Muy buenas noches a todos y bienvenidos a esta IV Fiesta de la Cerveza de Fuengirola. Antes de nada he de dar las gracias a toda la corporación municipal y por supuesto a los responsables de que la elección del pregonero haya recaído en mi humilde persona, haciendo posible que esté una vez más en este escenario maravilloso del Castillo de Sohail donde tantos y tan buenos momentos he disfrutado en compañía de mis Danza Invisible.
Pero, un momento, ¿qué hace un cantante malagueño de rock and roll anunciando unas fiestas de origen alemán que originalmente se celebran en Octubre en esta cálida noche de julio en la localidad de Fuengirola? Puede parecer disparatado pero cosas más raras se han visto en estos mundos de Dios. Las tradiciones están para perpetuarlas, pero también para desmontarlas, y cada vez vamos más hacia la mezcla inevitable, la llamada aldea global según dicen por ahí. ¿O algunos de ustedes no se han sentido confundidos cuando su estancia en la plácida isla de Mallorca se ha visto alborotada por los potentes cantos de presumibles seguidores del Bayern Munich, siguiendo la tradición operística del país de Wagner? Por no hablar de la facilidad con que han hecho suyo este peculiar mejunje inequívocamente hispano que atiende por el nombre de sangría, con temibles y comprobados efectos colaterales. Es por eso que muchos de nosotros, prudentes en el arte del bebercio, hemos referido orientar nuestro paladar a la delectación del noble elixir de la cebada, vulgo cerveza, del cual por cierto nuestros compañeros teutones tienen mucho que decir y opinar.
Y es que aunque les parezca mentira, españoles y germanos estamos mucho más cerca de lo que podría opinarse. En Alemania tenían a ese sordo genial llamado Beethoven, que seguramente ideó las pausas de su quinta sinfonía mientras trasegaba una jarra de algo parecido a las Paulaner que abundan por aquí; pero nosotros podemos presentar a nuestro insigne manco de Lepanto, que siempre dio las gracias a Dios por conservarle una de sus extremidades superiores para poder brindar con la bebida fermentada más antigua que se conoce. Por cierto, hablando de Cervantes, el autor de “La lozana andaluza”, uno no deja de sorprenderse cuando en este peculiar evento nos encontramos con que las lozanas alemanas de Baviera tienen nacionalidades paraguayas o estonias, ¿qué les decía yo de la aldea global? Siguiendo con lo mío, no me sorprende en absoluto que aquí en el sur de España acojamos este invento del sur de Alemania (el llamado “Oktoberfest”) con tanto ímpetu, especialmente si conocemos de primera mano que en el ranking de las localidades con mayor consumo de cerveza por habitante existe una dura pugna entre Cieza, Murcia y un pueblo cercano a Munich con un nombre impronunciable, discúlpenme.
Como les estoy diciendo, son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Esta noche todos nos debemos sentir un poco alemanes, aprovecharnos de su fiesta y brindar con ellos por la alegría de vivir, de beber y de comer, especialmente en estos tiempos sombríos. Utilicemos el pepino para juntar sensibilidades, que no para separarlas, y permítanme mandar un fuerte abrazo al amigo Rolf y por supuesto a todos los que habéis hecho posible que esté aquí esta noche compartiendo palabras y música.
¿He dicho música?