El pianista cubano colabora en el próximo disco del malagueño, que ofrecerá un retrato sonoro de «la ascensión y decadencia de Terrormolinos«
El cantante Javier Ojeda ya prepara la continuación de «Barrio de la Paz. Acto 1”
Las vidas artísticas de Javier Ojeda y Chucho Valdés se cruzaron en la mítica carretera que une Chicago y Los Ángeles: la archiconocida Route 66. En el concierto póstumo en homenaje a Bebo Valdés, celebrado en Benalmádena el pasado mes de octubre, ambos artistas acordaron atreverse con el tema de Bobby Troup que inmortalizó Nat King Cole y que después fue adoptado por Chuck Berry y los Rolling Stones, entre otros muchos. Y mientras Ojeda entonaba el popular estribillo –«Get your kicks on Route sixty-six»–, Chucho deshojaba al piano las notas de una de las composiciones admiradas por su padre.
Ahora sus caminos vuelven a encontrarse en la grabación del próximo disco del cantante malagueño, la continuación de Barrio de La Paz. Acto 1, que previsiblemente verá la luz a finales de este año, «en enero del próximo, como muy tarde», confiesa Ojeda.
Mañana, jueves, se materializará esta colaboración en la propia casa que Chucho tiene en Benalmádena. El trago (The bottle), de Gil Scott-Heron, y Camino verde, de Carmelo Larrea, son las versiones –«inversiones», como prefiere llamarlas Ojeda– en las que el pianista cubano, «el mejor del mundo en su género», acompañará al líder de Danza Invisible. «Estoy muy feliz de poder contar con Chucho. Además, he tenido la suerte de encontrar a un músico arriesgado. Aunque muchos no lo sepan, el rhythm and blues es una de sus debilidades, algo que demuestra en El trago», relata el malagueño.
El nuevo álbum llevará por título Barrio de la Paz. Actos 2 y 3. La idea es «reflejar la ascensión y decadencia de lo que era antes Torremolinos, ahora Terrormolinos. Una alegoría de la crisis en la que se contemple el antes y el ahora de cualquier lugar de la Costa del Sol», declara el músico. «Es triste ver cómo un municipio que era sinónimo de diversión y hedonismo se convirtió de pronto en un sitio rancio y casposo. Este nuevo disco tendrá carga social, aunque muy friki». El álbum tendrá dos partes diferenciadas, «una en tecnicolor» y la otra «en blanco y negro». Ambas serán el reflejo de lo que fue y es Torremolinos (“o cualquier sitio idílico jodido por la especulación, incultura y políticos de cortas miras”).
El resto del repertorio que formará el nuevo disco de Javier Ojeda está listo para entrar en el estudio a grabar. Y, por supuesto, la puerta está abierta a otras colaboraciones, como la del guitarrista Raimundo Amador, «aunque aún tenemos que cuadrarlo», confiesa el incombustible cantante.
Proyectos de futuro
«Tenemos ganas de renovar el repertorio de Danza Invisible»
Javier Ojeda y Danza Invisible son una pareja indivisible que lleva en esto de la música más de tres décadas. Y aunque hubo épocas peores –y mejores–, el líder de la formación de Torremolinos confies que actualmente «viven un gran momento». Hay muy buena armonía y sintonía entre los componentes y eso les ha llevado a contemplar la idea de componer nuevas canciones. «Estar tanto tiempo con las mismas personas te lleva a necesitar de estímulos para continuar. Y la verdad es que tenemos ganas de renovar el repertorio de Danza Invisible. La disposición está ahí», relata. Sobre cómo sonarán estas nuevas canciones, nada se sabe, aunque Ojeda no deja de darle vuelta a un regreso a un género que le cautiva: el rock primigenio de los años cincuenta. «Después del nuevo Barrio de la Paz me gustaría emplearme con el rock». Con o sin Danza Invisible, otra de las ideas que ocupa estos días la mente del cantante es la celebración, el próximo año, de sus 1.500 conciertos. «Puede que incluso sean más de 1.450 los conciertos que llevo después de tantos años, sin contar intervenciones de uno o dos temas», asegura. Y que sean otros 1.500 más.
(Reportaje de Jesús Zotano para La Opinión de Málaga, foto de José Cortés).