¡No veas como me gusta Ella Fitzgerald! Mi hermano me regaló hace poco el «Sings the Gershwin Song Book» y no he parado de escucharlo. Tengo además 4 viejos vinilos suyos y otro CD, es una artista inexcusable.
Pero permitidme ponerle un (relativo) pero: es demasiado brillante. La tía lo tenía todo, era profesional como la copa de un pino, su técnica era irreprochable, su gusto exquisito, nunca fallaba y al parecer incluso era excelente persona. No sé si por eso la figura de Billie Holiday me transmite mayor magnetismo, representa todo lo contrario. Billie bebía como una cosaca, su vida fue siempre un desastre y sus presentaciones escénicas tremendamente irregulares, pero en sus mejores momentos transmitía algo único, es como si el dolor que la embargaba se transmitiese a su canto. Ella Fitzgerald podría cantar «my man don’t love me / he treats me oh so mean» acojonatemente , sí, pero si lo hacía Billie su voz de borracha encarnaba a la perfección ese personaje de mujer abusada y maltratada por maromo chuloputas sin escrúpulos.
Oye, ¡a ver si os vais a creer que esto va de alegato del músico drogota contra el profesional! Hace afortunadamente muchos años que se me pasó aquello del glamour rockero de la mala vida y los excesos, vamos, me la refanfinfla. Yo creo que sencillamente es una cuestión de paladar, seguramente porque yo también pertenezco al club de los vocalistas imperfectos. ¿Será cuestión de buscar excusas por no haber dado clases de canto, por no haber aprendido a leer música? Tanto da, el corpus de la discografía de estas dos señoras es para quitarse el sombrero y punto. Por no hablar de otras damas en discordia; la divina Sarah Vaughan, la sensual Peggy Lee, la increíble Betty Carter….
Hoy en día también hay una buena racha de vocalistas de jazz femeninas con muchísima clase. Hay gente que opina que Diana Krall es un poco fría, pero a mí me gusta bastante. ¿Alguien puede resistirse al encanto de esas instrumentaciones tan elegantes, esa forma de vocalizar tan pulida? Esperando estoy que algún día pase por Málaga para ir a verla. A quien sí vi hace años fue a Cassandra Wilson, y seguramente por eso es mi diva actual favorita. Esta tía mezcla el jazz con aromas africanos, bluesísticos, rockeros, qué sé yo, y no tiene prejuicios en soltar versiones de los Monkees, Neil Young o cualquier otro autor en principio apartado de su órbita. ¡Si hasta agarra a los U2 y consigue que me olvide de la manía que le tengo a Bono!
Claro que hay más, muchas más. Norah Jones se escora más hacia el soft-rock, pero es igualmente deliciosa. A Esperanza Spalding, la he escuchado poco, pero seguro que si me pongo me flipa. Lo que sí sé es que todas ellas son compañía imprescindible para un verano de viajes, hoteles y furgonetas, brisa fresca para este ajetreadísimo verano.
(Artículo publicado en el Boletín de La Paz el 01-08-2014).