Estaba volviendo de Madrid el pasado sábado cuando vi las noticias sobre el fallecimiento de Joe Jackson, el papá de Michael, LaToya, Janet y el resto de las saga Jacksons, y no pude menos que sentir un escalofrío al ver como este hombre había explotado salvajemente a su propia prole, haciendo de mánager y exprimiendo impunemente el talento de sus propios hijos. Desde luego que es una historia digna de una serie de las que están ahora tan en boga, pero no tanto como la del Coronel Parker, el mánager de Elvis Presley.
Hace un par de años hice un memorable concierto en el Museo Thyssen de Málaga basado en la exposición de portadas de discos «Pop» y entre el repertorio escogido estaba «All shook up», una de esas canciones que a uno siempre le han hecho especial tilín sin que sepa exactamente por qué. La interpretamos en la versión castellana de Los Llopis («Estremécete»), aquella archiconocida de «es amor, qué voy a hacer, uuu…», que yo he escuchado en un montón de versiones, Miguel Ríos o Los Sirex entre otras. El tema aparece firmado por Otis Blackwell y Elvis Presley e investigando un poco en su historia reparo en que la versión primera que se publicó es de un tal David Hill, aunque en el single solo aparecía como compositor Otis Blackwell,,, ¿qué ha pasado?
El mánager de Elvis, el archiconocido Coronel Parker, fue el primero de una larga serie de representantes que incluyó cuotas de autorazgo para el repertorio de su protegido, a ver si me explico bien, si querías que una de tus composiciones fuese interpretada por el Rey, con todas las regalías de derechos de autor que el tema generase, tenías que ceder un porcentaje. Dado que el contrato de Parker con Elvis incluía una participación de casi el 50% de todos sus beneficios, estaba claro que un buen pellizco de las rentas de «All shook up» y algunas otras piezas históricas iban a parar directamente a su bolsillo. Estas prácticas deshonestas siguen produciéndose hoy en día en todos los mercados discográficos desgraciadamente, sé de muchos-as intérpretes nacionales archiconocidos-as que cobran derechos de autor de canciones a las que solo han aportado su bel canto.
Pero no quiero desviarme del camino. El pobre de Elvis podía ser un gañán de provincias y un derechista convencido, pero nunca fue un racista y siempre reconoció en público su deuda con la música negra, de hecho esos pequeños bocaditos autorales nunca fueron muy de su agrado y por eso apenas lo encontramos en los créditos de sus temas («Heartbreak hotel» es otra de ellas). El inductor de esta discutible práctica fue el mítico Tom Parker, cuya vida como decía antes merece una serie, de verdad que tiene todos los ingredientes. ¿Queréis saber algunos? Pues resulta que no era americano, sino holandés, y su nombre real era Andreas van Kulijk. De origen humilde y frecuentador de los bajos fondos en su Breda natal, emigró ilegalmente a los Estados Unidos en 1929 tras verse involucrado en un turbio asunto de asesinato, e inmediatamente se enroló en el ejército adoptando una personalidad falsa. Tras ser expulsado a los dos años de servicio, poco a poco fue introduciéndose en el mundo del espectáculo, donde consiguió definitivamente abandonar la pobreza; consiguió, o mejor compró, el título honorífico de «Coronel» tras apoyar la carrera de Jimmie Davis, el gobernador de Louisiana. Desde que se convirtió en mánager de Elvis, dirigió su carrera con mano férrea interviniendo prácticamente en todas las decisiones de su representado, tanto artísticas como, sobre todo, financieras.
Todos estos datos han sido descubiertos tras su muerte y os invito a que profundicéis en esta vida nada ejemplar en la Wikipedia, o mucho mejor, en el extraordinario libro «Elvis. Último tren a Memphis» de Peter Guralnick, una de las mejores lecturas rock que uno recuerda. Lo curioso de este caso es que, como en cualquier industria que genere dinero, las luchas de poder han dominado el entorno y han acabado interviniendo en lo puramente artístico. Para que veáis como va el tema, un dato anecdótico entre miles: la editorial de Warner cobra mucho más por «Sabor de amor» que yo, uno de sus principales compositores.
Esto es así y contra eso poco se puede hacer, quienes tienen la sartén por el mango se aprovechan de los que vienen desde abajo y se aprovechan de su talento en beneficio propio. Tampoco me quejo, a lo largo de mis 36 años de carrera tampoco es que haya tenido mala suerte con los representantes teniendo en cuenta como está el patio. He tenido mánagers de todo tipo, unos más honrados que otros, y es un peaje que tenemos que pagar si queremos darnos a conocer. No hay una fórmula única: los hay que cobran porcentaje de todo los generado por el artista, hay otros que solo pagan un sueldo a su representado, unos cobran el 20% de cada gala, otro llegan al 25%, unos se meten en la relación con la discográfica, otros no intervienen en absoluto en materia artística, unos se preocupan por tu look, otros pasan un kilo…
Lo que sí os voy a dejar con un chiste recurrente de mánagers españoles: «¿Sabéis quienes son los artistas? Los hijoputas que se llevan nuestro 80%.»