Sobre los músicos que ya no están

La noticia de la muerte de David Bowie prácticamente ha ensombrecido cualquier otra, pero el fallecimiento del Duque Blanco no ha sido el único en las últimas semanas, sin ir más lejos hace apenas unos días nos enterábamos de que Maurice White, el líder de Earth, Wind & Fire, dejaba de estar con nosotros. ¡Con la de noches que he pasado bailando «September», «Boogie wonderlad», «Let’s groove» o cualquiera de esos hits infecciosos que grabaron! Desde luego que ha sido también un deceso bastante sonado. Unos meses antes Allen Toussaint también caía de un infarto tras su concierto de Madrid. El pobre de Black, del que todo el mundo solo conocía «Wonderful life». Y muchos más.

Desde luego lo que ocurre es que vamos cogiendo una edad y muchos de los mitos de mi adolescencia frisan ya la setentena, con lo cual la posibilidad de que un día de estos dejen el bello mundo va siendo cada vez mayor. Pero quiero ahora hablar de ciertas casualidades que han ocurrido con artistas a los que en algún momento he decidido versionar. El primer caso así muy llamativo fue el de Luís Alberto Spinetta, un auténtico ídolo de masas en Argentina y del que nadie tiene ni pajolera idea en España, que la diñó apenas tres o cuatro meses después de que yo hubiese publicado mi versión de «Seguir viviendo sin tu amor» en «Reversos». Posteriormente me tiré una larga temporada en pos de conseguir los derechos de adaptación al castellano de «Teardrops» de Womack & Womack («Lagrimas», en el Acto 1 de «Barrio de La Paz»), tanto que le dio tiempo de fallecer al bueno de Cecil Womack. Otro tanto de lo mismo me ha ocurrido ahora con Terry Callier, del que adapto «Ordinary Joe» para mi inminente nuevo disco. Apenas pensé en hacer «The bottle» de Gil Scott-Heron cuando también dejaba este mundo, nuestra versión también aparece en «Barrio La Paz Actos 2 & 3». Qué fuerte, ¿no?

Por supuesto que son casualidades. Pero un algo de estremecimiento me entró al recordar que utlizábamos un tema de Earth, Wind & Fire en las funciones teatrales de «Barrio de La Paz», no menos cuando Bowie fallecía con el disco ya en fábrica, y da la casualidad que parece citado-homenajeado en uno de los versos de «Locos por sentir» -«suena Bowie, let’s dance!»-. Ay qué cosas, ¿no?

Todos estos músicos y muchos más ya no están con nosotros, pero queda su música inmortal para que los recordemos por siempre. Por eso precisamente le doy una importancia capital a la música grabada, los conciertos pasan, pero las grabaciones están ahí por siempre. ¡Que no pare la música!