No conviene prejuzgar

Cuando regresaba de México en avión me puse a rebuscar entre las películas que ofrecían y me decanté por «Bad times at the Royale», sobre todo por la presencia de Jon Hamm, el actor protagonista de esa serie genial que fue «Mad Men», pero no pude terminarla, me pareció un tostón pretencioso de mucho cuidado. Me dispuse entonces a ver el biopic este sobre Freddie Mercury, «Bohemian Rhapsody», a pesar de la pereza que me da ver un film del que todo el mundo habla e intrigado por la presencia en la dirección del eficaz Bryan Singer, pero me temo que me pasó igual, la tuve que dejar y no precisamente porque Queen no sea especialmente objeto de mi devoción, sino porque me pareció una sucesión de tópicos sobre la vida de las estrellas del rock. Finalmente me decidí con la misma pereza por «Ha nacido una estrella» y sin que me deslumbrase, sí que se dejaba ver. Y aquí hablaremos de Lady Gaga.

Hasta hace poco la consideraba un bluff de estos de los que cada X tiempo aparecen en los USA, algo como lo de Marilyn Manson pero en pop. Apariciones sorpresivas, un look provocador o directamente ridículo, declaraciones rimbombantes que ocultaban, en mi opinión, la nada artística más absoluta. Pero últimamente he de retractarme de mi primera impresión porque los últimos pasos que está dando Stefani Joanne Angelina Germanotta me la llevan más al territorio de divas como Madonna, o sea, al de artistas respetables sean más o menos de tu estilo. Me sorprendió muchísimo en el disco de duetos con Tony Bennett, porque salir indemne de un cuerpo a cuerpo con el gran crooner no es moco de pavo. El disco en sí  no es gran cosa pero la tía canta, reconócelo Javier. Y bueno, » A star is born» es una película un tanto manida (debe andar ya por la tercera versión cinematográfica) pero hay que reconocer que Lady Gaga está bastante creíble en su papel de vocalista amateur que acaba alcanzando la fama mientras su pareja, estrella del rock americano, se desploma por el alcoholismo y los celos. Y las canciones de la BSO son muy melosas y standard, pero la tía las defiende la mar de bien. O sea, que mi consideración hacía esta mujer va en aumento.

Un caso contrario y diametralmente opuesto es el de otra diva pero de estar por casa, me refiero a María Teresa Campos. Me ha venido a la cabeza porque hace poco hablé con un colega músico y no daba crédito a que mostrase cierto respeto por nuestra presentadora más cañí. Y es que aunque a ustedes les parezca mentira, Mari Tere Campos (como era conocida en Málaga antes de saltar a la fama televisiva nacional) era algo así como una influencer musical en mi provincia entre el 1967-1979 aproximadamente, el equivalente a un locutor enrrollado de los de ahora en Radio 3. Todos los rockeros de pro y los artistas más modernos debían pasar por su programa de radio («Español Pop») y ella era la encargada de presentar las galas donde el incipiente rock malagueño se iba abriendo paso. Con el cambio de década destacó como locutora comprometida y progresista, incipiente feminista de opiniones políticas atrevidas que le acarrearon algún problema con la extrema derecha menos tolerante. Ay, quién te ha visto y quién te ve, dirán algunos. El caso es que sus primeros pasos en televisión fueron dignos y siempre tuvo claro de donde venía, ayudó muchísimo a un gran aunque problemático músico llamado Jose María Alonso, mito malagueño de la época del andalucismo, y yo mismo guardo un espléndido recuerdo de cuando recibió a unos jovencísimos Danza Invisible que empezaban a despuntar en uno de estos programas matinales cuyo nombre ahora no recuerdo.

Luego ya vino su fichaje por Telecinco, cadena de la que no he conseguido todavía ver programa alguno sin sentirme en un mundo extraño y ajeno. No sé si sigue el programa este de «Las Campos», con sus hijas comiendo bollos a escondidas de su nutricionista. Bigote Arrocet, ugh. Apaga y vámonos. Pero antes de emitir juicios precipitados, conviene informarse: hay artistas que puedes haber considerado infumables capaces de sorprenderte en un futuro, y presentadoras de caspa y media mucho más válidas, o con un pasado más que valioso, de lo que uno piensa.