Javier Ojeda, líder de Danza Invisible, lo dio todo en el escenario de San Lorenzo.
Grandes dosis de nostalgia que contrastaban con la energía desbordada de Ojeda.
Si siempre han sido un grupo elegante, en la despedida se han superado. Toda una muestra de poderío, con ocho músicos en escena, y hasta un técnico ilustre a los mandos, el mítico Floren de Rockola.
Hasta veintitrés canciones, en casi dos horas. La única que no tocaron fue aquella de «hay una fiesta después de la fiesta»
Más de cinco mil personas llenaban el césped de San Lorenzo.
Casi en orden cronológico irían desgranando un repertorio que incidía sobre todo en su primera época, con grandes clásicos como ‘Mercado negro’, ‘Agua sin sueño’ o ‘La estanquera del puerto’.
Más hiperactivo que nunca, el cantante recorría las tablas sin descanso, se subía a los monitores y hasta llegó a dar un par de vueltas corriendo al escenario.
Javier Ojeda, líder de Danza Invisible.
El público estuvo muy entregado durante todo el concierto, en el que hubo un ambiente de nostalgia por la retirada del grupo de los escenarios.
Danza Invisible se despidió con su habitual elegancia.
(Daniel Pedriza para El Diario Montañés).