La movilización en la capital para reclamar medidas de apoyo a las administraciones públicas confirma su poder de convocatoria pese a la lluvia
La industria cultural en España tiene en el pecado de la fragmentación la penitencia de un escaso poder de presión efectiva sobre las administraciones públicas a la hora de reclamar medidas de apoyo y estímulo, como sucede con otros sectores productivos. Sin embargo, los profesionales en Málaga de la cultura, en general, capitaneados por los trabajadores de las artes escénicas, en particular, se descolgaron este jueves ese sambenito con una movilización sin precedentes que, de partida, da pistas sobre la fuerza que puede dar esa unión.
La cita venía precedida por los rigores de las medidas sanitarias para mantener a raya el coronavirus y se topó en el momento crucial con la confirmación de la amenaza de lluvia. Pese a todo, la movilización cumplió su poder de convocatoria, registrando –según las estimaciones de las Fuerzas de Seguridad del Estado– los 600 participantes marcados como tope para la marcha que aligeró el ritmo para cumplir su recorrido en poco más de una hora, la mitad de lo previsto.
Y así, al filo de las ocho de la tarde y con las gotas cayendo de nuevo del cielo encapotado partía la comitiva desde la plaza de la Marina. La protesta estaba organizada por la nueva plataforma Movilización Unida de Trabajadores del Espectáculo (MUTE) y los promotores no dejaron de afanarse y de dar instrucciones durante todo el recorrido para que los participantes cumplieran con medidas como el uso de la mascarilla y la distancia de seguridad.
La exigencia también afectaba a la distribución de las ‘flycase’, las cajas donde los técnicos de las artes escénicas suelen guardar y transportar los equipos de luces y sonido. Un centenar de contenedores abría la comitiva y Nadine Müller tiraba del que partía en la cuarta posición:«Soy trabajadora ‘freelance’ y esto que estamos haciendo hoy me parece muy importante. Necesitamos mostrar que estamos unidos porque la situación es cada vez más complicada».
Y en torno a esa concienciación, los profesionales de la cultura en Málaga desplegaban su unión en las calles para reclamar a las administraciones públicas medidas concretas que sirvan para enfrentarse con mayores garantías a la amenaza de parálisis que el Covid-19 plantea sobre un sector que ya viene marcado de serie por la incertidumbre laboral.
Málaga se sumaba así a las movilizaciones convocadas en todo el país y reunidas en las redes sociales bajo etiquetas como #AlertaRoja y #HacemosEventos. «Estamos viviendo un paso muy importante, porque es la primera vez que nos unimos. Este es un sector que a menudo se muestra muy individualista y han tenido que ser los técnicos los que tiren de este carro para que nos juntemos todos y eso se lo debemos a ellos», compartía el músico Javier Ojeda en los primeros compases de la movilización mientras cargaba con una de las cajas con ‘tetra briks’ de agua que los organizadores repartían entre los manifestantes.
Teatro Romano teñido de rojo
La comitiva paraba por primera vez frente al Ayuntamiento de la capital para proyectar sobre la fachada de la Casona del Parque las luces rojas que acompañaban a las ‘flycases’ y que los participantes apoyaban con las pantallas de sus teléfonos móviles encendidas en el color de esta Alerta Roja del sector cultural.
La escena se repetía, amplificada, veinte minutos después, pasadas las 20.30 horas, frente al Teatro Romano, donde quedaron las cajas de materiales huérfanas de portadores para ilustrar el desamparo que denuncian los trabajadores de las industrias creativas en esta pandemia.
Y al filo de las nueve y media llegaba la movilización del sector cultural a su destino: la plaza de la Merced. Arreciaba de nuevo la lluvia. Y Ojeda leía el manifiesto para rematarlo con algo de cosecha propia: «Y ahora voy a decir lo más importante de toda esta noche: sigamos unidos los trabajadores de este sector al que tanto amamos». Es más necesario que nunca.
(Antonio Javier López para Diario Sur).