- La banda celebra tantos años de amistad, de actuaciones y de “haber conseguido algo importante todos juntos”
- El vocalista asegura que el concierto del 8 de junio en Torremolinos será con “muy buen rollo” y un adiós por todo lo alto
- Danza Invisible se despide tras 40 años con una gira de 12 conciertos: ‘Sin decir adiós’
Foto: El vocalista de Danza Invisible, Javier Ojeda, en uno de sus conciertos
Poco más de cuatro décadas acumulan una larga lista de sueños cumplidos, risas, lágrimas y muchas gamberradas. Después de 40 años, Danza Invisible se despide de su público con la gira Sin decir adiós, los últimos 12 conciertos “muy bien escogidos” entre los que se encuentra Torremolinos, ciudad que fue testigo de los comienzos de la banda. La fiesta de despedida tendrá lugar el sábado 8 de junio en el Estadio Municipal El Pozuelo, después de una reubicación para acoger a más asistentes. Aún quedan entradas a la venta.
El vocalista del grupo malagueño, Javier Ojeda, ha adelantado a este periódico que el concierto será “uno de los más largos de nuestra carrera y un repaso por un montón de temas emblemáticos, bien ejecutados y con muchas ganas”. También habrá, de forma inevitable, “muchos momentos emotivos” a lo largo de la velada. Pero, sobre todo, va a ser un adiós por todo lo alto, “con muy buen rollo, alegría y acordándonos de lo mejor del tiempo vivido”.
No hay concierto en Málaga capital y, aunque “uno piensa que sea una pena” que no haya una fecha allí también, porque él es malagueño de La Paz. El 40 aniversario fue en la Plaza de Toros de la capital y tiene “toda la lógica” que se desarrolle en la ciudad de la Costa del Sol. “Nuestro primer local de ensayo y donde se fundó la banda fue en Torremolinos, tiene todo el sentido hacerlo ahí”, ha explicado.
Las despedidas no suelen ser fáciles de digerir y tienen “un componente de tristeza y melancolía por el tiempo pasado” porque suponen “el final de una era”. Sin embargo, Ojeda está feliz: “Lo importante es que creo que nos despedimos cuando nos tenemos que despedir y lo hacemos con bastante buen rollo, no hay enfados entre el grupo ni nada”. En palabras del artista, esta “aventura adolescente” la han estirado hasta “casi el infinito y más allá”. En esta gira celebran “tantos años de amistad, de actuaciones, de haber conseguido algo importante todos juntos”.
No se trata de una despedida, sino de una celebración por la trayectoria memorable de la banda: “Tanto Chris como yo vamos a seguir haciendo música, lo que desaparece es la marca Danza Invisible como tal porque Antonio ya está jubilado, tiene 68 años y era una situación que uno llegaba a plantearse si seguir con la banda o no”. Habían llegado a “un punto de rutina, demasiados años sin publicar nada juntos y es el momento perfecto”. Lo último que publicó Danza Invisible fue un disco por el 30 aniversario “que era más bien grabaciones de mezcla”, por lo que les “faltaba un nuevo trabajo, un último impulso”, o bien “la traca final, que va a ser esta despedida”.
El adiós de Danza Invisible como banda fue una decisión del vocalista: “El año pasado decidí estar sin girar con el grupo porque al terminar la gira del 40 aniversario estaba un poco quemado, estaba metido en una espiral de demasiado trabajo”. Según ha comentado Ojeda, el grupo estaba en un “punto de no retorno” y decidió tomarse un año “para trabajar en sus cosas” y para “dar tiempo a todo el mundo para reflotar el proyecto conjunto”. El año pasado, el guitarrista Antonio Gil le comunicó su jubilación y, tras una reunión de todos los componentes, decidieron “hacer una gira con pocos conciertos elegidos para celebrar nuestra amistad y nuestro buen rollo”.
Se acuerda perfectamente de sus comienzos en los bares y, de hecho, defiende que es algo que no se debe olvidar: “De vez en cuando sigo tocando en bares. El que es músico siempre toca donde encarte y le divierta, y algunos de los mejores recuerdos que tengo asociados en directo ha sido en bares, no me importa que sea un sitio más pequeño”. El cantante ha afirmado que sabe lo que es “tocar para una barbaridad de gente” y que tiene “recuerdos maravillosos asociados con escenarios de 150 o 200 personas”. No tiene nada que ver lo que se vive en un escenario o en otro.
