Terminamos este ciclo dedicado a artistas singulares alejados del gran público con un artista local, el gran Javier Ruibal. Desde el primer momento que ideé esta mini-serie sabía que debía acabar con él, tenía claro que el perfil de artista español que buscaba era éste.
Lo primero que escuché de Ruibal fue una cinta de cassette que me regaló mi amigo asturiano Antonio de la Rosa, o puede que su ex-mujer Luzma, y entonces no me hizo mucha gracia porque sonaba demasiado cantautoril para mi paladar, estamos hablando de 1992 o 1993 e imagino que hablo del disco «La piel de Sara» que le grabó el sello Arista, yo estaba entonces en otras vainas musicales y perdí la cinta o la regrabé o a saber qué. Pero cuatro o cinco años más tarde entré como colaborador en M-80 local con un espacio propio y resulta que Jorge (no recuerdo ahora el apellido), entonces coordinador de Dial, me recomendó encarecidamente «Pensión Triana», el 4º LP del gaditano, y ahí sí que conecté. La historia romántica de seducción en un cuchitril del tema titular es de muchos quilates y la podríamos emparentar con lo mejor de los Último de la Fila del comienzo:
Siempre imaginé tu habitación
como aquella que pintó Van Gogh:
una camita y nosotros dentro.
Y un picor de franela y de pasión
corre y corre por mi corazón
cada vez que te recuerdo.
Después me regalaron «Contrabando», discazo donde los haya, luego me hice con «Las damas primero»… lo vi en directo en la Sala Romero Esteo de Málaga y me asombró lo bien que se desenvolvía en acústico, solo acompañado por la española de Tito Alcedo. Y es que mi tocayo tiene un vozarrón de aúpa, lo que unido a esas letras con herencia del 27 y hasta de la poesía amatoria árabe hace que en sus conciertos haya mayoría de féminas, cosa curiosa cuando desde luego no hablamos del clásico galán. A ver, lo que hace Ruibal es una fusión muy personal entre la canción andaluza, el flamenco y la tradición cantautora de un Sabina, aderezado todo con hábiles intromisiones en el jazz y la música latina, algo así como si Jorge Drexler (por cierto, gran admirador suyo) hubiese nacido en el Puerto de Santa María y no hubiese sentido interés por las computadoras. Y añadiendo toques de auténtico sentido del humor: el frustrado himno que realizó para el Cádiz C.F. es de antología en ese sentido.
Javier Ruibal es el músico español al que todos los músicos españoles admiran sin que nunca haya llegado a sonar en las emisoras importantes (ni en las alternativas, afirmo). Yo cuando lo escucho puedo ver el paisaje de las playas de Cádiz, el viento del estrecho, el pescado, la arena, el cannabis, los chavalillos trapicheando, los amores portuarios. Aunque hemos estado cerca de conocernos en varias ocasiones nunca hemos coincidido y estoy esperando el momento de decirle lo mucho que me gusta su obra. Y añado, su manera de desenvolverse pues no en vano es de esos músicos de formato cambiante como Zenet -lo mismo va el solo que en dúo, trío, cuarteto, etc- capaz de adaptarse a los escenarios, cachés y circunstancias más diversas. En ese sentido me siento feliz de sentirme próximo y saber que lo que unos ven como cutrez otros lo tomamos como camaleonismo y cercanía. Los supervivientes del «tsunami» son los que no se les han caído los anillos al volver a cargar el equipo, tómese en sentido real o figurado. A tu salud, maestro.