Definitivamente, Bowie está ahora mucho más presente en España que prácticamente en toda su carrera. Hace unos días me entrevistaban y charlábamos sobre esta cuestión, sin duda alguna fue uno de mis referentes principales cuando empecé a hacer música. Situémonos en la Málaga de los primeros 80: las apenas 200 personas o así que nos inventamos sin saberlo la Movida local teníamos como principales ídolos del pasado a Bowie y en una escala algo inferior a los Roxy Music, sobre todo los del principio. El estallido del punk dio un golpetazo a nuestros gustos musicales anteriores y comenzamos, al menos en mi caso, a desterrar los discos de rock sinfónico y a abrazar emocionados los nuevos sonidos que venían de USA (New York, más bien) y sobre todo UK; hablo de ese movimiento apasionante denominado New Wave que trajo algunos de los mejores discos de rock de la historia. Y es que las grabaciones de Talking Heads, Ian Dury, Elvis Costello, Joe Jackson, etc. siguen sonando a mis oídos apabullantemente frescas.
Pero hablaba de Bowie. No sé exactamente por qué se convirtió en el músico del pasado que había que venerar o al menos respetar. Y es que el tipo lo tenía todo: una imagen increíble, ese halo de misterio que encandila a la gente joven, una variedad estilística y sonora que te hacía preguntarte cosas, «qué se le habrá ocurrido ahora», ese rollo. Pero dicho todo esto, ese fervor no era extensible al resto de España, me explico, sí que en Madrid los modernos de la época flipaban con él, pero tampoco es que llenase estadios como otros artistas, de hecho hasta la publicación de «Let’s dance» (1983 si no me equivoco) no se convirtió en un artista masivo. Discazos como «Scary monsters», «Heroes», etc. eran pasto de gente «iniciada», discos de culto para gente que en muchos casos acabó dirigiendo sus pasos al arte en cualquiera de sus manifestaciones.
Me he estado acordando porque últimamente no paran de suceder cosas relacionadas con el Duque Blanco, han salido biografías, un libro sobre sus lecturas favoritas, por Barcelona también pasó una exposición con muy buena pinta. La imagen icónica de «Aladdin sane» -nótese el juego de palabras; «a lad insane»– está en camisetas, revistas, yo qué sé. Agustín Sánchez, que lleva tocando la guitarra en mi banda desde hace un tiempo, es de los que desde hace no mucho han sido tocados por la atracción fatal a la obra de David Bowie, se ha escuchado todos los discos y el otro día me contaba que la época que menos le gustaba era la de los años 90. Muy de acuerdo, Agustín, aunque yo salvaría «Outside». Si como dicen las influencias fundamentales de un músico u oyente se forjan en la adolescencia y primera juventud, no cabe duda de que algo del estilo de este hombre ha debido quedar en mí y seguramente también ha sido importante a la hora de formar mis gustos musicales. En el momento en que me encuentro toda esta veneración por su figura se me puede antojar tardía, como algo que ya ocurrió en mí hace mucho, pero esto no dejaría de ser una postura arrogante por mi parte.
David Bowie elevó al rock a los altares de la GRAN MÚSICA. Convirtió al pop en manifestación artística. Hizo que muchos que nos dedicamos a esto nos viésemos obligados a hacer las cosas con clase, a intentar ofrecer un buen producto sin mirar la comercialidad. A incluir el riesgo como aderezo de las composiciones y rebuscar en las otras artes para completar la formación intelectual. Para mí su gran mérito como compositor, ya que su categoría como vocalista está fuera de toda duda, está mucho más en las estructuras de los temas que en los acordes utilizados. La arquitectura de «Life on Mars?» por ejemplo es una obra maestra, cómo van las escaalas subiendo hasta esa conclusión exultante, ahhhh. ¿Y esos estribillos de 12? Mientras lo habitual son los de 8, ahí estaba el tío en «Young americans» haciéndolo irregular, imprevisto y al mismo tiempo cómodo a la escucha, qué gran virtud.
Aprendí inglés en parte traduciendo las letras de «Ziggy Stardust», de hecho todavía soy capaz de cantar buena parte del álbum con la letra correcta. Seguramente por esto me veo absolutamente incapaz de montar alguna versión suya y es que tengo tan interiorizadas muchas de sus canciones que no sabría como derivarlas a otro lado más personal, más «mío». De todos modos con el paso de los años mis gustos se han ampliado muchísimo, ahora disfruto de muchas cosas que antes ignoraba por completo. Hay muchos otros vocalistas que me han prendado y consciente o inconscientemente he pillado cosas de ellos. Pero David Bowie siempre estará ahí. Bowie, siempre Bowie.