Foto: Imágenes de Danza Invisible en distintas etapas.
El grupo de Torremolinos vivió la Movida madrileña en sus propias carnes y llegó a conseguir cuatro disco de oro. José Antonio Hergueta ha dirigido un documental sobre su historia de amistad, directos y mucha carretera.
Danza Invisible fue la banda malagueña más notable dentro de la movida madrileña, en plena edad dorada del pop nacional. Su canción Sabor de amor quedó clavada para siempre en la memoria sentimental del país. Cuatro décadas después, el grupo de Torremolinos sigue en forma y con ganas de comerse el escenario. El conjunto celebrará su 40 aniversario por todo lo alto con una gran gira por toda España y una programación especial, prevista del 1 al 3 de julio en Málaga.
«Hemos seguido adelante todos estos años por muchos motivos. Uno de ellos es el sitio de procedencia. No hemos tenido nunca unas aspiraciones salvajes de ser los más famosos del mundo, y nos hemos conformado con una vida más sencilla. Al mismo tiempo, también mantenemos un sentimiento de unión fuerte«, celebra Javier Ojeda, cantante de Danza Invisible, durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
El conjunto arrancaba su andadura como una banda de provincias en los agitados años 80 y acabó consiguiendo cuatro discos de oro, además de publicar canciones importantísimas en la historia de la música española «sin renunciar a nuestras raíces, ni a vivir en nuestra zona de origen», asegura el compositor sobre la banda formada también por Antonio Luis Gil, Manolo Rubio y Chris Navas.
Modernidad en la Costa del Sol
El hecho de ser oriundos de Torremolinos determinó en gran medida el sonido primigenio de Danza Invisible. Ojeda lo describe como «un municipio mucho más internacional que Málaga en los 80 donde ahora nada tiene sentido, loco de narices y con unos contrastes muy raros: es muy conservador y moderno a la vez». El pueblo era la primera parada para muchos turistas ingleses, dejando una impronta musical en los grupos. Las bandas británicas de los 80 fueron sus principales influencias.
Javier entró en la banda con apenas 17 años a petición de su fundador, Ricardo Texidó. «No era ni mayor de edad. Imagínate la oportunidad para un chaval joven. Estamos en los albores de la movida y hay algo en el aire que te dice: «Los tiempos están cambiando y hay un movimiento nuevo en la música a nivel mundial que me está volviendo loco». Resulta que la banda emblema de Málaga y representante del nuevo movimiento llega y te dice que pruebes a cantar con ellos«, relata entusiasmado.
Explosión de felicidad
Él era un tímido adolescente apasionado de la música con discos de Bowie, The Cure, Echo and the Bunnymen, Simple Minds y Joy Division en su escritorio. «¿Puede ser uno más feliz? Danza era el equivalente local a la música que me volvía loco. Los había acompañado a los conciertos en plan punk y eran mis amigos. No me comía una rosca en ese momento y de pronto estaba encima de un escenario. «Qué loco en escena», me decían», cuenta sobre aquella «explosión de vida y de felicidad» que supuso entrar a formar parte del proyecto.
Con los años, Ojeda ha desarrollado un «extraño» sentimiento de protección hacia sus compañeros. «Siempre voy a estarles agradecido toda la vida a mis colegas y a mi excompañero Ricardo, el que insistió para meterme en la banda. Mi felicidad ha sido sido gracias a estos hijos de puta», responde elocuente cuando se le pregunta por esa última incorporación al grupo.
El alma de Willy DeVille
Uno de sus mayores éxitos fue sin duda Sabor de amor, una de las caras B de A tu alcance. El tema, a punto de no publicarse, marcaría un antes y un después en la banda. Todo empezó con Ojeda imitando a Willy DeVille en el descanso de un ensayo. «Casi todas las canciones de la primera época las componíamos entre todos. El principal compositor de acordes era Antonio Gil. Ricardo, que también toca la guitarra, propuso cantar algo en un intermedio», rememora.
