue muchas veces acusado de reaccionario -como si eso importase de cara a evaluar una obra de arte-, pero el tratamiento dado en este relato a la tribu de gitanos contradice desde luego esa crítica que a mí se me antoja errónea. Invito a quien no conozca esta maravilla de tebeo a adquirirlo, puede ser una buena compra de reyes y fijaos, existe hasta un libro entero dedicado a su estudio. ¿Quién dijo que el cómic era un arte menor?
DICIEMBRE. Puestos a seguir hablando de cosas de niños, no tan agradable han sido las trifulcas internas de nuestra izquierda, la última especialmente ridícula al ser aireada por sus propios responsables en Twitter. Últimamente estoy pensando que la gente de Podemos parece diseñada por el Partido Popular para perpetuarse en el poder, vista su inutilidad manifiesta. Si no, ¿cómo se comprende que un partido que ha acumulado un caso de corrupción tras otro, que casi debería estar ilegalizado, siga gobernándonos? Ay, yo fui de aquellos que saludó la llegada de los nuevos partidos con grandes esperanzas, pero estas se han desvanecido en un tiempo récord: los señores de Ciudadanos han abandonado su socialdemocracia inicial para pasar a decir que son «liberales», lo que a mi entender es un eufemismo que significa ser de derechas a tope; y estos de Podemos, bueno, tienen un discurso comunista tan rancio que no hay quien se lo coma. Si a esto unimos la risa del estado actual del PSOE, la insignificancia a la que ha abocado Garzón a IU y los políticos catalanes dando la tabarra (premio palote a la CUP por ser el partido más estúpido) ya tenemos formada la fiesta del parque infantil. ¿Dónde quedaron nuestros sueños de una izquierda progresista, europea, conciliadora y limpia para el s. XXI?
Mis deseos para 2017 se resumen aquí: «S‘acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital / pan y alegría nunca nos falten, que güervan pronto los emigrantes, haiga cultura y prosperiá.» Una canción que entoné este pasado 2016 en el Homenaje a Carlos Cano y cuyo mensaje permanece extraordinariamente vigente.