Javier Ojeda: «Días de Vino y Cosas» (****)

Javier Ojeda siempre ha invertido mucho de su tiempo y legendaria energía en realizar versiones, de hecho estas componen buena parte de su catálogo en solitario, y las trata con tanto cuidado como el que dedica a su material propio. Siempre ha encontrado maneras de reinventar radicalmente las canciones que canta, así que es fácil esperar que esta mini colección de temas añejos vuelva a incidir en esta característica. Sin embargo, “Días de vino y cosas”, es su primera colección de algo tan inesperado como el rock & roll americano, conteniendo los clásicos giros de blues e instrumentación de canciones asociadas a los años 50. Esto no significa que sea un disco rocker ni se acerque a la estética de los tupés y la brillantina, es algo mucho más sutil que eso. Incluso cuando las armonías clásicas salen a la superficie, lo hacen en un contexto distinto, apoyadas por unos contundentes músicos que le secundan con aroma de grabación live.

O sea, ha hecho que la instrumentación sea lo más fiel posible a su época, pero en lugar de reproducir rígidamente los sonidos de los años 50, ha combinado a Elvis Presley, la balada doo-wop y las drinking songs en un pastiche sabio y efectivo. Ojeda está en su mejor momento cuando explora sus propios registros en un ambiente o concepto definido; con “Días de vino y cosas” se adapta a estos estándares y al rythm & blues añejo como el actor que adopta un nuevo personaje.

Dado que Ojeda siempre ha tenido un lado salvaje, especialmente en directo, esta apropiación está llena de energía. Y curiosamente, sin hacer ningún intento de alterar su peculiar estilo vocal, no suena nunca incongruente, ni siquiera en algo tan alejado en principio de su onda como “Bautízame en champán” (de Screamin’ Jay Hawkins), que prácticamente convierte en una nueva canción manteniendo su espíritu de serie B.

Al principio, el disco puede parecer un capricho de Ojeda, pero al final , es totalmente un eslabón lógico de su trabajo. Lo cierto es que, prejuicios aparte, es muy fácil caer pasmado ante su frescura sin límites.

 

(Jesus Balmes en la Popesfera).