La formación liderada por Javier Ojeda publicará un disco en directo con el ‘revival’ que dieron hace dos semanas en Torremolinos, donde empezaron y ensayan sus actuaciones
Foto 1: Chris Navas, Javier Ojeda y Manolo Rubio, del grupo Danza Invisible, el pasado martes en su local de ensayo de Torremolinos (Agustín Rivera).
Su directo es muy potente. Siguen sonando cañón. Y celebran cada lustro de carretera, siempre mirando al sur, como si fuera el último concierto. También como si les tocara estrenarse en el Rock-Ola en Madrid, aquel templo de la Movida. Son Danza Invisible, llevan 35 años dando conciertos, de modo ininterrumpido. No tienen planes de retirada. “Mientras la gente siga yendo a vernos y nosotros tengamos ganas, vamos a seguir”, proclama con seguridad Javier Ojeda, el vocalista (Málaga, 1964). El grupo lleva 1.300 conciertos. A finales de los ochenta y principios de los noventa daban unos 60 de media. Hoy no suelen bajar de 30 al año. Han publicado unos quince discos.
En la avenida Joan Miró de Torremolinos, entre las torres de La Nogalera, diseñadas por Antonio Lamela, fallecido ayer, donde está la calle en homenaje a ellos, y la zona tradicional de El Calvario, hay un lugar entre sus sueños de banda de pop/rock. Chris Navas (bajo) y Manolo Rubio (guitarra y teclados) toman cervezas con Ojeda en el bar Los Valles, que también lleva 35 años sirviendo tapas, menús y compañía. Falta al encuentro Antonio Luis Gil (guitarra), el más veterano del grupo (Málaga, 1956), y autor, junto a Ojeda, de la mayoría de las músicas. Rodrigo Rosado y Ricardo Texidó también fueron partícipes de composiciones claves del grupo.
El sábado 18 de marzo ofrecieron su concierto/cumpleaños en el auditorio de Torremolinos. Acudieron 3.000 personas. Ahora se encuentran relajados. “Fue un curro gordo”, apunta Rubio (nacido en 1961) el que se encarga de la logística y la contabilidad del grupo. “Hicimos la producción completa”. Chris, que nació en Reino Unido en 1962 y es el auténtico torremolinense (con él son cuatro generaciones nacidas en este municipio de la Costa del Sol), va ahora sin gafas de sol, las que apenas se quita en los conciertos, siempre a la derecha del cantante. “Fue como lo teníamos planeado. Era un concierto muy largo, hicimos muchos cambios y creo que salió bastante bien”. Actuó hasta Pablo, el hijo de Javier, que ya da clases de canto. Interpretó una de las canciones más redondas del grupo: ‘Diez razones para vivir’, incluida en el álbum ‘Bazar’ (1991).
De este concierto, grabado en audio y DVD, saldrá un álbum. Hay canciones que jamás habían tocado en directo. El trabajo fue muy duro. En diciembre se pusieron ya a sudar, a soltar adrenalina, en el local de ensayo. Primero una vez a la semana aumentando progresivamente el número de horas a medida que se acercaba la fecha de la actuación. La última semana antes de la cita ensayaban todos los días.
¿Qué aporta Danza Invisible a la música española de las últimas décadas? Sin duda (otra vez hay que decirlo), el directo, donde Javier se emplea sin desmayo quitándose vestuario (suele empezar con una chaqueta, negra o con algún toque colorín o de cuadros como la que lleva puesta en el momento del encuentro con El Confidencial, y acaba con camiseta blanca interior o incluso desnudo de torso). El vocalista corre por todo el escenario, va de un lado hacia otro, derrochando energía, como si fuera un veinteañero que practica ‘Música de contrabando’, uno de sus discos más elaborados. “Con los años tengo más fondo y resistencia. Tenía problemas de espalda y desde que recibo clases en la piscina he notado que mi resistencia pulmonar es salvaje”, apunta Javier.