Esa mañana, el vocalista había escuchado un disco del cantante de rock americano. «Me dio por imitar ese tipo de canción sesentona que de vez en cuando hace. Interpreté una melodía en inglés inventado. Al ser un tema muy distinto del resto del material, ninguno le dábamos importancia. A la compañía le daba igual. Decidimos por tres votos contra dos meterla en el disco», dice en alusión al nacimiento de uno de los himnos de su sexto trabajo, cuyo single fue Reina del caribe.
Adiós de Texidó
En 1993 sufren un revés: el fundador del grupo abandona el barco. El cantante lo recuerda con «mucha pena». «Fue una cosa muy dura. Ya no remábamos en la misma dirección. La grabación de Clima raro fue una pesadilla. Ya nos llevábamos bien y la relación personal era horrible», se sincera. Tampoco lo asumieron como un «drama», ya que a nivel musical los últimos discos lo habían compuesto entre Gil y Ojeda.
Un documental
José Antonio Hergueta y Regina Álvarez han dirigido un documental, titulado A este lado de la carretera, donde repasa las cuatro décadas de trayectoria del conjunto malagueño. Para Ojeda, la película es «un fantástico testimonio de la primera etapa del grupo» y lo mejor «el conseguido retrato personal de los componentes de la banda».
A pesar de las buenas nuevas, Danza Invisible también ha pasado por numerosas dificultades. El cantante los enumera uno a uno durante la entrevista sin morderse la lengua: «Ha habido tremendos hostiones musicales; discos que iban a ser exitazos y que luego fueron un completo fracaso; el momento en el que te tienes que ir de la compañía discografía porque se reconvierte en una empresa de management; el día que no se renueva tu público como quisieras».
También admite que hace «muchísimo tiempo» que no publican nada juntos. «Los métodos de trabajo con la edad van cambiando. A veces necesitas tener otros estímulos para seguir sacando discos. Funcionamos como banda de directo. ¡Cuidado! Esto no tiene porque ser negativo porque ¡vaya banda de directos!» No es poca cosa», subraya mientras compara Danza Invisible con «el típico negocio artesano o aquella antigua pastelería de siempre en Torremolinos».
Esa estrecha amistad entre los cuatro integrantes le ha permitido a Javier llevar una carrera en solitario sin ningún problema. «Puede haber celos y resquemores. Siempre hemos tenido claro una cosa: estoy en este negocio para divertirme. Siempre me acordaré toda la vida de lo que un día me dijo mi padre: «Tienes que trabajar en algo que te guste porque si consigues tener eso vas a ser siempre una persona feliz». Escogí una profesión que me apasiona», declara emocionado.
Para Ojeda, seguir siendo un músico es «un placer» y tocar con Danza Invisible todavía le divierte porque «están como una cabra, son muy divertidos y siempre permanece el compromiso con el espectador, algo que la banda nunca ha perdido», asegura. A comienzas de julio precisamente arrancará la gira del 40 aniversario. El próximo 6 o 7 de abril darán una rueda de prensa para hablar en detalle de los conciertos.
Por ahora, el gestor cultural sólo puede adelantar que hay previsto «un gran aniversario de cara a verano: el 1, 2 y 3 de julio habrá muchas actividades por nuestro 40 cumpleaños en Málaga, no sólo conciertos con invitados».
Al final de la conversación, el artista no puede dejar de mostrar su orgullo por las cuatro décadas de carrera. «Todos hemos sabido sortear muy bien los egos, hay un compañerismo brutal y pervive ese sentimiento de unión«, resume cuando se le pregunta por la receta secreta de su larga carrera. Una que tuvo como primera banda sonora a los Talking Heads de David Byrne, Simple Minds, Joy Division, los primeros The Cure, Bowie, Lou Reed y los Doors, y que continúa viva en plena era de las plataformas y el reguetón.
(Isa Vargas para El Español de Málaga).