Prólogo del libro «Los 100 mejores discos del soul» de Luís Lapuente

Hay un lugar común que dice que los críticos de rock, entendido el término en su acepción más amplia, son músicos frustrados, gente que no ha sido capaz de aprender a tocar decentemente el instrumento o que sencillamente no ha podido, aunque es lo que hubiese deseado. Pero también existe el caso inverso y aquí está este menda para atestiguarlo, el del crítico musical frustrado que por accidente acaba siendo músico. Este es mi caso efectivamente, de hecho mis libretas de la época del instituto están llenas de críticas imaginarias de discos que me habían encantado y frikadas varias como súper grupos formados por David Bowie a la voz, Jimi Hendrix a la guitarra, John Bonham a la batería y John Entwistle, por ejemplo, al bajo.

Yo no me atreví a estudiar periodismo porque me echaba patrás la perspectiva de irme a Madrid, entonces no había facultad en Málaga. Pero el periodismo cultural me apasionaba y me sigue apasionando, y de hecho para mí los críticos musicales en cierta manera han sido mis ídolos, me refiero por ejemplo a aquellas firmas que comienzas a leer en revistas especializadas y que da la casualidad que coinciden contigo en su paladar musical, o que te descubren cosas fascinantes y te ayudan a formar tu propio criterio. Yo, como hijo de la new wave que soy, comencé a forjarme mi culturilla leyendo el Star al principio, luego Vibraciones, más tarde Rock Espezial que luego se transformaría en Rock de Lux. Siempre he buscado una revista favorita y me ha encantado tener la rutina de comprar esa revista, la que fuera, al mes, así comencé a descubrir a firmas ilustres cuyas recomendaciones han acabado en mi discoteca.

A comienzos de los 80 me encantaban por ejemplo las columnas de Ramón de España en el mencionado Star y más tarde en revistas de cómics como Cairo. Del Vibraciones y su saga posterior también me gustaba Diego A. Manrique, pero su paladar no coincidía tanto con el mío por aquel entonces, en particular por lo que respecta al pop español. Ignacio Juliá y Jaime Gonzalo, que luego fundaron Ruta 66, eran otros dos críticos extraordinarios, pero a veces tiraban demasiado de cierto rockismo pelín exclusivista, siempre según mi criterio ¿eh? Y luego te encontrabas con una tía absolutamente peculiar como Patricia Godes, que reivindicaba sin complejos la música disco, la salsa y otros géneros en aquella época vilipendiados, pero, ay, siempre tenía tendencia a epatar y a veces eso se reflejaba en algunos comentarios y repulsas absurdos.

A ver, que me estoy despistando, creo que ya les ha quedado claro que soy hijo de la prensa musical española, ¿verdad? Pues resulta que a finales de los 80 me enganché a un periódico-revista llamado Boogie con sede en Madrid que venía a hacer la competencia a los medios antes mencionados, todos ellos de Barcelona. Me gustaba mucho porque ofrecía una perspectiva muy amplia y por aquel entonces mis propios gustos musicales se habían expandido muchísimo, además los de Rock de Lux se iban poniendo pelín pedantes y tal. Así fue como descubrí la firma de Luis Lapuente, cuyos reportajes y críticas fueron calándome poco a poco. Tú no sabes cómo, pero de pronto vas descubriendo que las cosas que opina ese tipo coinciden mucho con las tuyas, y así poco a poco te vas fijando y si ves que habla maravillas de tal o cual disco a lo mejor te lo compras y todo. Y además, cosa importantísima, se especializaba en “las otras músicas” (soul, latina, africana, reggae, jazz, etc.) lo que hacía que siempre leyese sus artículos con interés, siempre con ese estilo serio pero amable y entusiasta a la vez. Boogie quebró y luego medio se transformó en Efe Eme, da igual, ya me había quedado con el nombre del Doctor Soul.

Seguramente Luis no tiene ni idea de la ilusión que me hizo que contactara conmigo a raíz de la publicación de mi libro “Una historia del pop malagueño (1960-2009)”, un recorrido por 50 años de pop (o rock, esto siempre es un lío de definir) en mi provincia con el que saldaba mi pequeña deuda interna por no haberme atrevido a estudiar periodismo. Él solicitaba un libro a la editorial del Ayuntamiento de Málaga y ya que estaba en copia me atreví a saludarlo y comentarle lo mucho que me gustaban sus artículos, al mismo tiempo me asombraba que alguien pudiera haber sentido el mismo entusiasmo que yo al descubrir, ya de tan pureta, a bandas gloriosas como Los Íberos. Fue así como acabamos conociéndonos en persona, y que queréis que os diga, el hombre me cayó, y me cae, estupendamente. ¿Había dicho los del crítico de rock como músico frustrado? Y un carajo, este hombre era sencillamente un buen tipo que se había visto tocado por la varita mágica de la música y que al igual que yo de joven, había descubierto que no podría vivir sin ella a pesar de que su oficio era el de, sí, doctor en medicina.