Loquillo a Ojeda: “Eres la puta voz de este país”
“Eres la puta voz de este país, pero yo soy la estrella”, le dijo Loquillo al cantante de Danza Invisible, como relata Salva R. Moya en ‘Compañeros de camino’, un exhaustivo libro que acaba de publicar Círculo Rojo sobre la trayectoria del grupo en el que se recoge parte de la investigación iniciada por el periodista Antonio Ortín. “Hay gente que la voz la va perdiendo antes. Yo no me la cuido especialmente. No fumo mucho y lo importante es practicar”.
La longevidad como grupo también es inusual. Dicen que si se hubieran trasladado a Madrid Danza Invisible ya habría dejado de tocar hace tiempo, que la capital les habría absorbido y que vivir en Málaga les aporta tranquilidad y estar cerca de la familia y los amigos. “Nunca nos negamos a ir todo el tiempo que fuera necesario a Madrid, pero cuando descansábamos queríamos estar aquí”, aporta Rubio.
Sentados en una amplia mesa de la planta de arriba del bar Los Valles, para charlar sin prisas y evitar el ruido de la calle (se oye la radial de una obra cercana), Ojeda dice que los granadinos de La Guardia llevan casi los mismos años que ‘Danza’, pero durante un par de temporadas dejaron de cantar. Los Secretos llevan más tiempo tocando, aunque de la banda original sólo queda Álvaro Urquijo. En Danza Invisible quedan cuatro de cinco. El quinto en discordia era Ricardo Texidó, que dejó el grupo en 1993 tras la publicación de ‘Clima raro’. Texidó era fundador de la formación musical. Batería y coros, en la primerísima etapa fue el líder del grupo, uno de los principales compositores y letrista.
Y por ahí se va Texidó
“Cuando se produjo la ruptura con Ricardo llegamos a un pacto de caballeros de no menear nada”, precisa Rubio. “Dijimos que había sido un pacto de mutuo acuerdo y le echamos y ya está. Llevamos 22 años tapándolo”, comenta Navas sin tapujos. “Resumamos”, añade Ojeda, “en que tiene un resentimiento que no es capaz de olvidarlo; le deseamos lo mejor. Lo que está clarísimo es que él ha tenido una importancia fundamental en la creación e historia de la banda. Eso es así y jamás lo hemos ocultado. Y ya está”.
El grupo invitó a Texidó a que participara en el concierto del 25 aniversario en el Teatro Cervantes de Málaga [con las canciones ‘Sueños de intimidad’ y ‘El Club del alcohol’, la canción/emblema con la que cierran todos sus conciertos] y en el 30 cumpleaños, en la sala París 15, también de la ciudad andaluza. “Ahora Ricardo nos pone a parir en las redes sociales. Era demasiado invitarle al 35 aniversario”, remarca Javier. “No podíamos arriesgarnos a que se estropeara el buen ambiente que teníamos”, apostilla Chris.
Texidó, en una entrevista concedida al diario ‘Sur’ en 2010, ofrecía su versión: “Danza tuvo dos épocas: la vanguardista y la segunda, la de las ‘javis’, época en la que pasamos de tener un público que vestía de oscuro a tener otro mayoritariamente femenino que gritaba ‘¡Javi, Javi!’ Entonces pensé: el grupo está cambiando, éste no es mi niño, me lo han cambiado. El público había abducido a Danza, que es lo que sucede cuando tienes éxito, aunque nosotros nunca hicimos temas pensando en la fama. Javier es un cantante excepcional y un tío inquieto, que no ha querido nunca repetirse, pero ‘Sabor de amor’ fue la canción que cambió a Danza”.
Curiosamente, ‘Sabor de amor’, su gran ‘hit’, incluida en el LP ‘A tu alcance’ (1988) nunca número 1 de los 40 Principales
Curiosamente, ‘Sabor de amor’, su gran ‘hit’, incluida en el LP ‘A tu alcance’ (1988), del que vendieron 120.000 ejemplares, nunca fue número 1 de los 40 Principales, como recuerda Moya en ‘Compañeros de camino’. El grupo se situó entonces en una dimensión de popularidad que en modo alguno preveían. Saben que parte del gran público, el masivo, sólo les conoce por esa canción. A partir de ese momento llegan a mucha más gente. Siempre la tocan en los conciertos. Es la única fija en el repertorio junto a ‘El Club del alcohol’. ‘A tu alcance’ incluía otros grandes éxitos como ‘Reina del Caribe’ y, sobre todo, ‘A este lado de la carretera’, la versión del éxito de Van Morrison. “La grabamos muy rápido, leyendo la letra. Suena muy fresca”.
