Cantante del grupo Danza Invisible, está inmerso ahora en su tercer disco en solitario
Javier Ojeda está cansado del pop que tanto practicó en los inicios de Danza Invisible y con el que mucho público sigue relacionándole décadas después, pese a que su empeño reciente ha consistido más en tender puentes entre América y su Málaga natal, como en su tercer disco en solitario.
«Estoy harto del pop convencional porque lo he practicado mucho y, en ese sentido, me da coraje que haya gente que se quede solo con la imagen del Ojeda que canta ‘Sabor de amor’, ‘A este lado de la carretera’ o el dúo ‘No me crees’ con Efecto Mariposa», ha dicho este martes a Efe en una entrevista por la reciente publicación de «Barrio de la Paz. Acto 1» (Diagonal Music).
Reconoce incluso que, durante una temporada, le cogió «manía real» a ‘Sabor de amor’, solo «una faceta más» de su carrera, aunque una faceta exitosa, conviene a continuación, que le ha permitido llegar donde está.
Con «Barrio de la Paz» no están claras las diferencias entre la música que practicaba en los últimos discos de su banda y qué es puro Javier Ojeda, como sucedió con aquel primer disco en solitario, «Polo Sur» (2006), en el que aún trataba de demostrar que podía tocar otros palos.
De hecho, ya no reserva nada para Danza Invisible, que no publica un disco de estudio desde el lanzamiento en 2010 de «Danza Total» y que se ha convertido, afirma, en «una banda de directo, sin un propósito claro de hacer otro disco conjunto».
Después de más de 30 años juntos, explica, es difícil seguir conciliando las distintas sensibilidades de sus miembros, pero la relación sigue siendo estupenda. Prueba de ello es que Antonio Luis Gil, el otro compositor del grupo, firma junto a él uno de los cortes de este álbum, «Idea».
En «Barrio de la Paz», Ojeda descubre una «Málaga americana» que oscila de la rumba al soul en compañía de la banda Hispanocubans y el piano de Daniel Amat, con mucho swing y algún ramalazo aflamencado.
«La música que más me ha gustado siempre ha sido el soul y la música latinoamericana», dice este músico conocido por algunas famosas versiones de temas clásicos.
En este caso adapta cuatro canciones ajenas: «Everything but you» de Duke Ellington, «If it’s really got to be this way» de Arthur Alexander, «Carnaval de toda la vida» de Vicentico y, de forma estelar, «Teadrops» de Bobby Womack, rebautizada como «Lágrimas».
«Tengo un sexto sentido para saber a qué canciones le puedo poner mi alma», destaca.
El «aspecto retro intencionado» comulga con la nostalgia que impregna todo el disco, incluido el título, que alude a la infancia de su autor en el Barrio de La Paz de Málaga, en el que, huelga decirlo, no se escuchaba soul.
La mecha de ese sentimiento de melancolía, «buen rollo y paz»prendió después de un homenaje que organizó en Málaga para Pepa Flores, alias Marisol, congregando a una variopinta muestra de artistas, entre copleros, cantautores, raperos, flamencos, roqueros alternativos y «drag queens».
Ojeda defiende el «placer mundano de las pequeñas cosas», como «unas gambitas» en su antiguo barrio, y eso le llevó a este disco «luminoso y expansivo», un ejercicio de evasión tanto del clima general de rostros malencarados como de «las canciones de amor intrascendente», que no tocan «en estos tiempos», opina.
«Quiero olvidar los problemas, la puta hipoteca y las letras del coche», canta en «Oiga, camarero», el chachachá con el que se abre el disco y un tipo de denuncia social que apuesta por la ironía.
Por recomendación de su mujer, se incluyeron dos dúos mixtos, uno con Celia Flores, la hija menor de Marisol, y otro con Irene Lombard.
A ella le une una misma filosofía: «La música es un don divino y no se piensa en términos de comercio».
«Yo he sido muy afortunado, pero si pensara en dinero, en vez de sacar un disco nuevo con este formato, habría publicado un recopilatorio de éxitos», defiende Ojeda, que actuará el 15 de junio en el Teatro Cervantes de Málaga.
(Reportaje de la Agencia Efe).