Me dice J.M. al final de la jornada: «No quisiera molestarte, ¿pero no crees que a lo mejor publicas demasiados discos? La gente de tu quinta saca muchas menos cosas que tú». Pues no, no me molesta en absoluto y además le doy la razón. Si los espaciase más éstos recibirían una mayor atención mediática, sin duda. Pero ¿y la felicidad que me produce el hacerlos? ¿Qué son 10 o 12 canciones cada dos años? Pero bueno, mejor empiezo por el principio, que me estoy despistando…
Tras un par de semanas de cierta angustia mi amigo J.M. y su pareja L. habían superado el coronavirus y estaban locos por salir así que aprovechando que ya podemos viajar entre municipios quedamos para tomar algo por La Nogalera, en el centro de Torremolinos. Tras hablar de las experiencias vividas y comer espléndidamente junto a W., que se nos ha sumado, nos plantamos en c/ Danza Invisible (¡lo juro!) para ver a nuestra amiga Suzette Moncrief, que está actualmente cantando por la zona. Suzette es una vocalista de soul norteamericana bien conocida en la Costa del Sol, donde es toda una institución local. Cuando empezó el desconfinamiento se le ocurrió pedir un permiso para actuar en la calle y la cosa no le ha ido mal, «al menos estoy pagando las facturas, aunque todavía arrastro la deuda del parón del año pasado». He venido a darle una alegría: ¡me confirman que este año volvemos a hacer el Festival Torremolinos Funky Town! Es un evento de homenaje a la música disco-funk que ya organicé en el 2016 y 2017 y que el año pasado no se puedo celebrar a causa de la pandemia, Suzette es fija en mi alineación de vocalistas all-stars. Se pone muy contenta y se lo anuncia a la gente que está sentada en la terraza, que la mira entre divertida y distraída mientras apuran sus gin-tonics.
Arranca con «Knock on wood» y como siempre me pasa cuando ando contentillo y me gusta la canción me lanzo a cantar. He tomado precauciones: estoy a más de dos metros de distancia para no poner nerviosa a la gente, que casi de inmediato forma un corrillo de palmas al reconocerme. Pero ay, mi gozo en un pozo, un camarero sale a indicarme -con toda la razón y de manera muy correcta- que lamentablemente no puedo estar allí ni bajarme la mascarilla al cantar; he de quedarme en la mesa con mis amigos y reprimir mis impulsos cantarines. Vaya coñazo de pandemia, tío, no hay manera de no infringir alguna norma. Nos tomamos las copas y nos despedimos de Suzette mientras el corrillo de gente me aplaude comprensivamente y nos dirigimos a toda prisa un poco más abajo de mi calle, jajaja, porque antes de que den las 18:00 mi amiga L. quiere presentarme a un chico que trabaja en un restaurante poniendo música de escándalo. Nos presentan y de momento noto la conexión habitual entre los apasionados a la música, está alucinando al descubrir las versiones originales de temas que suele pinchar y flipando con mi faceta de repelente-niño-Vicente-que-tó-lo-sabe. El caso es que en un arranque dejo apalabrado con él que será el DJ del Torremolinos Funky Town, evento que seguramente se celebrará a finales de julio si la evolución de la pandemia lo permite. Nos cierran y nos vamos más contentos que unas pascuas atravesando toda la zona gay del centro de Torremolinos, ¡vaya un día de vino y cosas!
Mientras nos dirigimos a nuestros respectivos coches o domicilios nos encontramos con Lore Ce Pump («soy tu animadora, resucito a los muertos»), conocido transexual local que ha decidido celebrar el 28F con un atuendo inenarrable rematado por una corona en la que se ve el escudo de Andalucía con su Hércules y sus torres y su todo. Nos ve venir de lejos y de momento detecta que somos lo que busca: alguien que pueda acompañarle cantando el himno para Tik Tok. Así que nos brindamos a echarle una mano y nosotros mismos le acompañamos en una versión beoda del himno de nuestra tierra, yo es que no doy una con la letra, oye. Con tremendo colocón subo la instantánea a las Historia de Instagram, donde alguno debió pensar que vaya manera de celebrar el Día de Andalucía. Entonces recuerdo unas declaraciones que he leído por la mañana donde mi amigo el barítono Carlos Álvarez manifiesta que «lo mejor que tenemos es que llevamos a rajatabla lo del vive y deja vivir».
Sigo pensando en ello mientras veo a Lore de lejos con su corona y look a medio camino entre Rocío Jurado y el carnaval de Río, la gente que pasa a su lado sonríe como si fuese lo más normal del mundo. Es lo bueno de este pueblo de locos que fue cuna de libertades sexuales en la España de los 60 y donde ahora nada tiene sentido. Estamos todos preocupados por la salud de unos conocidos comunes, también por la incertidumbre que afecta a mi sector pero nos lo hemos pasado de escándalo sin molestar a nadie, sin ver peleas ni reparar en ningún momento en si somos andaluces, españoles, europeos o terrícolas, qué maravilla. Pese a todo, vida.