Foto 2: Los Danza Invisible, a excepción de Antonio Gil, en su calle de Torremolinos (Agustín Rivera).
La banda bebía en sus inicios de influencias británicas como The Cure o Simple Minds. Luego vinieron otros universos. Otros océanos. Eran amigos de Radio Futura, “nuestros primeros amigos de Madrid”. Mantienen contacto con Nacha Pop, Cómplices, Seguridad Social y Kiko Veneno (que participó en el concierto del 30 aniversario). Javier Ojeda cantó el pasado miércoles en el homenaje al 40 aniversario del Pentagrama de Madrid, el icónico bar de Malasaña donde se fraguó gran parte de la Movida.
“La gente que nos sigue tiene una franja de edad entre 35 y 55 años. Y nosotros nos hemos beneficiado de ese ‘revival’ de los ochenta. Eso es sintomático. Se añora esos tiempos musicales y no hay un recambio claro”, explica Javier. Chris apuntala: “En las radios sólo interesa el reguetón y las cosas ‘indies’”. “Antes había muchos programas musicales en televisión y así se promocionaban los grupos”, dice Manolo Rubio. Más argumentos: la paulatina desaparición del formato físico del CD, Spotify y Operación Triunfo (“eso hizo mucho daño: eso no es música, es entretenimiento”, critica el cantante). El vocalista es más contundente: “La supuesta democratización que traía Internet a la música era un engañabobos: ha derivado en un triunfo del capitalismo más atroz”.
Javier Ojeda no sabe cuándo volverán a grabar un disco conjunto con canciones inéditas. “Requiere mucho esfuerzo», admite
Javier Ojeda no sabe cuándo volverán a grabar un disco con canciones inéditas. “Requiere un gran esfuerzo y en muchos casos es más fácil hacerlo en solitario. Pienso que lo hago yo más rápido y eso no quiere decir que no volvamos a tener un álbum nuevo. Como ves, la onda del grupo es súperbuena”. El cantante es polifacético: organiza eventos musicales, ha escrito la historia del Pop en Málaga desde Marisol, y lleva varios discos en solitario. Ahora pone voz al himno de los Juegos Mundiales de Deportistas Trasplantados.
El último trabajo de Danza Invisible fue ‘Tía Lucía’ (2010). Luego han publicado álbumes de directos y recopilatorios. Tía Lucía no era un familiar de la banda. Era la pizzería de Torremolinos (que ya no existe) donde solían cenar después de los ensayos. ¿Puede un grupo que alcanzó su cumbre de éxito hace más de 25 años enganchar a un público joven? “Artistas veteranos que sigan publicando y que tengan gran aceptación hay poquísimos: Joaquín Sabina es el ejemplo. Todo el mundo lo respeta y cae bien, también a los más jóvenes, con ese punto canalla que tiene”.
“Es verdad que alguna gente se sorprende que nosotros nunca hayamos dejado de tocar. Algunos pensarán que hace tiempo que nos seguiríamos juntos. Para mucha gente la música es su época de juventud. Luego tienen niños y trabajo… Y la música se convierte en algo secundario. Si dejas de estar al loro de lo que suena piensan que ya no existes”, argumenta Javier Ojeda, siempre dispuesto a colaboraciones en sus conciertos. También en álbumes como Catalina (1990) que ofrece ‘Naturaleza muerta’ con el pegadizo estribillo «y volveré, y volveré» que cantaron junto a Los Raperos del Sur. Allá van.
