Alguien dijo la palabra en público hará unas tres semanas, y desde entonces puede decirse sin ningún reparo que mi vida cambió. Anonadado por la contundencia de esa combinación insólita de sílabas (“pa-no-plia”, ¿tiene diptongo o no?) su influjo maléfico me ha perseguido desde entonces, hasta el punto que he de utilizar este artículo como forma de exorcismo para encontrar, al fin, la paz interior. Según Wikipedia “panoplia” procede del griego, se aplica a una especie de armadura lujosa y por extensión sirve para denominar cualquier colección deslumbrante de cosas diversas. Ja, pero todos sabemos que a veces los diccionarios, virtuales o no, son incapaces de llegar a la verdadera esencia de las palabras, ¿verdad?.
El caso es que hace unos días monté una especie de reunión de amigos variopinta para, cual aquelarre, intentar hallar un porqué, un sentido a mi nueva situación. Cuando los tuve en frente, emulando el final de “Los amigos de Peter” acabé, no sin cierto rubor, explicándoles la causa de mis cuitas. “¡PANOPLIA!”, les espeté por fin. En esos momentos se originó un revoloteo soez, tras el cual el primero de mis amigos, el actor porno, exclamó: “seguro que se trata de alguna nueva postura sexual perversa, ¡guau!”. Se produjo un silencio. Tras éste, mi vecino el merdellón, escupiendo unas cuantas pipas de la boca, me soltó: “¡huéleme la panoplia!”, no sin provocar cierto alborozo alrededor. Aguantándose las carcajadas, las chicas presentes en la reunión decidieron zanjar el tema con un contundente “ERES UN PANOPLIA” que me dolió como si fuese un latigazo en el corazón.
Había llegado a una conclusión, sí. Posiblemente “p…….” (hasta me da miedo escribirlo) era el término que reunía en uno todas las dificultades del castellano para ser cantado. Y mira que hay palabrejas: prueben a hacer una canción con “zurriagazo”, “pusilánime” u “orzuelo” y luego me cuentan. Pero ninguna comparable. La PANOPLIA me había vencido, humillado, hundido. Fin.
Inicialmente este artículo iba a tratar de la relatividad que a veces existe en la música. Utilizaba como ejemplo que “Insoportable” de El Canto del Loco me parece un buen tema, comparándolo con ciertas birrias de nuevos grupos alternativos españoles alabados por la crítica. Ahora bien, ¿cómo pueden decir que les encanta Nirvana y Hombres G? Es como ser fan de Nick Cave y La Oreja de Van Gogh. ¡Y cada vez hay más gente así! Pero, volviendo al principio, me he visto incapaz. Así que recordé que le aseguré a una compañera de ADN que algún día haría algún artículo sobre la PANOPLIA y… Quejas al director.
(Artículo publicado en ADN Málaga el 24-04-08).