Foto 1: Ojeda, vocalista de Danza Invisible, durante un ensayo.
El cantante de Danza Invisible relata el silencio impuesto por el Ayuntamiento entre 2003 y 2015, cuando el entonces alcalde prohibió su contratación: «Me pareció una cacicada»
aún suenan los ecos del concierto de Danza Invisible en la plaza de la Nogalera. El alcalde, José Ortiz, hizo referencia a esta actuación en el primer debate sobre el estado de Torremolinos, celebrado la semana pasada. «Fue memorable. Hizo visible la ilusión de un pueblo que despertaba de un largo letargo», aseguró. Ahora el vocalista del grupo, Javier Ojeda, reconoce a SUR que estuvo vetado en esta localidad durante doce años, desde 2003 hasta 2015. Todo comenzó, relata el cantante, por las duras críticas que vertió públicamente contra el Gobierno de José María Aznar por su posición en la Guerra de Irak, aunque el desencadenante del silencio impuesto por el Ayuntamiento fue su inclusión en la lista con que Los Verdes concurrieron a las elecciones municipales.
Ojeda cerraba la candidatura de esta formación, un lugar reservado para personajes públicos afines, sin posibilidad alguna de entrar a gobernar. Aquella aventura política, «casi una broma», se fraguó en el bar de un amigo. El cantante malagueño narra que el propietario del establecimiento recibió una llamada del entonces alcalde, Pedro Fernández Montes, advirtiéndole sobre lo contraproducente que podría ser para su local «albergar una corte de rojos y comunistas». El vocalista no le dio mayor importancia: «No nos lo terminábamos de creer y, además, ningún municipio tiene la obligación de contratarnos». Pero pasaron los años y Danza Invisible continuaba sin tocar en Torremolinos, donde sus miembros habían crecido artísticamente: «Ya empezaba a ser extraño. El padre de Manolo Rubio (guitarrista del grupo) era afiliado del PP y amigo de Fernández Montes. Le preguntó por qué el Ayuntamiento nunca nos contrataba y respondió que el cantante se había atrevido a presentarse contra él. Me pareció una cacicada flipante».
En otra ocasión, poco después, «un amigo vino a un concierto infantil que hice en solitario en el Teatro Cánovas». Ojeda confirmó el veto: «A mi amigo le gustó el espectáculo y quiso traerlo a Torremolinos, pagando de su bolsillo el caché y el alquiler del local. El alcalde se negó en redondo. Me indignó muchísimo, porque además no era la voluntad de un partido, sino de una sola persona». Al cantante también le parecía «alucinante» que nadie en el PP rechistara: «Me daba rabia el silencio cobarde y cómplice del resto, porque lo que estaba ocurriendo no era normal. Tenemos bolos en toda España, no necesitábamos tocar en Torremolinos, pero nos parecía espantoso que no pudiéramos actuar en el sitio donde nos habíamos desarrollado como artistas».
El silencio obligado de Danza Invisible en Torremolinos acabó el 4 de septiembre de 2015, semanas después del cambio de gobierno que desalojó a Fernández Montes de la Alcaldía y entregó el bastón de mando a Ortiz. La concejala de Cultura, Aída Blanes, se había puesto en contacto con Ojeda poco después del pleno de investidura: «Nos explicó que no tenían un duro, que habían aprobado las auditorías para ver el estado de las cuentas y la deuda real del Ayuntamiento. Aceptamos una contratación más barata de lo normal, no me importa decirlo, porque teníamos muchas ganar de tocar aquí».
Foto 2: Portada de SUR que recoge lo que significó el concierto de Danza Invisible del 4 de septiembre por la noche en Torremolinos.
El reencuentro tuvo lugar en la plaza de la Nogalera, a la que acudieron miles de personas: «Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Llegué con mi mujer y vimos riadas de gente. Nos dimos cuenta de que era algo más que un concierto y, la verdad, estuvimos especialmente motivados». Durante la actuación, ante un público entregado, Ojeda exclamó: «Este pueblo es mío. Tanto como de todos vosotros. Me ha dolido mucho, pero no quiero mirar hacia atrás con ira porque los músicos somos músicos». Y pidió que en el futuro nadie permita vetos «gobierne quien gobierne».
Casi cuatro años después de aquello, Ojeda se alegra de «haber contribuido a la regeneración de Torremolinos», un cambio que esperaba más drástico: «Creo que a Ortiz, a quien considero un tipo agradable y cordial, le ha faltado valentía. Es mi punto de vista. Han perdido una oportunidad por falta de atrevimiento, quizá por estar en minoría, aunque se ha avanzado en muchas cosas». ¿Por ejemplo? «Ahora puedo criticar al alcalde sin que me censuren».
(Alberto Gómez para Diario Sur).