Premios para dos

El pasado día 18 fui al Auditorio María Victoria Atencia a celebrar junto a mi amigo Guillermo Busutil «nuestro» nuevo premio, el de Cultura que otorga la Diputación de Málaga en honor a Antonio Garrido Moraga. Allí estaba el tío en el estrado como siempre dando clases de compromiso y sapiencia con esos modos tan firmes pero al mismo tiempo amables que le caracterizan. Desde hace 4 años tenemos la broma privada de decir que los premios que desde entonces hemos recibido nos lo otorgan a los dos, costumbre que empezó tras la pandemia.

Es que aquello, la pandemia, fue un absoluto coñazo pero nos enseñó cosas a muchos. A mí en concreto me sirvió para preparar y grabar un álbum («DeCantando», 2021) y encomendarme a mil actividades nada habituales en mí hasta entonces, como por ejemplo hacer vídeos explicativos de cómo había surgido tal o cual canción, algo que para lo que jamás hubiese pensado que podía valer. Hasta llegó una productora de televisión interesada en hacer un programa conmigo, proyecto que finalmente no salió adelante. Mi amigo Guillermo es periodista cultural, la profesión a la que siempre me quise dedicar de joven, y durante el COVID intercambiamos muchísima información, él estaba haciendo lecturas poéticas diarias y no cesaba en su empeño de recomendar este o tal libro, el tipo verdaderamente lo vive.

Pero vámonos atrás. Sabía de él desde que escribía en La Opinión de Málaga y siempre me habían interesado sus artículos, y me encantó que sin conocerlo personalmente me dedicase palabras elogiosas cuando me nombraron pregonero de la Feria de Málaga en el 2010, venía a felicitar al ayuntamiento por la elección y creo recordar que citaba canciones nada obvias como «El vaivén de las olas» con esa prosa poética suya tan característica, decía que era como «uno de los nuestros«. No recuerdo exactamente cuando nos conocimos en persona, pero siempre nos hemos caído bien.

Pues resulta que pocos días antes de la presentación de «DeCantando» recibí la noticia de que lo habían nombrado Premio Nacional de Periodismo Cultural, la distinción más alta que se puede tener en su gremio. Me emocioné tanto que no paraba de decirle que parecía que el premio me lo habían dado a mí, era como si de pronto hubiésemos recibido una recompensa por tanto empeño. En esa presentación estuvo Juanma Moreno, el presidente de la Junta, y dediqué ese concierto -del que se extraería buena parte del álbum en vivo «Los Castillos Del Mar»- a Guillermo, no sin antes precisar que parecía mentira que no estuviese trabajando en ningún periódico. Parece de locos, pero la cosa sigue igual.

Desde entonces hemos coincidido un montón de veces y lo cierto, perdón por parecer presuntuoso, uno y otro hemos recibido unas cuantas distinciones y hemos seguido con el cachondeo de que el premio es siempre de los dos. «Guillermo, que nos acaban de dar la Medalla de las Artes de Andalucia«, «Javier, ahora uno de la Generación del 27», «Pues ahora somos Cofrades de Honor del Desarme en Asturias», «Joder, ahora de La Opinión, esto es un no parar» y todo en esa línea de choteo vacileta-gozoso. La verdad es que con el paso de los años al menos yo empiezo a valorar este tipo de cosas, aquello de ser un tipo apreciado me encanta, que queréis que os diga.

Escribo estas líneas porque sé que a él también, y además se ha ganado todos estos reconocimientos siendo absolutamente insobornable, diciendo siempre a las claras lo que piensa, ejerciendo un activismo comprometido que atiza igual a izquierda o derecha cuando hay que hacerlo. Gracias a gente como él y otros de su cuerda mi ciudad, Málaga, es un lugar mucho mejor de lo que sería si no estuviesen.

Enhorabuena una vez más, amigo.