En su local de ensayo
Es el momento de conocer el local de ensayo. Manolo Rubio quita el candado y abre la puerta. Dentro huele a cerrado. “Perdona por el desorden, está todo ‘patas arriba’”. El desorden de su mundo. Donde se concentran para afinar acordes, cuerdas, voces. Un santuario de 50 metros. Ahí está el pie de micro. “Aquí estamos desde ‘A tu alcance’”, precisa Chris. Javier Ojeda contesta un mensaje de Whatsapp de la organización del concierto del ‘Penta’. Prefiere hablar por teléfono.
– ¿Qué hubieses cambiado de la trayectoria del grupo?
– Tuvimos una racha entre finales de los 90 y comienzos de los 2000 en la creo que estábamos demasiado acomodados en grabar, hacer la gira, componer tranquilamente, sacar el disco, tocar tres o cuatro temas nuevos y así el siguiente- admite Javier.
Foto 3: Javier Ojeda en el estudio de Danza Invisible en Torremolinos (Agustín Rivera).
Chris y Manolo van delante hablando de sus cosas. Ya estamos en la avenida Palma de Mallorca, la que atraviesa Torremolinos entre el Centro y La Carihuela. Continúa hablando Javier: “Teníamos una vida demasiada rutinaria y eso no ayuda nada a la creación. Cuando llega la crisis, pensamos que se podían hacer otras cosas, que se puede tocar otro repertorio. Los últimos años han sido súper enriquecedores. Y en parte mucho repertorio que tocamos el otro día no lo habíamos hecho antes precisamente por eso, por ser una banda que vivía relativamente confortable”.
– ¿Danza Invisible eran burócratas de la canción?
– La comodidad no es buena. Hacen faltan los retos, los riesgos, el no sé qué, los altibajos…
El cantante no sabe con qué artista le gustaría cantar a dúo. “No me he puesto a pensarlo. Seguro que con mi timbre de voz quedan siempre mejor los dúos con chicas”. El gran éxito de la canción ‘No me crees’ que cantó hace una década con Susana Alva, la vocalista de Efecto mariposa, aún queda en el recuerdo de otro público que reconocía por primera vez a Ojeda sin su grupo, con un registro más particular, que era mucho más que el que interpretaba ‘Sabor de amor’.
El sótano de El Capote
Cruzando el paso de cebra se llega a la calle Danza Invisible. Y al lado está en el sótano del antiguo bar El Capote, el local de la calle Casablanca donde empezaron a ensayar hasta irse en 1988 a la avenida Joan Miró y que era propiedad del padre de Chris. El Capote se llama ahora John Fer y es una tienda de maletas, situada junto a una parada de taxis. Para llegar al sótano había que bajar unas escaleras infernales. Estos fueron los inicios. “Torremolinos siempre ha sido tierra de vicio y un sitio de gente disipada”, cuenta Javier, tras recordar que fue aquí donde se exhibió el primer ‘topless’ en España a cargo de Gala Dalí.
Chris y Manolo pasan por la Plaza de la Nogalera, donde actuaron en 2015 tras muchos años de silencio impuesto por el veto del anterior alcalde del PP de Torremolinos. “Cortaron el tráfico de todo el Centro y aquello no fue sólo un concierto, sino algo de impacto social aquí”, recuerda Chris, tras rememorar el pasado internacional del grupo: “Hemos actuado cinco veces en México, en Jordania, Polonia, Suiza, Holanda…”.
– ¿Sois como los Rolling Stones de Málaga?
– Si nos hubieras preguntado hace 25 años que si seguiríamos tocando a esta edad habríamos pensado entonces que seríamos unos viejos y fíjate ahora. Eso lo marca la gente. Yo no sé hacer otra cosa. Me dedico a esto- responde el ‘british’ que hace cuatro años organizó una exposición de fotografía de sus viajes por el mundo.
En el Bar Los Valles suena ahora ‘Sin aliento’ (1986). Otro emblema generacional, un himno en Sudamérica. Chris y Manolo brindan por los 35 años del grupo y los que quedan por venir.
(Reportaje de Agustín Rivera para El Confidencial).