Javier Ojeda presentó anoche en la Sala X su último trabajo en solitario, ‘Barrio La Paz Actos 2 y 3’
El artista malagueño lleva en el mundo de la música más de 30 años.
Una imagen de archivo de Javier Ojeda junto al grupo Danza Invisible.
Casi 30 años han pasado desde que media juventud coreara al unísono aquello de «labios de fresa, sabor de amor». Desde entonces, muchos son los senderos por las que el vocalista de Danza Invisible, Javier Ojeda, se ha aventurado. Además de haber participado con la mítica formación de los ochenta y noventa, el cantante malagueño también ha sacado discos en solitario. El último de ellos, Barrio La Paz Acto 2 y 3, se presentó ayer en Sevilla en la Sala X en un directo en el que Ojeda y su banda regalaron a su público una puesta en escena similar a la de sus mejores años.
El trabajo en torno al que giró el concierto de la pasada noche se trata de la continuación del disco anterior (Barrio La Paz Acto 1), un álbum con entidad propia pero que narra toda una historia. Dividido en dos actos, a diferencia del trabajo anterior, éste se puede entender como si de una cinta de cassette (con sus dos caras) se tratara. Ambas partes, aunque relacionadas entre sí, presentan temáticas diferentes. Por un lado, el acto 2 evoca los mejores años de la Costa del Sol, los 60 y 70. Esta parte funciona a modo de homenaje tanto a su padre como a los trabajadores de la zona de aquella época. El padre de Ojeda, como muchos otros durante la segunda mitad del siglo XX empezaron a labrarse su futuro de la mejor forma que pudieron, o que se les ocurrió. Tanto él como sus vecinos levantaron la Costa del Sol que a todo el mundo le viene a la cabeza cuando es nombrada. Ahora, años después, aquel paraíso se encuentra un poco en decadencia por culpa de la crisis y la corrupción. Aunque es cierto que la zona vuelve a vivir repuntes, algo que a Ojeda alegra enormemente. Por él y su apego a la Costa del Sol y, por supuesto, por su progenitor. El acto 3, sin embargo, lo plantea como una denuncia. El paso de los años le han otorgado la capacidad de ver su contexto desde otra perspectiva. Aunque, asegura, «no se ha vuelto reivindicativo a la vejez viruela, sólo han cambiado sus objetivos y ha tomado conciencia sobre la importancia de la tierra en la que vive».
Las canciones que componen el disco conforman, en palabras del propio Javier, una especie de «opereta enloquecida en la que se reflejan todos los estilos musicales que le han influido a lo largo de su carrera». Por haber bebido de la movida madrileña con Danza Invisible, entre sus estilos de cabecera se encuentran el pop y el rock, aunque su posterior formación y el transcurso de los años lo han vuelto alguien más permeable. Ahora se deja influir por el soul, el funky y los ritmos afrocubanos, a la par que de palos populares como los boleros y el tango. Estos sones se aprecian en las canciones de Barrio La Paz Actos 2 y 3, un álbum que se compone de material propio y ajeno.
En cuanto a colaboraciones, este trabajo está repleto de ellas. Desde veteranos más que consagrados en el panorama musical, hasta nuevas revelaciones que aportan un aire fresco a este mundillo. «Me resulta muy llamativo ver cómo tantos artistas reputados han querido sumarse a mi proyecto, estoy muy agradecido por ello», apunta Javier Ojeda, quien reúne por primera vez a un plantel de artistas tan grande. Entre las colaboraciones más destacables están las de Chucho Valdés, ganador de ocho premios Grammy, La Mari de Chambao, la bailaora Sara Baras, quien hace la percusión de uno de los temas con su taconeo, el Kanka, Irene Lombard, el vocalista de La Guardia o sus compañeros de Danza Invisible, entre otros. Un aspecto muy reseñable es la colaboración especial del humorista Chiquito de la Calzada, quien, junto a Juanma Lara o Salva Reina Chuky,hacen un balance sobre la época dorada de la Costa del Sol. Un conjunto de artistas difícil de reunir pero que juntos forman «una constelación de estrellas».
Sin una ruta prefijada para continuar su viaje, por primera vez en toda su carrera, Javier Ojeda sigue desprendiendo la misma vitalidad y contagiando las ganas de hacer música que cuando empezó, como si por él no pasaran los años. Aunque reconoce que «este trabajo supone el cierre de una etapa tras la que parar para poder ver las cosas de forma más relajada y con algo de perspectiva». Atrevido y dispuesto a innovar, deja entrever que tiene ganas de hacer un disco en acústico y que «no le importaría grabar un álbum con canciones de los años 50». Si le preguntan por el balance tras más de 30 años en el mundo de la canción es tajante: «Que me quiten lo bailao y que siga la fiesta». Así, con ese espíritu, los seguidores de Javier Ojeda pueden tener claro que hay malagueño para rato.
(Reportaje de Pilar Larrondo para Diario de Sevilla).