Los tontos

“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé / en el quinientos seis y en el dos mil también”. No sabía Enrique Santos Discépolo, compositor de este tango inmortal de Gardel, cuánta razón tenía. Un repaso rápido a la situación actual nos ofrece un balance desolador, con más hambre y guerras que nunca, con las desigualdades cada vez más patentes entre primer y tercer mundo; sequías, contaminación, catástrofes naturales, violencia. ¿ Y de quien es la culpa? La respuesta fácil nos llevaría a los dirigentes sin escrúpulos tipo Putin y Bush, pero hoy mi dedo acusador va en otra dirección: hoy nos vamos a concentrar en los tontos.

Que hay gente mala e hijaputa en el planeta, desde luego, nadie lo pone en duda. Pero suscribo la teoría de mi padre: el tonto es un personaje molesto que, ciertamente, es más peligroso que el hijoputa por su imprevisibilidad. Al fin y al cabo, de un malvado siempre esperas que te la meta a la menor ocasión, y eso te mantiene alerta; es un mierda y va a actuar como tal. Pero al tonto no hay quien lo pille. Aquí sería importante observar que suelen dividirse en dos, según su grado de idiotez:

a)      El tonto de remate. Básicamente no tiene arreglo y se pasa la vida haciendo y diciendo tonterías, a veces jactándose de ello. Es el que lava el coche en tiempo de sequía, el malagueño que grita “¡Puta Sevilla!”, el racista que “no aguanta a moros y negros”, el que se queda el cambio de más del kiosquero despistado. Son presa fácil del hijoputa, que necesita de ellos para ejercer su influencia malévola. Aquí en la Costa del Sol suele acabar en la construcción o la política, eso sí, desempeñando cargos menores, que para eso son tontos.

b)      El tontaina o tontucio. No suele tener mucha personalidad y eso le da un plus de peligrosidad, porque puede ser manejado a su antojo por el hijoputa en determinadas circunstancias. Es por ejemplo lo que pasó en la Alemania nazi, ¿acaso la mayor parte del país eran desalmados matajudíos? Claro que no, pero en un momento puntual la tontez se extendió por la población y la dejó a merced de Hitler y sus huestes. Aquí en la Costa del Sol suele aprobar la corrupción urbanística “siempre que traiga dinero” y no le importa que los políticos le roben si “hacen cosas”.

¿Y en la música? Pues lo mismo, el negocio está en manos de tíos mierdas que sólo quieren dinero rápido, pactan con las radios y se reparten los beneficios, mientras el artista real cada vez está más desprotegido. Acabemos este artículo sombrío con una brizna de esperanza: la buena música está ahí y sólo hay que buscarla. Y nadie te impide hacerlo.

 

(Artículo publicado en ADN Málaga el 27-06-08).