Eddie Cochran publicó en 1958 «Summertime Blues», una de las mejores canciones del verano de todos los tiempos precisamente porque la letra era el reverso de todas las tonadilllas caniculares. En ella el protagonista sufre toda clase de infortunios durante las vacaciones, de ahí el título de la canción («blues» es aparte del estilo musical una expresión para indicar tristeza, «to feel blue» es estar triste) que me sirve de cabecera para este articulito mío de nuestro Boletín de La Paz.
No tengo motivos en apariencia, pero a lo largo de este mes me he entregado en bastantes ocasiones al mal humor. Llevo arrastrando desde marzo un desagradable conflicto que no procede relatar que me está ocasionando más problemas personales de los que debiera, posiblemente porque me he quedado con la sensación de que soy un panoli y que aparte de tener ciertas aptitudes para la música poca cosa más aporto a este mundo. Venía yo esta mañana contemplando el estrecho de Gibraltar desde el ferry que nos llevaba a Algeciras desde Ceuta y no pensaba en la maravilla natural y la dulzura de los delfines brincando alrededor del barco, no, sino al monumento a la burramia humana que representa el tener a tres culturas enfrentadas, española, inglesa y marroquí, en un espacio de territorio tan exiguo. Y eso después de haber hecho tres actuaciones seguidas que han estado entre lo mejor que he hecho este año y tener un verano abarrotado de conciertos, ¿qué me pasa?
Cuando me pongo tonto me acuerdo de cosas bonitas. Me digo a mí mismo: «Coño, Javier, has hecho algunas canciones muy buenas junto a otras un poco más prescindibles. Tienes algunas versiones magníficas, te suelen salir bien, has publicado un libro que hacía falta para documentar el pop malagueño, has hecho homenajes necesarios, últimamente estás conociendo gente muy interesante...» Pero aún así no me quito de encima la sensación de que a lo mejor no soy tan bueno y de que a mi edad comienza a acechar la progresiva merma de facultades físicas (y mentales: este finde he batido un record al perder mis dos móviles, uno en Marbella y otro en Chiclana, aunque el dios de la telefonía ha premiado mi locuacidad haciendo que aparezcan y pueda seguir haciendo uso de sus efectivos servicios), conservo la voz en buen estado pero ya no llego a los agudos imposibles de antes. Algo es algo, he ganado mucho por graves y parece que este año estoy cantando mejor, lo del tabaco sí tenía que ver.
Los que nos dedicamos a la música digamos «de verdad», es decir, hemos escuchado música de calidad y aspiramos a producirla, siempre vamos a estar lejos de palmearnos la espalda como sí que hacen nuestros amigos políticos -yo al menos este mes apenas he visto la televisión, con lo cual me he quitado de soltar exabruptos al aparato cada vez que aparezca Mas, Hernando o cualquiera de estos propagadores de odio que parecen tan pagados de sí mismos- y estamos sometido a un proceso de insatisfacción constante. Menos mal que dentro de lo que cabe Málaga es uno de los mejores sitios donde soportar este calor infernal capaz de enloquecer a cualquiera. Veía yo al bueno de Miguelo Batún a la salida del puerto cogiendo su coche, siempre con esa sonrisa y positividad, dispuesto a hacer su triplete de este sábado y pensaba que menos mal que hay gente como él en este mundo para seguir confiando en la raza humana.
¡Ánimo!, me digo. Este año termino un nuevo disco, el 21º de mi carrera, y eso siempre motiva. Lo que sí aspiro es a poder tener un mínimo de actuaciones donde poder mostrar el nuevo material, es una verdadera frustración intentar promocionar un disco y que luego solo te contraten para que toques canciones de hace veinte o treinta años, a ver como me lo hago. Y el rodaje de las bandas lo dan las actuaciones en directo, mira como está sonando Danza ahora o los espectáculos de «Rock & Roll Star», por ejemplo. ¿Quizá soy demasiado inconformista? Mmm, definitivamente, soy hombre de grupo y necesito compartir las alegrías y las penas. Veo a Chris más animado este año, qué bien. Melancolía.
-«LA MÚSICA ES LA DROGA»: Enganchado al disco «Tragic songs of life» de los Louvin Brothers. Los Louvin, Ira y Charlie, se dieron a conocer a finales de los años 40 y explotaron definitivamente a la década siguiente con su country de voces armonizadas a la manera que posteriormente explotarían los también extraordinarios Everly Brothers. La diferencia estriba en que las canciones de los Louvin aparecen siempre marcadas por el pecado y la tragedia, seguramente por la personalidad atormentada de Ira, hombre irascible y mujeriego donde los hubiera. Aquí un tesoro para compartir con ustedes, o nos perdamos la buena música del presente, del futuro ni del pasado.
(Publicado en El Boletín de La Paz el 1-8-15).