La feria Sabor a Málaga se revela como el reflejo de lo que de verdad somos
Hay un orgullo que se despierta cuando se es de Málaga y que no resulta excluyente ni corrosivo, sino todo lo contrario, porque aquí se impone la bienvenida a lo nuevo y a todo lo que queda por llegar. Hay una marca que defiende todo lo que emana de lo nuestro, pero que no entiende de naciones ni de propiedad: son todos los frutos, toda la savia que sale exprimida con las manos de nuestras raíces y de nuestra alma. Hay un chorizo de Arriate que nos dice que el corazón se esconde en las oportunidades.
La Gran Feria Sabor a Málaga se explaya en su año número diez con la edición más larga de su historia. Son nueve días puestos a nuestra disposición para gastar el dinero de la mejor manera posible, es decir, en nosotros: echándonoslo por encima. Aquí se gasta ricamente en un éxtasis gastronómico y provincial. El Paseo del Parque señala el itinerario de un caminante hambriento de consecuencias: qué sería de nosotros sin lo que producimos. Aquí hay quesos insólitos, untuosas mermeladas, ostras abiertas por un premio nacional, aceite de oliva en cantidades suficientes como para resbalarnos durante toda una vida, hay mil derivados del cerdo, del jabalí, queso de cabra en formatos infinitos, litros de vino lisérgico, zurrapa que derrocha lagrimones y morcillas y chorizos que dan sentido a lo que nos pasa. Hay un lomo de Cómpeta que nos dice devórame otra vez.
Acudo a esta gran feria con hambre y, a mediodía, me encuentro con un espectáculo en el Eduardo Ocón: Alejandra Catering ofrece un sobresaliente arroz con alcachofas y alubias a beneficio de Cudeca, que hace tanto favor a este mundo. La chef tiene una barra de comidas y bebidas en la misma feria y aquello se convierte en el punto de encuentro del sabor más auténtico. Me encuentro allí con Javier Ojeda, que anda felicísimo de su aventura como promotor en Fulanita Fest, y con su mujer, Gema, que personifica el más imponente icono gay que existe en la Costa del Sol. Los dos se nos presentan, literalmente, con doce bolsas de productos comprados en la feria y eso nos hace pensar que deberían alquilar carritos de la compra para que podamos demostrar el amor con abundancia. Gema nos hace escuchar un regalo de su marido y líder de Danza Invisible: desde su móvil suena una canción en italiano cantada por él y se la pone a un padre, que es el mío y que sólo puede cantar en esa lengua. Aparece entonces Leonor García Agua, directora de Sabor y trabajadora incansable por tantos productores que han nacido donde nosotros. Como cada año, este mercado de Sabor a Málaga se revela como el reflejo de lo que de verdad somos: es para comernos.
(Txema Martín para Diario Sur).