El fallecimiento de Fermín Zariquiegui y Javier Martínez de Zúñiga dejan al osasunismo y al periodismo deportivo navarro sumidos en la tristeza
Fermín, Javier. Chiquito, Zuñi. Demasiados golpes seguidos. Zariquiegui, un amigo leal y un compañero lleno de vida. Martínez de Zúñiga, un referente del periodismo navarro y un cascarrabias de buen corazón. Dos almas rojillas que nos han dejado sin respuesta, sin entender nada. Respetados, queridos. Nos han abandonado para siempre y nos han sumido en la más profunda de las penas. El osasunismo está estos días más vacío.
El jueves nos encontramos de bruces con la trágica noticia de que Fermín Zariquiegui, responsable de Deportes de la agencia Efe en Pamplona, había fallecido. Escalofrío. No podía ser cierto. Porque Fermín, hasta el último de sus días, fue un espíritu alegre, un hombre con alma de niño, un periodista vivaz, un profesional ejemplar. Pero, sobre todo, un ser humano grandioso que sólo necesitaba a su esposa Cristina, la Cristinica, la Chiquita, y a su pequeño Izan para ser feliz.
Fermín era de esas personas que tienen la capacidad de endulzar hasta el momento más amargo. Era el que no podía entender cada minuto de su vida sin hacer una broma, decir una tontería, y por eso, aquellos miles de horas en Tajonar esperando a que el futbolista de turno compareciera en rueda de prensa eran más llevaderos. Se sentaba siempre en primera fila, junto a Perolo. Perolo, Pedro Lanas, compañero de´Diario de Noticias’, también se fue antes de tiempo. Entre Fermín y Perolo se disputaban la primera pregunta. Era difícil pillar turno cuando cogían carrerilla. «Míster, ¿prevés un partido abierto?», preguntaba siempre Fermín. Era algo que me hacía gracia, ese interés de Zariquiegui por la apertura de los encuentros.
Pero lo mejor de Fermín no eran sus preguntas, certeras y carentes de peloteo, sino los prolegómenos. Melómano empedernido, amante de la música de Danza Invisible, Duncan Dhu y Los Secretos, conoció casi como un amigo más a Mikel Erentxun, en esos conciertos en familia a los que le seguía por toda España. Y qué contar de esa llamada de Javier Ojeda, cantante de Danza, que le dio la sorpresa, urdida por Cris con todo su cariño, cuando le felicitó para su cumpleaños por teléfono. Fermín, tú que no parabas de hacer bromas, te quedaste sin palabra. No te lo creías. Ahora, como esa canción del grupo malagueño, nos has dejado “Sin Aliento”. (…)
(María Vallejo para Diario de Navarra).