Un poco maricón

En este mundo de medias certezas en el que todo es relativo, al menos tengo la seguridad de algunas cosas respecto a mí mismo, por ejemplo: a) me encanta la música b) también la combinación gambas-cerveza c) no soy maricón. Precisando sobre el punto c, he de explicar que utilizo el término “maricón” tal y como lo empleaba Truman Capote, al que la palabra “homosexual” sonaba como demasiado clínica y al que repugnaba el término “gay” (“es como si tuviese una enfermedad o algo” decía, “¡lo que yo soy es un maricón!” ); es decir, sin ánimo despectivo alguno. Pues sí, ya desde muy joven tuve que resignarme a la perspectiva de que mis objetivos iban a ser drásticamente reducidos a la mitad, de que mi vida sexual estaría limitada a la monotonía de tías y sólo tías. Y el caso es que, especialmente de jovencito, mi aspecto podía dar lugar a engaño; a saber, barbilampiño, esmirriado, vestido con ropa llamativa. A lo mejor por eso en algunas de mis primeras actuaciones algún pardillo, seguramente aturdido por una indigesta combinación de Bacardi y polistrón, llegó a gritarme “¡maricón!” desde el público. Pero bueno, a mí en esa época me fascinaba gente como David Bowie, los Cure, Lou Reed,  tipos no muy machotes que daba la casualidad que se lo montaban con unas tías despampanantes. Pues vaya con los “ambiguos”, ¿no?

Bien, a lo que iba, hace poco mi amigo J. me comentaba que todos los heteros somos homosexuales que no hemos salido del armario, teoría muy extendida entre ellos, por cierto. Yo le hice ver que se equivocaba con el argumento, para mí incontestable, de que cuando veía una película porno y aparecían dos maromos montándoselo la cosa, inevitablemente, decrecía. Tampoco una obra con sus obreros sudorosos, el colmo de la líbido para mi amigo B., consigue despertar mi atención. Pero ¿y si alguna vez nos da por catalogarnos bajo su punto de mira? Ya que, en el fondo, todo es cosa de unas cuantas hormonas más o menos, y de que las palabras sólo son palabras –como dice una canción mía-, los tíos podríamos dividirnos en a) maricón completo b) medio maricón, o bisexual, los que más triunfan c) un poco maricón, o “heteros no demasiado machotes” y d) nada maricón. Yo soy claramente de la c, porque por ejemplo, detesto el automovilismo y los toros, me encanta bailar y tantas otras cosas sospechosas. ¿Y si nos referimos a los políticos, ahora tan en boga? Está claro que ZP y Rajoy serían claramente “un poco maricones” mientras que González y Aznar (en el caso de este último su comentario sobre el vino y la conducción es definitivo), “nada maricones”. En el fondo, nada más difuso que la terminología. Y la sexualidad, claro.

(Artículo publicado en ADN Málaga el 6-3-08).