Conozco a Paco Loco, el afamado productor indie, de hace muchos, muchísimos años. Resulta que en 1985, tras grabar «Maratón», me hice un viaje por Europa en Inter-Rail en compañía de mi amigo Jose González Carrasco, viaje que aún recuerdo como uno de los mejores de mi vida. Estuvimos hospedados en París en casa de un tal Esteban, creo recordar, allí por vez primera me interesé por el jazz al escuchar el «All blues» de Miles Davis. Luego estuvimos en Amsterdam y no sé cuántas ciudades más disfrutando de ese momento increíble que es ser joven, con la despreocupación propia de los 21 añitos. Cuando regresamos a España hicimos parada en Oviedo a visitar a los amigos que había hecho allí, todos del círculo del grupo Modas Clandestinas, una de las mejores bandas de la época y que por cierto alguien debería reivindicar ya.
En ese tiempo había tres grupos que partían el bacalao en Asturias: Modas Clandestinas, Los Locos e Ilegales, estos últimos los que más triunfarían. Yo trabé amistad al momento con la gente de Los Locos donde militaba como guitarrista Paco Martínez, al que la posteridad otorgaría el seudónimo de Paco Loco para siempre. No recuerdo cómo acabé en un ensayo con ellos montando no sé qué canción suya y una de las mías nuevas, se llamaba «El club del alcohol». El caso es que el tema acababa en fade out y aún no habíamos decidido cómo terminarla en directo con Danza, fue Paco al que se le ocurrió meter el pequeño corte con el que seguimos cerrando el tema 35 años después. ¡Y al día siguiente del ensayo tocamos juntos en directo! La verdad es que nos pegamos una pasada tremenda, había aquella noche una actuación programada de Modas Clandestinas y otro grupo del rollo new wave llamado Salón Dadá y resulta que aprovechando el cambio de banda Los Locos y yo irrumpimos en el escenario por la cara tocando los dos temitas mientras los pobres de Salón Dadá nos miraban con cara de enorme disgusto. No era para menos, qué macarras, ¿no?
Los años siguientes nos vimos intermitentemente cuando tocábamos por Asturias. Luego transcurrieron varios años más y volvimos a vernos coincidiendo con una visita mía al Festival de Cine de Gijón, iba en calidad de invitado a una rueda de prensa en la que estaban José Luís Garci, Cayetana Guillén-Cuervo y no recuerdo quién más. Eran los 90 y él había empezado ya a producir grupos como Australian Blonde, nos enseñó el estudio a Gema y a mí y pasamos un rato la mar de animado, su sentido del humor compagina muchísimo con el mío. Una diferencia: el hijoputa no prueba una gota de alcohol ni toma drogas, su cuelgue es totalmente natural. Y desde entonces pasó una eternidad, lo vi hace un par de años en el Puerto de Santa María, donde reside desde hace tiempo. Qué alegría me dio verlo, qué tipo más genuino.
Bueno, os cuento esta batallita porque he estado leyendo el libro que publicó en el 2016 «Loco. Cómo no llevar un estudio de grabación» y me lo he pasado genial. Es un libro para músicos, sí, pero su peculiar manera de afrontarlo lo hace disfrutable para cualquiera que tenga algún tipo de interés por el rock nacional de los últimos años, no solo el indie ni mucho menos. Por momentos jocoso, te descubre mucho de la personalidad de los distintos músicos (el vocalista, el guitarra, el bajista, el batería, etc.) y reparte anécdotas curiosas y observaciones lúcidas por doquier. La última vez que lo vi, aquella en la Plaza de Toros del Puerto de Santa María, me dijo que algún día iba a montar un tributo al disco «Maratón» en alguno de esos festivales en los que anda involucrado. Y yo le comenté que algún día grabaría algo con él.
El momento será pronto, cuando termine esta jodida cuarentena. Hemos quedado en que produzca uno de los temas nuevos que estoy haciendo, me quiero quitar esa espinita de una vez por todas. Y una vez leído su libro, que una vez más recomiendo encarecidamente, sé que va a quedar genial y para colmo me lo voy a pasar muy, muy bien.