Siempre he tenido claro que, antes que músico, soy fan de la música. Pero fan “fan”, vamos; o sea, de los que coleccionan todos los discos de sus artistas favoritos. Por eso, en rock, siempre he tenido mis héroes musicales en las distintas décadas: los Kinks en los 60, Roxy Music y Bowie en los 70, Talking Heads en los 80. Luego llegó OT y ya fue la rehostia (es broma, ¿eh?) …. Pero en mi corazoncito de fan hay un rincón muy particular para un artista no muy conocido: el Gran Héctor Lavoe.
Descubrí al “cantante de los cantantes” gracias a un artículo titulado igual que éste, en el que sesudos críticos de rock hablaban maravillas de un tipo con gafas al que comparaban con grandes como Ferry o Sinatra. Desde luego, me llamó la atención que gente que normalmente hablaba de la última sensación británica alucinasen con semejante tipo con pinta de Luís Aguilé. Al poco, mi hermano mayor aparecía por casa con el primer disco de salsa que escuché: “La voz”, de nuestro héroe.
Al principio me costó un poco acostumbrarme a este lenguaje distinto, a la falta de guitarras eléctricas, a la larga duración de muchos temas. Pero, ay, cuando empecé a profundizar aquello fue un flechazo que dura hasta hoy. La clave está en que Héctor hablaba, en mi propio idioma, de todas las verdades eternas de los grandes de la música: el amor o desamor, la tragedia o la alegría desbocada, el miedo a la muerte, la superstición, el arrepentimiento. Y encima con un halo fatalista que desgraciadamente acabaría siendo premonitorio: “no quiero que a mí me lloren si yo me muero mañana” .
Con una vida teñida de desgracias, no es de extrañar que haya un proyecto cinematográfico basado en ella; las últimas noticias hablan de Marc Anthony (con un leve parecido físico) como protagonista. No sé por qué, pero no me huele bien, haría falta alguien como más de la calle, ¿no? Y no se crean que tengo nada en contra del marido de Jennifer López (o pensándolo bien, nggrrr., sí), de hecho “Valió la pena” me parece un buen disco, con los altibajos propios del género, es decir, algún gran tema mezclado con otro espantoso.
¿Sorprendidos? A estas alturas no me importa reconocer que me ha gustado alguna canción tan poco “auténtica” como “Suavemente” de Elvis Crespo, aunque la verdad es que últimamente lo latino anda de capa caída. Pero con Héctor no tengan problema, ahí sí que hay cosa buena.
Artículo publicado en ADN Málaga el 26-10-06