Foto 1: El escritor Arturo Pérez-Reverte, en la jaima central de la Feria, charla con una de sus lectores tras firmarle el libro. / J. M. P.
Como todos los años llega la Feria del Libro, y llega al Jardín del Buen Retiro, que no sólo es el marco imcomparable sino el espíritu de esta atractiva mezcla de paseos, curiosidad y cultura; encuentro con los libros y con los autores, en suma. Que se hable del posible traslado de esta feria es una estupidez, porque los jardines del Retiro no sufren tanto con esta civilizada presencia de lectores como con la invasión de los fines de semana, donde el parque se convierte en campo de deportes, lugar de picnic o pradera para tomar sol. Como todos los años, las firmas son las que dan sal y pimienta, sabor, a la Feria, y Arturo Pérez-Reverte es, sigue siendo, uno de los más aclamados y uno de los escritores que más expectación levantan. Así lo vimos.
Foto 2: La escritora Carmen García Iglesias charla con uno de sus lectores. / J. M. P.
Bajo un sol de plomo, una larga fila se apostaba delante de su jaima, donde Pérez-Reverte, con su Otra historia de España al fondo, atendía amablemente a sus lectores, charlaba, les estrechaba la mano y se sacaba una foto con ellos. El escritor levantaba tanta expectación como una estrella televisiva. Delante se arremolinaban los curiosos, y pudimos cazar al vuelo la charla de un joven matrimonio: ‘Cada año está más joven’. ‘Sí, como dice lo que le da la gana. Ése no se calla’. ‘Pues ya sabes…’. Ya lo hemos oído. Quizás no sea mala receta la libertad de pensamiento, que es lo contrario de lo ‘políticamente correcto’, como fórmula para rejuvenecer. Las conferencias son otra cosa. Mientras paseábamos viendo el ajetreo de las firmas oímos anunciar una charla sobre ‘La décima dominicana y su relación con la espinela española’ o algo así, porque en esta edición -no lo olvidemos- el invitado es la República Dominicana, quizás una de los países de América menos conocido literariamente. Y siguiendo con las firmas, ya sabemos que son los youtubers, los cantantes (gran éxito de Ana Guerra) y los rostros televisivos (animadas Nieves Herrero y Carme Chaparro) los que despiertan el interés masivo del público mientras que grandes nombres literarios se convierten, desde su caseta, en meros espectadores. Los que tienen un público constante son los autores de libros infantiles, y aquí no hay nombres que arrasen, porque el fenómeno fans se produce en la adolescencia, como comprobamos con Blue Jeans, y suele ocurrir también con Laura Gallego.
Inés Garland, Paloma González Rubio y la ilustradora Maite Mutuberria, en el Museo de Abc, en la presentación de los premios Edelvives. / J. M. P.
Poco antes de la Feria se fallaron los premios Ala Delta y Alandar, de literatura infantil y juvenil, que correspondieron a Inés Garland, por Lilo, y a Paloma González Rubio, por Joao. También, el del álbum ilustrado, que recayó en el mexicano David Alvárez. La entrega de estos galardones fue una excusa, o el punto de partida, para una gran fiesta en el Palacio de Vistalegre, dónde más de mil invitados (la mayoría, profesores) disfrutaron de un espectáculo de tres horas y muchos de ellos -no, este cronista- llegaron hasta el bien surtido cóctel. Una fiesta que es como el encuentro anual del grupo Edelvives con sus lectores y sus protagonistas. Se habló de la editorial, y lo hizo su director general Javier Cendoya, y se habló y mucho, de innovación y de nuevas tecnologías aplicadas a la educación. Todo ello amenizado por los presentadores Carlos Latre y Alex O’Dogherty, que pusieron el humor en una larga noche en la que también hubo baile, acrobacias, concurso de improvisación de raperos y la musica en vivo de Javier Andreu, de La Frontera, y Javier Ojeda, de Danza Invisible, que nos llevaron a los años ochenta. No en vano, la gran fiesta se llamaba ¡Vaya movida!. Finalmente, y entre tanto espectáculo, los galardonados recibieron, al fin, su premio de las manos de Rosa Luengo, la directora editorial.
Y de las copas y los libros, al cóctel en estado puro. La revista El Duende celebró su fiesta anual en el Cock y el Museo Chicote, lugares míticos que en un tiempo fueron del barmán Pedro Chicote, dos locales con un mismo espíritu (el cóctel y la intelectualidad), que se unen en un sótano que tiene mucho que contar. Allí bajamos antes de esa fiesta. Por la mañana se presentó un monográfico titulado ‘El libro de la coctelería creativa’, y se hizo acompañado de tres cócteles creados para la ocasión. Después ya vino la visita. El sótano del Cock forma parte de la historia viva de Madrid, de su cultura, del arte y del cine. Lo enseñó su actual propietario José Astiárragay contó con la presencia de la actriz María Araújo, que se transformó en Ava Gadner para contarnos el romance entre la actriz y el torero Luis Miguel Dominguín, ya que parte de esa historia se vivió entre las paredes de ese sótano, hoy lleno de cuadros y recuerdos de sus ilustres visitantes. Por ahí pasaron George Clooney, Harrison Ford, Naomi Wats, Jodie Foster, pero también Frank Sinatra, Samuel Bronston, el pintor Francis Bacon antes de morir o tantos otros que forman la historia secreta y altamente mezclada de un Madrid que fue y sigue siendo. Porque el Cock, como escribió Jorge Berlanga, ‘es el último refugio espirituoso del alma’.
(Blog de José María Plaza para El Mundo. Estas crónicas a pie buscan reflejar lo que se mueve alrededor de la cultura, que es algo ancho y nada ajeno. Miradas, oídos, algún rumor, y preguntas sobre los personajes, grandes o pequeños, que rodean la literatura, el teatro, el cine, el arte…. La vida, como una fiesta y una celebración. La cultura, como lugar de encuentros.)