Desatar este nudo que lleva meses formándose en la garganta requiere mucha serenidad, algo que aún no se vende por Amazon aunque seas de Prime. Esta pandemia me quitó las ganas de escribir de cultura con algún intento para dar voz en abril a la protesta en forma de apagón que se desconvocó a las pocas horas de comenzar. Aunque la cultura nos ha ayudado a no caer en el abismo del desánimo en esta guerra invisible, me costaba encontrar la luz en medio de la catástrofe. Este virus que ha aprovechado un resquicio en nuestro sistema inmunológico para atacar a los más débiles, ha abierto una brecha en nuestra vida que han aprovechado todo tipo de depredadores. Qué tristeza ver estallar el whatsapp incendiado por discrepancias y qué alegría saber que no me había equivocado de amigos cuando llegaba la hora de la fiesta Zoom de Andthe, la receta gastronómica con papel higiénico del artista José Cortés, las recomendaciones de lectura de Guillermo Busutil, la generosidad de los directos de Javier Ojeda y la creatividad de Julia Martín con su vídeo confinado, ‘No reason’ se convirtió en un argumento para sonreír.
Tantos días pensando no me sirvieron para adivinar que cuando empezáramos a salir muchos olvidarían por qué nos habíamos escondido, ni se me ocurrió que abarrotarían las calles para protestar. Hasta que George Floyd gritó que no podía respirar no sentí la furia para hacerlo, un nuevo crimen racista que ha unido al mundo y lo ha pintado de negro. Conozco el color del cielo norteamericano cuando se tiñe de protesta. Viví en el 91 el dolor de los afroamericanos tras la muerte impune de Rodney King a manos de la policía de Los Ángeles. Ojalá sentirnos tan vulnerables nos haya hecho perder el miedo y pensar que el tiempo que nos queda no merece la pena vivirlo asustados.
Y mientras el Primavera Sound y el Vida Festival se aplazan hasta el año que viene, el Ojeando y el Festival boutique Starlite, siguen esperando el milagro y que la cultura sobreviva.
(Sandra Pedraja para Diario Sur).