A mí, que nunca he sido muy seguidor del manga, me siguen encantando los autores de cómics que siguen la tradición de la llamada escuela franco-belga, esa que tiene como mayor exponente la obra de Hergé, Edgar Pierre Jacobs y demás. Pero es cierto que en esos países han florecido muchos otros estilos y sin duda Francia en particular es un país que está a la cabeza en cuanto a la calidad de sus creadores.
Uno de ellos que lleva un tiempo llamándome la atención es Blutch, seudónimo de Christian Hincker. Nacido en Estrasburgo, empezó su carrera a finales de los 80 publicando para la mítica revista Fluide Glacial y desde entonces ha publicado un montón de álbumes, mayormente distribuidos aquí por Norma Editorial. ¿Y de qué va lo que hace este hombre? Pues un tipo de un humor muy particular, siempre con un toque refinado y culto que es muy de mi agrado y con un trazo que no deja indiferente. Yo lo conocí a través de «La voluptuosidad», una obra llena de silencios poéticos que iba calando poco a poco y que según he leído se apartaba bastante de lo que venía ofreciendo hasta entonces, mucho más sarcástico y directo.
Me he venido acordando del señor Blutch porque mientras ordenaba los cómics el otro día me encontré con «La luna al revés» y volví a hojearlo y a volver a disfrutar de él. Es digamos un cómic muy Black Mirror, o sea, está ambientado en un futuro muy próximo y parte de una premisa singular: un autor de cómics a la vieja usanza, de los que todavía siguen usando el trazo a mano sin utilizar para nada la tecnología, recibe el encargo de Media Mondia, una todopoderosa editorial que acapara el mercado del cómic, de hacer una versión renovada del Nuevo Testamento. No voy a contar mucho más para no entrar en el temido spoiler por si hay algún alma sensible que se le ocurre hacerse con este magnífico álbum que acaba tratando de muchas obsesiones que nos preocupan a los artistas como la preocupación por la falta de inspiración, las relaciones con la industria y medios, etc.