El gran grupo malagueño de La Movida vuelve a tocar en Torremolinos doce años después
Que Danza Invisible toque en Torremolinos puede pasar desapercibido para muchos. Puede considerarse como una línea más en la agenda musical, un evento como otro cualquiera para recordar buenos tiempos en un verano que se apaga. Pero viene cargado de sentimientos, de nostalgia y de simbolismo. No se ha escogido un lugar al azar para el directo.
Será este viernes a las 22:30 horas en la plaza de la Nogalera, epicentro histórico de un Torremolinos que, casi de un día para otro, decidió dejarse arrastrar por los vientos de la libertad. Ahora es capital del ocio gay, por derechos históricos. Este lugar ha visto cómo todo cambiaba, es perfecto para una actuación de un grupo que participó en la revolución. Que ha cambiado, sin dejar que lo importante lo haga. Danza Invisible es un orgullo para Torremolinos, es parte de su identidad. Se agradece la visita, pero no se entiende que haya tardado doce años en llegar.
La presentación de la actuación de la banda en su ciudad natal se hizo en la calle Danza Invisible, prueba irrefutable de la fortaleza de los vínculos. «El volver después de tantísimos años nos llena de orgullo porque durante estos años hemos vivido un contrasentido enorme: que el grupo de Torremolinos con mayor repercusión a lo largo de la historia, con una calle en el municipio y habiendo crecido en la calle Casablanca, llevemos tantos años sin tocar aquí», dijo el líder y vocalista del conjunto, Javier Ojeda, desplazando la responsabilidad de su ausencia.
El espectáculo será de hora y media de duración y ‘los Danza’ ya han adelantado que tocarán los temas más clásicos de su repertorio. Estará Sabor de amor, una canción que solo se entiende si lo cursi estaba de moda a finales de los ochenta, el tema más popular del grupo.
La Movida madrileña suele caer en la presunción al utilizar dos argumentos: que solo se circunscribió a la capital y que con ella vinieron los primeros atisbos de libertad tras la larguísima noche del Franquismo. Torremolinos los contradice. En la Costa del Sol turistas y extranjeros traían consigo costumbres que más de una vez requirieron de la represión policial del régimen, mucho antes de La Movida. Aquí estuvo el primer bar gay de España. Además, en los 80 muchos otros grupos de la periferia participaron de la sacudida cultural. No solo Siniestro Total o Golpes Bajos. También Danza Invisible. Con un frenético directo suavizado al pop en los álbumes, los malagueños recuerdan con cariño aquella primera actuación en el Rock-Ola, porque si no actuabas aquí, no estabas en La Movida. Aquel mítico local desapareció fruto de la caída en popularidad del movimiento y de una sangrienta pelea entre mods y rockers, pero Danza Invisible continuó. Llevó a Madrid aires del sur y trajo una segunda renovación. La primera vino de mano de Ava Gadner, La Carihuela y el Hotel Pez Espada.
«¿Los motivos del nombre? Ni ellos mismos se acuerdan hoy día; aunque seguro que algo tuvo que ver la moda de los nombres pretenciosos de la época», recuerda Javier Ojeda al rememorar la biografía del grupo, al que accedió de mano de Ricardo Texidó. Danza Invisible se formó en 1981 y desde entonces atesoran 21 discos. Nacieron traduciendo los sonidos alternativos y vanguardistas del pop rock de por entonces en Reino Unido y Estados Unidos, pero también incorporaron a su producción a lo largo de los años música latina y negra, e incluso flamenco y rap, con dispar resultado. El carisma y la voz de Javier Ojeda ha sido prácticamente la única constante. Su amplio registro vocal, pese a las limitaciones de tantos años sobre el escenario, sigue estando vigente.
«Vamos a hacer unas interpretaciones que están diseñadas especialmente para este concierto en el que espero que esté gente de Torremolinos de todas las edades y símbolos políticos», afirmó Ojeda durante la presentación del concierto, del ciclo ‘Culture Summer’, de Torremolinos, que ha celebrado en la ciudad más de cincuenta actividades culturales desde el 1 de agosto.
El malagueño habló de pluralidad, porque como otros muchos grupos de la cara más comercial de La Movida, lo ochentero suele sonar bien a todos los públicos. También lo hizo por el simbolismo, porque este no es un concierto más. Es un homenaje a una plaza, a una ciudad que pasó a ser de un pueblo de pescadores a la meca del turismo. En ella, desde entonces, caben todos.
(Reportaje de Javier Martínez para El Mundo).