¿Qué le diría al Javier Ojeda de los años 80? Entre risas, ha contestado con rotundidad que “se centrase”. “Tengo siempre la sensación de que he ido 10 años por detrás, cuando tenía 30, parecía un veinteañero. En la década de los 80 era un crío en todos los niveles, en lo bueno y en lo malo”, ha detallado. Cuando entró en la banda, empezó “tímidamente a intervenir en la composición” hasta que, con el paso de los años, se convirtió en “uno de los principales impulsores de la banda”. A partir de los 90 empezó a “tomar más las riendas del proyecto”. “Pienso que me habría gustado emprender otros proyectos en solitario antes de cuando lo hice por aquello de ser el más joven del grupo”, ha confesado.
En cuanto a anécdotas, ha resaltado que con los dos primeros años de Danza Invisible se puede escribir un libro: «Al principio de los 80 no éramos unos gamberros, éramos unos punks». Ojeda ha recordado los inicios del grupo, cuando apenas llevaba cuatro meses, fueron a participar al primer concurso de rock de Andalucía, el concurso de Pop Rock Alcazaba de Jerez. Alquilaron una furgoneta y nada más salir de Torremolinos, tuvieron un percance al pasar por un puente bajo. El techo se quedó abollado. Al llegar a Jerez, Gabinete Caligari o Derribos Arias, o los dos grupos al mismo tiempo, estaban en la prueba de sonido. «Mientras tanto, nosotros, que éramos punks no, lo siguiente, pusimos música en la furgoneta a todo trapo y nos dedicamos todos a saltar en el techo de la furgoneta. El resto de grupos nos miraban como diciendo ‘quiénes son los majaras estos'».
Al regreso, como estaba toda la furgoneta abollada, le dijeron al hombre de la empresa de alquiler que se les había caído la torre del equipo de sonido, y les respondió «que no nos preocupásemos porque estaba asegurado y que menos mal que no nos había pasado nada». «Valientes hijos de puta estábamos hechos. Todavía lo somos, pero a estos niveles no», ha rememorado entre risas. Danza Invisible es para el cantante toda su vida, el «proyecto más importante». «Son los que me han hecho ser quien soy, este músico», ha confesado. Para él, la banda la definiría en tres palabras como «genuina, personal y pasional».
Sobre cómo cree que les recordará, ha respondido que son un grupo que ha «caído bien a la gente en general»: «A pesar de nuestras anécdotas de los principios y las gamberradas, siempre hemos tenido un compromiso increíble con el público. Siempre hemos hecho conciertos muy buenos, nos hemos entregado. Somos gente muy sencilla en el fondo y eso ha hecho que la gente nos tenga bastante aprecio», ha expresado. La gira se llama Sin decir adiós porque ahí queda su legado y sus canciones, «el recuerdo de tantos conciertos buenos». «Aparte, esto no es una retirada de la música, yo sigo tocando en solitario, Chris va a montar una banda por su cuenta, y esto es un adiós sin decir adiós», ha declarado.
En cuanto al legado que deja Danza Invisible, el artista lo tiene claro: «Somos los representantes más importantes, no los mejores porque había muchos, de la época de la nueva ola de los 80 de Andalucía». Según cuenta, ellos trajeron «lo que era la modernidad a la Costa del Sol» y eso es «lo más importante» que han podido tener, además de «un montón de canciones en la memoria colectiva del país».
Proyectos individuales
Javier Ojeda ha lanzado a finales de mayo un EP compuesto por tres canciones que «ha salido un poco por accidente» porque no me pensaba publicarlo ahora. A su hijo Jassy Ojeda le gustó mucho una canción que tenía co-compuesta y le sugirió hacerla dueto. En una comida familiar, su otro hijo también se animó. La canción, Viento de poniente, habla de la situación de los migrantes «que viajan a nuestro país en cayucos» y le pareció «bonito cantarla entre padre e hijos». También ha sumado un tema por el 150 aniversario de Cruz Roja de Málaga. Completa el trabajo un sencillo que hizo hace años para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de Lorca, en Murcia: «Al final han quedado tres canciones de temática social y benéficas, como un apunte muy bonito dentro de mi trayectoria».
La música para Javier Ojeda lo es todo. Se despierta con música, viaja con música, la escucha constantemente, habla de ella, la analiza, la investiga. «De todas las artes, para mí es la que llega más directamente a las emociones», ha señalado y se ha mostrado agradecido por poder dedicarse a ello, como si aún no se lo creyese. También ha añadido: «Siempre es un mundo por descubrir. Por más que sepas de música, siempre hay algo o puede haber alguna grabación que te sorprenda. Es un mundo inabarcable».
(Mar Bassa para Málaga Hoy).