Soy plenamente consciente de que las veces que he soltado alguna recomendación literaria por aquí nunca he conseguido despertar la atención. Es normal, yo mismo noto que cada vez me cuesta más sumergirme en una lectura larga y de hecho acabo auto-obligándome para escapar de la dictadura del móvil y las redes sociales que representan la inmediatez más absoluta. En la mayor parte de los casos esa pequeña disciplina de lecturas obligatorias me trae bastantes satisfacciones y en alguna de ellas directamente un flash que es el que me incita a escribir estas líneas.
El libro en cuestión es «Lobo en la camioneta blanca» y es obra de John Darnielle. ¿Quién es este tipo? No recuerdo muy bien cómo llegué a él, pero sí que compré el libro hace unos 4 años aunque no lo he degustado hasta ahora. Me llamó la atención que un músico (Darnielle es el líder de los recomendables The Mountain Goats) fuese capaz de parir una ficción completa, y es que normalmente mi gremio es proclive a, en sus incursiones literarias, a pergeñar interesantes biografías, ensayos de todo tipo -como mi «Una Historia del Pop Malagueño»-, libros de poesía y demás, pero lo de la novela son palabras mayores. La pinta de profesor de Darnielle, con un leve parecido a mi teclista Daniel Lozano, y las críticas deslumbrantes de «Lobo en la camioneta blanca» hicieron que me dirigiese hacia la librería para adquirirlo y leerlo cuando me viniese el momento.
El momento ha sido ahora y vaya si me he alegrado. Intento resumirlo brevemente sin hacer spoiler: el protagonista, que atiende por el nombre de Sean Phillips, es un pobre desgraciado que se ve confinado a una existencia deprimente tras haber sufrido un terrible ¿accidente? (no queda muy claro) que le desfigura el rostro a los 17 años. Sin apenas poder salir de casa, dedica todo su tiempo a la invención de un juego de rol llamado Ciudadela italiana, que parte de la premisa de un mundo devastado por la guerra nuclear en el que los participantes han de encontrar su único refugio en la casi inexpugnable fortaleza. Los participantes del ingenioso juego han de interactuar con el creador, que poco a poco va dándoles instrucciones, hallando así su único contacto con el exterior.
En su casa, el protagonista sufre de terribles dolores y al mismo tiempo es pasto de la incomprensión de sus padres, que no saben qué hacer con su hijo atormentado. Se crean así unas situaciones de tensión casi insostenible que se agravan cuando para colmo de males, dos de los participantes en el juego de rol comienzan a traspasar la línea que separa el juego de la vida real, llegando a exponer incluso sus existencias en aras de acceder a la misteriosa ciudadela.
Interesante, ¿verdad? No cuento más, aunque añado que el final es muy sorprendente. Lo que sí quiero dejar claro es que «Lobo en la camioneta blanca», finalista del prestigioso National Book Award de 2014 es un gran libro, algo que yo y la inmensísima mayoría de músicos jamás sería capaz de crear. Y que me reafirma en mi conocida teoría de que las artes han de ser un todo, me explico, es maravilloso recibir sensaciones «elevatorias» de goce intelectual no solo de los pentagramas, sino de una buena película, serie, cómic, libro o lo que sea.