Desarme con sabor de amor, paz y tradición en Oviedo

La Cofradía distingue a la Policía Nacional, Amelia Valcárcel y a Francisco Javier Ojeda en su XII Gran Capítulo

Con un eufórico «¡Qué viva el Desarme!’» que puso al Auditorio en pie, el himno de Asturias a cargo de la Real Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo y un colorido desfile con representantes de cofradías de España, Portugal e Italia hacia el Edificio Histórico para tomar la tradicional fotografía en familia, la Cofradía del Desarme celebró hoy su XII Gran Capítulo, más especial si cabe este año por el título de Oviedo como Capital Española de la Gastronomía y un deseo, convertirse en Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2025.

Cantó Vicente Prado ‘El Pravianu’, compositor del himno del Desarme, «qué fiesta más guapa, yo aquí me quedo» como si fuera una premonición, porque nadie se movió de la sala principal del Auditorio hasta que terminó el acto. Una cita donde se nombró cofrades de honor a la filósofa y una de las máximas exponentes del feminismo Amelia Valcárcel, muy contenta con la distinción y quien se extendió en sus agradecimientos hasta «hasta el antiguo Egipto, ya que sin ellos no tendríamos garbanzos», bromeó con perdonarle a su querido Antonio Machado «que hablara mal de los garbanzos» y alabó la labor de todas aquellas personas que «durante la friolera de más de un siglo mantuvieron esta tradición, recordando algo que es más fácil de olvidar, las guerras» y convirtiendo este menú en un «fiesta amable y de paz». Una tradición que comparte siglos con la Policía Nacional, reconocida con la misma distinción en su bicentenario. El comisario Miguel Ángel Ramos fue el encargado de poner en valor «la importancia de la cultura gastronómica», mientras que el cantante Francisco Javier Ojeda, de Danza Invisible, protagonizó otro de los grandes momentos al cantar a capela, acompañado por el público, «labios de fresa, sabor de amor, culpa de la fruta de la pasión…». «Sois unas de las gentes más hospitalarias que conozco», destacó.

El Hermanamiento con la Cofradía de Gastrónomos de Yumay de Avilés, cuya placa y libro recogió Justo García, y con la del Serenísimo Albariño de Combados, que representó Roberto Marín; la entrega de las cucharas amigas al Ayuntamiento de Guijuelo, Ramón Paz Cousido y José Manuel Martínez García Lobato, que sirve el menú desde 1898, permitió continuar un capítulo que se completó con el nombramiento de 30 nuevos cofrades –entre ellos el presidente del PP de Asturias, Álvaro Queipo, o el promotor Enrique Granda– y la designación de Embajadores de Honor al Hospital Universitario Central de Asturias, la Asociación Profesional de Fotoperiodistas de Asturias y la Fundación Caja Rural. Los asistentes escucharon además la lectura del poema ganador de la tercera edición del concurso de poesía, en boca de su propio autor, el madrileño Alberto Luis Collantes Núñez.

«Seguimos creciendo a un ritmo vertiginoso y como cofrade mayor me produce un gran orgullo. Seguiremos trabajando por la cultura, la gastronomía y el turismo», indicó durante su discurso Miguel Ángel de Dios, que tuvo un entrañable recuerdo para el fallecido Adolfo Casaprima, «muy involucrado con la cofradía» y autor del libro sobre la historia del Desarme. Su hijo, Mateo Casaprima, salió en dos ocasiones al escenario: una para recoger la placa conmemorativa de su padre y otra como nuevo cofrade. De Dios agradeció especialmente la ayuda del Ayuntamiento y pidió más implicación al Gobierno regional, ante la atenta mirada de la viceconsejera de Turismo, Lara Martínez. «Necesitamos del Principado para intensificar la fiesta del Desarme en toda España», reclamó el cofrade mayor, que adelantó además que pronto viajarán a Argentina para que la colonia de asturianos pueda disfrutar de los garbanzos con espinacas y bacalao, los callos a la asturiana y el arroz con leche.

El alcalde, Alfredo Canteli, también abogó por el reconocimiento del menú más allá del Principado. «Os animo a seguir trabajando para que este cita sea de Interés Turístico Nacional», deseó durante un discurso que cerró con la consigna del capítulo, «¡Qué viva el Desarme!».

Ya alrededor de las doce y media de la mañana, las cofradías emprendieron la marcha por el centro, que llamó la atención de los viandantes, hasta el Edificio Histórico de la Universidad, lo que dio paso a una comida. La misma que disfrutaron los ovetenses y turistas, que hasta hoy pueden compartir mesa para uno de los menús más tradicionales de la capital del Principado, cuyos orígenes se remontan a la guerra carlista de 1836.

(Susana Neira para El Comercio).