¿Hay vida en Marte?

Pues parece que sí, es la noticia de los últimos días. Pero lo fuerte es que lejos de impactarme, me pasa de lado sin más, sumergida entre fichajes de futbolistas y nuevos follones del PP. ¿He perdido capacidad de asombro ante el aluvión de horrores cotidianos de la tele? A lo mejor, y mira que he sido fan de David Bowie, que precisamente se refirió al tema de la ciencia ficción en algunas de sus más celebradas canciones como “Space Oddity” (homenajeada-plagiada por Bunbury en la por otra parte estupenda “Lady blue»), “Ashes to ashes” o la que da título a este artículo. Pero sobre todo creo que lo que ocurre es que la posible vida de la que hablamos es algún tipo de microorganismo cutre, y eso la verdad es que nos da igual, vamos, como si se extingue un insecto rarito de Mongolia. Otro gallo cantaría si fuesen marcianos “de verdad”, verdes, sin pelo, cabezones. ¡Qué chachi! Podríamos coger alguno y meterlo en Gran Hermano a ver con quien se enrrolla. O en OT, para ver como le bacila el Risto. ¡Eso si sería un notición!

Oye, ¿y si hay extraterrestres de verdad? Imaginaos que se dedican a observarnos, flipando con como tratamos el planeta, descojonándose de nuestras religiones de pacotilla. Es que no veas, entre el Papa ayudando a propagar el sida en África al condenar los condones (¡valga la redundancia!), los integristas musulmanes con su guerra santa y los millonarios pamplinas entregándose al budismo estamos como para un premio. Quizá los extraterrestres tienen una especie de peñas malaguistas donde, a falta de cervecita, beben un brebaje llamado 3hdb47 que les pone a gusto mientras ven en una pantalla interactiva las chalauras que hacemos.  A mí me da por pensar que, vista nuestra idiotez y nuestra tendencia a cargarnos cosas –piensen sin ir más lejos en nuestros alegres muchachos de ETA- lo mejor sería que los alienígenas fuesen unos tíos guay y decidiesen invadirnos pacíficamente; y luego ejerzan alguna forma de despotismo ilustrado con nosotros. Podrían utilizar sus súper-poderes para regenerar un poquillo el planeta, y una vez que lo tengan medio decente hacer que no nos dediquemos a nada importante y punto. Y eso sería felicidad, ni mantra ni pollas en vinagre.

Lo único que me preocupa de este asunto es que decidan implantar música fea en el planeta. Aunque cultos e inteligentísimos, puede que su sensibilidad se estimule más con el Arrebato que con el mentado Bowie. Quizá llegaría para mí entonces la hora de liderar la Resistencia. Grrr, mandamos naves a Marte pero nadie es capaz de arreglar los cortes de luz de mi barrio.

 

(Artículo publicado en ADN Málaga el 29-05-08).