Pizcas del 22º festival de Jazz de Málaga

Forzosamente, porque ni ha concluido ni he podido verlo todo. Lo primero a destacar, que la programación se deja llevar por la saludable brisa de aire fresco común a otros festivales de jazz patrios (el Viajazz, por ejemplo) dando cabida a artistas adyacentes al género y de enorme interés, al menos para el que suscribe. No vi a Uri Caine, del que me han hablado maravillas, ni a Harry Connick Jr., pero sí a Tortoise y Richard Bona. Me perderé el resto por motivos de curro, aunque me hubiese encantado ir, especialmente a lo de Rufus Wainwright. Otra vez será. Y ahora, algunas frases pilladas al aire en los conciertos:

 

-“Esto es un muermo, dos baterías muy buenos y lo demás un mojón. ¡Me voy a tomar algo!”. Se refería a TORTOISE. Interesante grupo que fue adalid de ese movimiento que vinieron en llamar post-rock a mitad de la pasada década. A saber: una suerte de actualización del rock progresivo alemán de los 70 filtrado por la sensibilidad indie de los 90, o algo así. Yo tengo en casa su “Millions now living will never die” y me gusta mucho, aunque la verdad es que lo pongo poco. Pero son toda una experiencia en directo, con una puesta en escena arriesgada y atípica. Cinco tipos con aspecto de pipas (técnicos, en el argot de los músicos) que parecían querer reforzar su no-imagen escudándose en unas estupendas proyecciones y un continuo baile de instrumentos, con especial mención al papel de las baterías y el vibráfono. Música instrumental -¡sin solos!- y muy cinematográfica, con la que cosecharon un éxito insólito dado lo cerebral de su propuesta.

 

-“¡Este es el Camarón del Camerún!”. Era Roberto de Tabletom con su gracia habitual, refiriéndose a RICHARD BONA. No estaba solo ni mucho menos, debe ser el músico favorito de los músicos de Málaga y desde luego no faltaba ni uno: estaban los de Chambao, el resto de los Tabletones, los de la Free Soul Band, el Trío del Saco…Todo el mundo me lo había puesto por las nubes y no me defraudó, especialmente en la primera parte del concierto. Bajista-cantante extraordinario (en ambas cosas) con una rara sensibilidad que hace de la fusión de estilos algo natural y excepcionalmente vivo, entre el jazz, lo latino, lo africano, etc., ¿habéis escuchado su dúo con John Legend? Lamentablemente me cortó algo el rollo que fuese tan borde con algún cuchicheante, el concierto pareció perder algo de magia a partir de entonces. Qué demonios, ¡que suban la música, que estaba muy baja! Algún día escribiré un artículo sobre los “mandadores-a-callar”, especie molesta que suele hacer más ruido que el interpelado. Joder, jazz (y flamenco) nacieron en tugurios, con la gente chillando, ¿por qué esa solemnidad de ahora?

 

(Artículo publicado en ADN Málaga el 9-11-07)