El fin del verano

El ibero medio regresó a casa el domingo pasado tras su corta incursión por las playas patrias. Y para sobrellevar el tradicional atasco, alguno desempolvó un viejo cedé y escuchó con nostalgia aquella canción que tanto nos hizo mover el esqueleto a finales de los ochenta, cuando no nos dolía nada. “El fin del verano siempre es triste…” susurraba Javier Ojeda antes de entrar en frenesí a medida que avanzaba el tema. No le faltaba razón.

Evidentemente, el cantante malagueño no podía atisbar lo que nos traería, treinta y pico años después, la consumación de este estío de 2021.

Su bullicioso cerebro juvenil no llegaría a imaginar que una ministra del gobierno -la podemita Irene Montero para más señas- pudiera comparar la violencia que sufren las mujeres en España con la que padecen las de Afganistán, donde muchos expertos reconocen ya que su situación podría convertirse en algo cercano a un genocidio a raíz de la invasión de los talibanes.

Tampoco sospecharía que dos clubes de fútbol pararan el reloj de la historia por el posible fichaje de un galopante joven francés regateando, como en un zoco árabe, con cifras cercanas a los 33.000 millones de las pesetas de entonces. Se quedaría ojiplático al ver que mientras un constructor español y la mano derecha de un jeque qatarí juegan a los triles, a escasos metros del Bernabéu continúan creciendo las colas del hambre que ha provocado la omnipresente pandemia de un virus del que nadie sabe su origen a ciencia cierta todavía.

Su electrizante mente no barruntaría que el precio de la luz pudiera dispararse sin freno casi un 200% de un agosto a otro, alcanzando récords históricos y colocando a muchas familias, y también negocios, al ‘otro’ lado de la carretera, como cantó en otro de sus populares éxitos. Este desbocado encarecimiento energético ha llevado a la inflación de este mes que expira a su máximo en casi una década, mientras el Gobierno y su mandamás vacacionan indolentes e inoperantes, como dirían en Argentina.

A Salva Cruz no lo conocerá, claro. Pero si, por un casual, llegara a sus oídos que el procurador regional salmantino ha echo mutis por el foro de la política, a media legislatura, para trabajar en una empresa dedicada al desarrollo de tecnología solar fotovoltaica, pensaría lo que todos cavilamos en estos momentos: “Qué tendrá la electricidad que tanto gusta al político cuando abandona su carrera parlamentaria…”.

Y mucho menos columbraría que un virus iba a mantener en jaque al mundo entero, sin respetar estaciones siquiera. La ciega esperanza puesta en las vacunas por los gobiernos occidentales para acabar con el maldito bicho parece esfumarse ahora con la variante Delta. Un estudio, elaborado por la prestigiosa “The Economist Intelligence Unit”, asegura que la inmunidad de grupo -aquella que las autoridades sanitarias nos dijeron que llegaría cuando estuviera vacunada el 70 por ciento de la población- es “inalcanzable”. Este hecho obligará a los países a replantearse su estrategia para enfrentarse a la enfermedad, ya que todo apunta a que las vacunas no van a ser suficientes. El informe destaca que los preparados de Pfizer, Moderna o Janssen no son la solución mágica que los gobiernos esperaban puesto que no evitan los contagios. De este modo, los redactores del análisis auguran que la mal llamada nueva normalidad será vivir con la covid-19 sin remisión.

Ante este panorama, el ibero medio, al terminar la canción de los malagueños, y poner las noticias en la radio se dijo: “Mejor me doy la vuelta y busco de nuevo la paz de las olas”. Le sugiero que no sean las del mar Menor, que dicen ha perdido su legendaria transparencia y agoniza entre vertidos descontrolados. Qué triste.

(Miguel Ángel García-Mochales para La Gaceta de Salamanca).