La hoguera de las vanidades

Me he levantado hoy con un humor de perros, así que contraviniendo la habitual línea de corrección de las últimas semanas vamos a hacer honor al título de esta sección disparando a diestro y siniestro. Preparados, listos…

Ya. Está claro que los artistas, y los músicos en particular, tenemos últimamente un montón de motivos por los que quejarnos, pero no es menos cierto que entre los nuestros anda mucho capullo suelto. Yo la verdad es que hace muchísimo tiempo que además tengo constancia de que calidad artística y humana no van, ni mucho menos, necesariamente parejas. Piensen en la mula del James Brown atizando a sus mujeres a diestro y siniestro, o al antipático de Van Morrison, que ya podía tener mejor onda después de haber estado tanto por estos lares. También parece que nuestro pintor-emblema, Pablo Ruiz Picasso, no era precisamente un solete. Al mismo tiempo, uno casi desearía, por ejemplo, que un tipo como David Bisbal, del que todo el mundo habla bien como persona, fuese un indeseable para poder soltarle en la cara todos los malos ratos que me ha hecho pasar con su «Bulería» (o la pavorosa «El punpún de mi corazón»).

Pero como fustigar a los triunfitos ya se ha convertido en lugar común, centremos nuestro blanco en otros artistas mucho más considerados para que a ustedes les quede claro que no es oro todo lo que reluce. Me abstendré de dar nombres sólo para que puedan ejercer sus dotes de deducción, ¿está claro?

 

Primeramente, les hablaré del mal rollo de LA FAMOSÍSIMA CANTAUTORA. La teloneé en solitario el año pasado en las fiestas de San Mateo, y tuve que sufrir que mi actuación se adelantara una hora ya que se negaba en redondo a salir más tarde de las 12, amenazando con romper contrato y no sé qué más. Claro, en todos los prospectos yo aparecía anunciado a las 11, con lo que cuando empecé la inmensa plaza estaba vacía, llenándose tan sólo al final. Lo que ocurría era que quería llegar pronto a Madrid para ahorrarse las pelas de los hoteles, ¡así que a ese tal Javier Ojeda que le zurzan! Una de compañerismo.

Casi tan chunga ha sido la experiencia que Danza Invisible hemos tenido el año pasado con EL CONOCIDÍSIMO DUO de «buen-rollito» andaluz, o, aliviemos algo, sus músicos y staff. No contentos con sabotearnos las pruebas de sonido sin ton ni son, nos cuentan que durante una de nuestras actuaciones intentaban mangarnos el alcohol del camerino. Y eso que van de «coleguitas». Una de macarreo.

Ambos artistas, para colmo, suelen lucir enormes sonrisas en las fotos promocionales. En fin, como decían Golpes Bajos, «no mires a los ojos de la gente/ me dan miedo, siempre mienten».

Artículo publicado en ADN Málaga el 12-04-07