Javier Ojeda le canta a la Costa del Sol que fue paraíso antes que caspa

La Costa del Sol como dos caras de la misma moneda, o como esa trifulca entre Jekyll y Hyde que disparata su bipolar historia reciente, atraviesa el nuevo disco en solitario de Javier Ojeda. El cantante se ha sometido a un ejercicio sincero y, lo mismo que añora la época dorada del turismo, se rebela contra quienes han destruido tantas cosas en «un lugar que lo fue casi todo».

Como ejemplo más contundente del incomprensible ocaso al que le responden sus nuevas canciones, le vale el Torremolinos al que llegó de adolescente y echó sus dientes en la música como vocalista de Danza Invisible: «Era el sitio más alegre de España, el más moderno, el lugar en el que se podía ligar, y por la pésima gestión de unos cuantos ha terminado convertido en algo casposo«.

En este álbum titulado ‘Barrio la Paz, actos 2 &3’, Ojeda completa su periplo vital, evoca su traslado desde un barrio de Málaga capital a este oasis costasoleño, y se regodea en símbolos de aquella época, como las primeras postales o el landismo.

Precisamente, el anhelo de las suecas en una playa torremolinense se apodera del videoclip del primer single, ‘Hora de empezar’, que con una estética retro rinde tributo a otros iconos de entonces como el Hotel Pez Espada, los televisores de souvenir o el balón de Nivea.

De hecho, la costa malagueña le sirve a Ojeda para situar en sus letras, a través de distintas miradas al pasado y al presente, problemas universales y tan actuales como la corrupción, la especulación urbanística, la inmigración o los desahucios.

 

 

Javier Ojeda salta en una playa malagueña junto a las jóvenes de su primer videoclip de este disco.

 

Eso sí, el disco se entrega a tales mensajes con elegancia y saltos estilísticos que cuida con los pequeños detalles en los que se traducen las colaboraciones de numerosos amigos del mundo de la música, e incluso del artisteo.

Entre sus pistas, es posible identificar a ‘LaMari’ de Chambao o a compañeros de viaje de Ojeda en aquella España loca de los 80 como los cantantes de La Guardia, La Frontera y 091. El piano de Chucho Valdés suena en sendos temas: ‘El trago’ de Gil Scott-Heron y ‘Camino Verde’, otra versión que adapta el clásico de Carmelo Larrea y los transforma en protesta contra los desastres medioambientales. El taconeo de Sara Baras funciona, a modo de exquisita percusión, en ‘Hoy debo partir’. Y al final de otras canciones se intercalan diálogos y parodias que, aparte de la imitación de Jesús Gil que hace Juanma Lara o el humor comprometido de Salva Reina, tienen su cumbre en la intervención de Chiquito de la Calzada que remata ‘Baila conmigo’. El humorista traza un contraste entre sus 30 años de actuaciones en el glorioso Torremolinos, en ‘La gamba alegre’ junto a la bailaora Mariquilla, con esos tiempos más cercanos de Marbella «en los que entró este que estaba con la Pantoja y se lo comió tó».

No obstante, tras el disco que hace dos años se tituló ‘Barrio de La Paz Acto 1’ , Javier Ojeda ha vuelto a encomendarse para este nuevo trabajo al espíritu del barrio obrero de la capital malagueña en el que transcurrió su infancia.

Aparte de prestarle su título, este microcosmos urbano vuelve a servirle de escenario de algunas de sus canciones y, sobre todo, introduce una metáfora que, en palabras de Javier Ojeda, alimenta el poso reivindicativo que sustenta los 13 temas del álbum: «El barrio de La Paz somos todos, es el barrio de la gente trabajadora y de buena voluntad que se ve perjudicada por las injusticias que provocan unos cuantos y por la corrupción, que viene a ser la situación en la que vive España ahora mismo».

A estas alturas de la película de su vida y de su carrera de fondo en el guadianesco negocio de la música, el cantante de Danza Invisible tiene claro que involucrarse en cada uno de los pasos de los que nace un trabajo discográfico es la única manera de sacarlo adelante, e incluso de obtener el resultado que realmente busca: «He hecho el disco que yo quería hacer y he hablado de las cosas que me interesan«, asegura con la tranquilidad de quien se reconoce en cada uno de los poros de esta grabación, en la que ha participado la friolera de 43 músicos, con los malagueños El Kanka, Laura Insausti de Dry Martina o Irene Lombard entre ellos.

Además, al mirarse en el espejo de esta cuarta aventura en solitario, se ha permitido licencias tan personales como la de involucrar a su hijo en uno de los numerosos ‘cameos’ de los que se nutre el álbum. Y, por encima de todo, ha convertido este ‘Barrio La Paz Actos 2 & 3’ en un homenaje en toda regla a su padre, quien falleció repentinamente el pasado septiembre, cuando ya llevaba unos meses trabajando en sus canciones.

De ahí que, a partir de ese día, muchas de las aristas del proyecto se dejaran llevar por esa visión de la Costa del Sol como «un mundo de oportunidades» que tuvieron, en su día, la gente de interior que dejó sus pueblos para buscarse la vida en ella.

«En el disco se tiene muy presente un dicho de mi padre; él, que se vino desde Linares (Jaén), siempre le decía ‘Alemania está aquí’ a la gente de su tierra, para convencerlos de que no les hacía falta irse a Alemania, que el paraíso lo tenían mucho más cerca», relata Ojeda con su estruendoso tono de voz atravesado por un cóctel en el que conviven la emoción que le produce este recuerdo y el entusiasmo con el que cuenta los días para que su nueva criatura discográfica vea la luz. Para el bisiesto lunes 29 de febrero se espera su irrupción en las plataformas digitales, y a finales de la misma semana, con marzo floreciendo ya en el calendario, está prevista su llegada a las tiendas.

 

(Artículo de Cristóbal G. Montilla para El Mundo).