Javier Ojeda / Músico
Después de Danza Invisible, el artista completa su viaje por la música latina en la segunda y tercera entregas de «barrio La Paz».
Lideró y lidera desde hace tres décadas Danza Invisible, pero desde hace años su carrera en solitario tomó un camino musical hacia los ritmos latinos. «Pero no reniego de nada, me sigue emocionando salir de gira con el grupo», señala Javier Ojeda (Málaga, 1964), que acaba de publicar «Barrio La Paz Actos 2 & 3», una nueva entrega de lo que describe como «una epopeya en la Costa del Sol».
–Un disco con dos actos.
–Ésta es una historia planteada en medio broma. El trabajo es resultado de la fusión de géneros y pensé en tomar como referencia la «Ópera de los tres peniques» de Brecht. Al haber músicos cubanos involucrados, pues nos hizo gracia llamarlo «mambópera». Es un disco que habla de la felicidad en las cosas pequeñas, como una reivindicación de los valores auténticos.
–Toma el modelo de la charanga popular.
–Exacto, como esas orquestas de barrio en las que se pasa del pasodoble al cha cha chá o la rumba.
–Está ligado a la Costa del Sol. ¿Cómo es para usted?
–Cuando yo llegué al Madrid de la Movida la impresión que tuve es que la ciudad no estaba tan avanzada en términos de música y de vanguardia como lo estaba la costa de Torremolinos, donde yo me he criado y que se abrió al mundo mucho antes. Pienso en una explosión de colores.
–En los medios ha aparecido por otras razones.
–Esa crítica a todos los sinvergüenzas que se la han cargado está en el disco, pero trato de darle optimismo. A pesar de todos los pesares y las cosas que se imagina la gente que ocurren aquí, Marbella es un sitio donde se vive de puta madre. Y al mismo tiempo me sigue sorprendiendo la capacidad innata que tiene el hombre para arruinar todo lo que es bello. Por ahí va el concepto del disco.
–El ser humano es un peligro.
–Trato de alertar de los peligros, porque nosotros somos los culpables de las barbaridades que han ocurrido por aquí. A Jesús Gil y a otros que estuvieron 20 años les votó la gente.
–¿Si Bertolt Brecht viviera hoy haría un disco?
–Pues estoy convencido. Pero yo he hecho un álbum un poco «naive» deliberadamente, no es un trabajo político ni nada parecido. El barrio de la Paz es el lugar donde nací y me crié, y allí todas las calles tienen nombres de compositores. La idea simpática era presentar a gente noble luchando contra sinvergüenzas. Pero con mensaje humanista. La concordia frente a la violencia que vomita la televisión a diario.
–¿Qué siente con las noticias?
–Me siento manipulado. Sólo hace falta leer lo mismo contado por distintos periódicos. Parece que la prensa está como en el fútbol, o eres del Madrid o del Barça. Compras lo que quieres escuchar.
–¿Y qué prensa leen los del Málaga?
–Yo picoteo de muchos lados, me bautizo como librepensante.
–Tienen un jeque de presidente…
–En el Málaga hemos hecho de catetos, a lo «Bienvenido Mr. Marshal». Todo el mundo celebraba que vinieran los jeques, como si nos fueran a poner el club en lo más alto. Y lo que no esperábamos es que iba a ser un desmadre. Casi todos los de aquí queremos que venda y que se vaya. Hay quien dice que, de todos los jeques, hemos traído al más tonto (risas).
–¿Cómo es su recuerdo del barrio?
–Mi padre progresó un poco y nos vinimos aquí. Para nosotros era el colmo de la prosperidad y no es más que un barrio obrero. ¡Lo feliz que he sido en este lugar que tiene una densidad de población altísima! Pero tenía un campo de cañaverales que llevaba a la playa directamente. Y en esas cosas está la felicidad.
–Incluso en el peor vecindario uno desarrolla un sentimiento de pertenencia.
–Así es. En mi barrio se come muy bien y muy barato. Allí esta el bar de las famosas albóndigas que Dani Rovira mencionó en la ceremonia de los Goya. Ése es mi barrio y en concreto mi bloque.
–Se llenaría de turistas.
–Se ha llenado y los señores del bar están encantadísimos.
–Hablando de turistas, en el disco participa Chiquito de la Calzada.
–Es que es una leyenda de los años 60 de la Costa del Sol. Antes de hacerse famosísimo en España era bien conocido aquí. Se ganaba la vida en fiestas de cumpleaños y bodas. Y me pareció bonito que él pudiese contar sus impresiones de aquellos años. Como mi padre, que vio un mundo de oportunidades en todo el turismo y la apertura al exterior. Él y toda la familia se debatía entre ir al extranjero o buscarse la vida. Y le dijeron: «No te hace falta irte a Alemania, Alemania está aquí». Y efectivamente, salió del pueblo y se fue para allá.
–Fue una celebridad y desapareció.
–Está muy mayor, pero es que, paradójicamente, el hombre que hizo reír a toda España ha estado con depresión desde que falleció su mujer.
–La historia se escribe de manera coral.
–La prioridad era hacer un disco con las canciones hilvanadas. Me parecía muy interesante porque era parte de una investigación, todo tenía un sentido.
–Pero hay saltos estilísticos.
–Sí, y a veces son brutales, pero los temas funcionan como escenas de diálogos diferentes. Pero al servicio de la misma idea.
–¿Se siente renacido con este proyecto?
–Siento que hago buena música y que sigo mi camino, aunque sea otra onda con respecto a lo que está de moda. Puede que apueste por estilos que se han visto menos como el soul o el funky o la música latina antigua. Pienso que mi camino es coherente.
El lector
«Leo la Prensa, la nacional y la local, por costumbre, porque me interesa conocer lo que pasa, pero la verdad es que el panorama no es muy alentador y la prensa está muy polarizada», cuenta el músico, que sigue la información de deportes por el Málaga y también la de Cultura.
(Entrevista de Ulises Fuente para La Razón).