Javier Ojeda, ex-cantante de Danza Invisible: “No me canso de cantar ‘Sabor de amor’, solo de ensayarla”

El músico malagueño participará en ‘Generación Tocata’, el sábado en el Bilbao Arena, con Baccara, Boney M., Samantha Fox y La Guardia, entre otros

Foto: Javier Ojeda JO! ALTAFONTE

1.400 conciertos a lo largo de cuatro décadas avalan la trayectoria de Javier Ojeda como cantante de Danza Invisible. Disuelta la banda el año pasado y volcado en su carrera en solitario, el malagueño participará este sábado en el espectáculo Generación Tocata, que acogerá el Bilbao Arena de Miribilla y en el que tomarán parte Baccara, Boney M., Gibson Brothers, Katrina, Samantha Fox, La Guardia, Vicky Larraz, J. Andreu (La Frontera), Iván y Azul y Negro.

¿Danza Invisible es definitivamente pasado?

—Sí, tras la gira preciosa de 2024, aunque ya estábamos prácticamente disueltos sin ser oficial. Cada cual estábamos por nuestro lado, yo todo un año tocando solo. Al final, llegó de golpe y porrazo tras la retirada del guitarrista Antonio Gil. Ahora que la ley ha cambiado y los músicos jubilados pueden cotizar mínimamente, hicimos unos cuantos conciertos más para despedirnos como colegas, lo que hemos sido siempre.

¿Con qué se queda de los Danza?

—Con todo, fue una experiencia maravillosa y para el resto que me quede siempre seré el cantante de Danza Invisible; y a mucha honra. La vida de cada cual depende de un instante de suerte. En mi caso, me dirigía a la docencia o a ser periodista cultural, pero un día cantando en un bar y con un par de copas encima, quien entonces era el batería de los Danza, Ricardo Texidó que también cantaba, me propuso unirme. Llegué cuando el grupo tenía ya seis meses y me cambió la vida.

¿Cómo le gustaría que se recordara a la banda?

—Como un grandísimo grupo de directo, muy inquieto y nada acomodado porque cada disco tiene diferencias respecto al anterior. Jamás nos repetimos y siempre buscamos hacer discos de calidad, aunque no siempre logramos tener éxito. A veces sonrió la suerte y lo tuvimos; y otras no tanto.

El camino no fue siempre fácil.

—Normal en 40 años. Al trabajar con la misma gente se va perdiendo la ilusión, resulta más difícil sorprenderte y, a veces, caes en la rutina. Lo que sí tuvimos es que siempre nos llevamos muy bien, con los inevitables piques en toda relación.

Musicalmente, viraron de un arranque muy a lo Simple Minds al soul, el pop, los sonidos latinos, el reggae, el rap, el funk…

—Tienes razón. Hemos sido inquietos, y lo sigo intentando en mi carrera actual. Hace nada estaba componiendo y decidí anticipar un compás, para dejar cojo el ritmo y hacer algo original. Con el paso de los años va costando hacer cosas diferentes porque hay un estilo que es inevitable, pero si te acomodas, el trabajo se resiente.

No se quedará ‘sin aliento’ en Bilbao. Al ser un show conjunto, solo cantará varias canciones.

—No sé cuántas cantaré, serán unas cuatro. Son espectáculos con piezas populares, donde se va a escuchar los éxitos y yo contento con poder seguir viajando a Bilbao, ver a los amigos y pasármelo bien.

¿Con La Guardia como apoyo?

—No exactamente, porque no está su batería. Pero sí, la mayoría son sus miembros. Es un formato que se llama Rock’n’Roll Star que se usa como banda fija cuando viajamos La Guardia, Javier Andreu y yo; y, antes, Carlos Segarra, de Los Rebeldes. Buenos amigos.

Preferirá tocar con su grupo.

—Claro, pero este es un espectáculo que a la gente le encanta porque hay varios conciertos en uno. Como aquellos soul de la Stax, con varios vocalistas y cantando grandes éxitos. Yo suelo hacer solo siete u ocho al año, aunque lo paso bien.

Están marcados por la nostalgia.

—Totalmente, el público es veterano. Resulta inevitable. Yo soy muy atrevido y me encanta seguir sacando temas nuevos y probando, pero tengo claro que en un concierto la mayoría de la gente me va a reclamar los éxitos del pasado. Pero yo mismo me pongo en el lugar, si voy a ver en directo a Neil Young, me encantaría que tocara canciones de Harvest.

‘Sabor de amor’ será como su ‘Satisfaction’ para los Stones ¿no?

—Aquí sí, aunque es curioso porque nuestro mayor éxito en Latinoamérica es Sin aliento. Es la más reproducida en 2024 en Spotify.

¿No se cansa de cantarla?

—No, pero sí de ensayarla. Siempre hay algún músico nuevo, le aporto algún arreglo para no hartarme… Y como a la gente le gusta tanto, la revivo y lo paso en grande.

¿Cómo recuerda aquella fiebre fan que les dio ‘Sabor de amor’?

—Yo era joven y tenía mi ego… No me gustaba que solo se hablara de ella con la cantidad de temas que habíamos hecho. Sentía como si no se valorasen otros. Al final, no es que te vuelvas más conformista, pero gracias a esa puñetera canción sigo viviendo de esto.

En ‘Sin aliento’ decía que algo tiraba de usted. Hoy, ¿qué sería?

—(Risas). La música es pasión, tío. Sacar una canción nueva es algo… no hay nada comparable, salvo echar un buen polvo (más risas).

“En tu poder está la solución”, cantaba en los inicios, además de en la confianza, la imaginación, la lucha… ¿Armas válidas para este mundo tan oscuro de 2025?

—El momento es peligroso porque se habla tranquilamente de hacer una limpieza étnica en Gaza y de convertir la zona en un resort turístico y se ve como normal. Eso no es de ser de izquierdas o derechas, sino de ser un hijo de puta o no. Me aterra que el mundo esté en manos de Trump y Putin, y la deriva de este país. Tengo un amigo congresista del PP que me comentaba su hartazgo, de las directrices, la bronca continua, la falta de debate de reformas… Me decía que no se metió en política para esto y, además, que todo va a peor desde que entró Vox en el Congreso. Es el todos contra todos y yo, que viajo desde los 18 años, veo que este es un país maravilloso. También aquellos lugares donde hay sentimientos independentistas, ¿eh? Hay más cosas que nos unen que las que nos separan.

Le queda su intermitente carrera en solitario. ¿Algo a la vista?

—No te lo puedo decir. Empecé como en el disco DeCantando, haciendo versiones y luego incluí varias canciones propias. Y ahora me está pasando lo mismo. No me salía nada tras la gira de Danza, pero ahora sí. No está decidido, pero el disco se editará a final de este año. Lo que sí quiero es que haya coherencia aunque las versiones son de autores sorprendentes.

¿Sigue ligado al Fulanita Fest?

—Sí, es un festival precioso, único y necesario, un acto de justicia dirigido a las lesbianas, pero inclusivo.

¿Algún secreto para lograr que parezca que no pasen los años?

—Renovarse continuamente, buscar proyectos, cambiar el repertorio… En breve voy a trabajar con el director musical de Pablo Milanés y también haré algún concierto con invitados intergeneracionales, de los 70 a promesas emergentes. 2025 pinta bien.

(Andrés Portero para Deia).