Ha sido la noticia de estos días: el músico Mario Salazar, al que no tengo el gusto de conocer, ha iniciado una huelga de hambre frente al Ayuntamiento de Málaga. Es difícil apoyarlo en todas sus reivindicaciones ya que, según parece, los locales donde iba a actuar carecen de licencia municipal (algún día hablaremos también sobre esto) pero digamos que ha sido la gota que colma el vaso de una situación que se torna ya insostenible.
Según me cuenta el también músico Víctor Vallejo, varios concejales bajaron a escuchar a Mario y hasta prometieron revisar la situación de los profesionales del espectáculo, con lo que se ha conseguido aplazar la manifestación que estaba prevista para el lunes en la misma puerta del Ayuntamiento. Todo muy bien, ¿pero realmente se hará algo al respecto? ¿Ha hecho falta que un tipo haga una huelga de hambre para tomar medidas de ayuda a un sector que agoniza? Yo creo que una ciudad como Málaga, que aspira a ser referente cultural, no puede permitirse situaciones como ésta. Tengo verdadero aprecio personal por Paco de la Torre, pero me temo que no puedo estar de acuerdo con su proyectado modelo de ciudad cultural si éste prescinde de la música (“Paco tiene una venda en los ojos con este tema”, me dijo una vez el difunto Damián Caneda). ¿Cuántas salas de concierto hay en Málaga? ¿Dónde pueden tocar las bandas noveles? Dios, vengo de estar un par de días en Murcia y allí hay treinta veces más escena que aquí. No podemos sacar pecho de la calidad de nuestros artistas si la mayor parte de los más conocidos han tenido que irse a vivir a otra ciudad, digo yo.
Miren, durante todo este tiempo, al igual que otros muchos compañeros, he hecho verdaderos esfuerzos por mantenerme templado y transmitir buen rollo en las redes sociales, demasiado jodida anda la gente ya para que la agobiemos con nuestros problemas, ¿no? Nos ha tocado la china –nunca mejor dicho- y hay que apechugar con ello. Pero uno comienza a estar harto del ninguneo absoluto de políticos y administraciones hacia nuestro sector. Que yo haya visto, solo ha habido una mención de un líder político en el congreso hacia nuestra problemática y tuvo que ser Errejón (insospechado icono gay, según me cuentan en Torremolinos), al que nadie parece hacer mucho caso . Tuve una reunión con Juanma Moreno y me reconocía que el comportamiento del gremio de la cultura estaba siendo ejemplar y que de alguna manera había que premiarlo. Sí, ¿pero cuándo?
Dos de los músicos que tocan en mi banda están trabajando en una empresa cárnica, un empleo tan bueno como cualquiera pero que NO ES EL SUYO. Otro, histórico del pop de los 80, está viviendo de sus hijos. Mi amigo Roberto Cantero, nominado a los Grammy Latinos 2008, ha tenido que entramparse con un banco para poder salir adelante. Suzette Moncrief canta en la calle en Torremolinos, cuyo ayuntamiento hizo una drástica reducción de su presupuesto en cultura para destinarlo a bienestar social (algo defendible, sí, pero siempre se recorta de lo mismo, oye). Y no sigo porque esto es un no parar. Vale, la gente de la hostelería también lo está pasando mal, pero no es comparable, en serio. Además no disponemos de una heroína populista que vele (o que diga que lo hace) por nuestros intereses.
Que queréis que os diga, a mí me parece que si el Ayuntamiento de Málaga se ha ahorrado una pasta con la feria, sería justo utilizar parte de esa partida para ayudar a los artistas y técnicos perjudicados. Porque esa es otra, resulta que no tenemos derecho a compensación alguna por los conciertos cancelados. A ver, tenemos un montón de escenarios diseminados por la ciudad, ¿ahora que comienza a hacer buen tiempo no se podrían hacer actuaciones de artistas locales? El tema está en que con las restricciones de aforo actuales no te sale a cuenta actuar en los teatros. Lo del streaming se ha demostrado que es inviable, la gente está dispuesta a pagar por una suscripción a Netflix, pero no por un concierto online…
“Ahora toca reinventarse”, es la cantinela que escucho una y otra vez, generalmente por parte de pardillos que antes se sumaron a la causa de términos igualmente ridículos como “sinergia” y cuyo puesto, vaya, resulta que no peligra. Son los mismos que piensan que vivimos de YouTube, Spotify o la SGAE y que no acaban de creerse, o de interesarse, por las irrisorias cifras reales que se cobran. Pero vamos a ver, ¿por qué me tengo que reinventar yo? ¿Es acaso un músico menos que por ejemplo un abogado? ¿No nos tiramos años ejercitándonos con nuestros instrumentos, componiendo, ensayando? Soy músico, ¿por qué he de dejar de serlo? ¡Reinvéntate tú!