Luis es hombre de cultura musical vastísima, un auténtico capo, y me atrevo a decir que el tamaño de su discoteca no debe andar lejos del de mi amigo Salvador Catalán, otro de estos personajes que valen oro en paño. Menciono a Salvador ahora porque hace poco coincidimos en animada charla y ambos compartíamos excentricidades como volver a comprar un vinilo que previamente has cambiado por  su versión CD y luego te has arrepentido porque tus recuerdos van asociados a esa foto, ese formato, ese… Jajajaja, algo digno de Murakami en “De qué hablo cuando hablo de correr”, uno de esos libros maravillosos en los que solo se habla de las manías de uno y que no sabes por qué te transmite tanto. Luis se ha centrado en los últimos años en las publicaciones sobre soul, pero soy testigo de que puede manejar prácticamente cualquier ámbito musical, ahí tenéis sus colaboraciones en Radio 3 para corroborarlo.

Pero es que a mí el soul siempre me ha encantado y oye, debe ser el único género -junto al rock del que provengo, obviamente- que ha sobrevivido a todos los vaivenes de mi gusto musical. Cuando era niño me gustaba, cuando joven, alocado y pedante también, ya asentado como vocalista también, y así hasta ahora. De hecho, creo que el principal rasgo distintivo de la Nueva Ola Malagueña (me resisto a utilizar el término “Movida”) fue su querencia por la música de baile, algo seguramente heredado de la época de las discotecas de la Costa del Sol, fíjate, recuerdo que un vendedor de Warner me comentó allá por los 90 que la costa era el lugar de España donde más discos de música negra se vendían. Qué curioso, ¿no?

En casa tengo la “Historia-Guía del Soul” de Luis y es libro que recomiendo a cualquiera. Además, tiene una cosa que a mí me encanta y que a otros puede parecer innecesaria y es la lista de puntuaciones basada en estrellas. Sé que esto es algo muy discutible, pero es que yo soy fanático de las listas, calificaciones y demás para catalogar los discos. Esta afirmación no es baladí, porque descubrí “Kind of blue” de Miles Davis y “A love supreme” de John Coltrane gracias a una selección de los mejores álbumes de la historia que elaboró el New Musical Express allá por el 1985, lista de la que me compré TODOS los discos (así también descubrí a Joni Mitchell, Isley Brothers y otros artistas imprescindibles). También he comprado muchos CDs con 10 de puntuación que venían reseñados en la revista que mandaba a domicilio la tienda de discos “Del Sur” en la que, mira qué casualidad, nuestro amigo Luís se encargaba de la sección de música negra junto a la de reediciones….

Y ahora el sr. Lapuente se nos descuelga con “Los 100 álbumes imprescindibles del soul”, volumen que cierra una trilogía que inició en 2015 con “El muelle de la bahía / Una historia del soul” y siguió con “La tierra de las mil danzas / Los grandes del soul”. Lo primero que he hecho al ver el listado es mirar cuantos de estos discos tengo y ando por un 65 o 70 por ciento, es difícil de precisar porque de muchos de estos artistas únicos poseo distintas recopilaciones de las mencionadas y tal. Como siempre, una selección equilibrada en la que se mezclan los obvios e inevitables (“Otis blue”, “What`s going on”, las antologías de Smokey o Temptations, etc) con otras elecciones más arriesgadas o personales, a mí por ejemplo me ha sorprendido ver discos que no conozco como los de Valerie June o Doris Duke, qué interesante. Alguna ventaja tendrá el mundo digital, ya estoy haciéndome una carpeta en Tidal con algunos de estos álbumes que no conozco, siento verdadera curiosidad.

El soul debe ser uno de los estilos musicales más ricos del s.XX, lo digo así como suena. Tiene la inmediatez del pop, el sentimiento del blues, el fervor del góspel y el ritmo cimbreante de África. Es música que puedes compartir en cualquier velada y con gente que no sea necesariamente connossieur ni nada parecido. Yo pongo mucho una playlist que me mandó el propio Luis en las reuniones de familiares y amigos y siempre quedas bien, es una música tan espontánea, comercial y bulliciosa que no requiere de gran esfuerzo o conocimiento intelectual: como The Beatles, sin ir más lejos. Y a esa cuestión quería ir yo, resulta que el mejor soul es también música extremadamente comercial, ¿y qué? ¿No es acaso una maravilla poder disfrutar de canciones que te emocionan junto a mucha otra gente? ¿Por qué la década de los 60 es la era dorada del pop en el mundo anglosajón? Porque las listas de éxito estaban copadas por Beatles, Stones, Aretha, Sam Cooke, Otis Redding y muchos otros. ¿Y por qué la década gloriosa en España es la de los 80? Porque el underground se hizo mainstream y grandes canciones de esa era eran degustadas por todo tipo de públicos. Lo cual me lleva a acordarme de otra de mis teorías, la de que al rock español siempre le ha faltado algo de negritud, digamos que ha primado lo del rock sobre el roll y eso, mmm, no es bueno.

Amigo Luis, espero veros pronto a ti y a Ana. Tengo varias cosas que comentarte, hay un par de nuevas chicas en Málaga que me encantaría descubrirte, las voy a meter en los próximos festivales “Funky Town” que organizo este año. Todavía me acuerdo de cuando me invitasteis a ver a Trombone Shorty en Madrid,  qué pasada de bolo, tío. Oye, ahora que caigo querrás presentar este libro en Málaga, ¿no? Cuenta conmigo para hacerte la presentación, o para tomar algo y ya está, la última vez estaba hasta arriba y apenas pude veros un rato. Aquí sigo leyendo, ¿Rotary Connection era el grupo en el que estuvo Minnie Riperton, la de “Lovin’ you”, ¿no? ¡Voy a escucharlos!