El vocalista malagueño del mítico grupo de pop “Danza Invisible” acaba de lanzar su sexto trabajo en solitario, “Días de Vino y Cosas”, EP que se sumerge en el rythm & blues americano de los años 50
Su sonido lleva acompañándonos desde que en los 80 le descubriéramos con Danza Invisible. Ahora Javier Ojeda vuelve con un nuevo proyecto en solitario, donde se atreve a versionar hasta un clásico de Paul Anka…
-¿Cómo surge este proyecto musical?
-Es una idea que rondaba por mi cabeza hace ya tres años. Yo tenía un espectáculo con el que hice casi una docena de conciertos que se llamaban “Las Canciones del Vino” donde, entre música y monólogos, realizaba un recorrido sobre la historia del vino. Y ahí me di cuenta de que en esa recopilación había unas cuantas de los años 50 que me resultaban gratificantes cuando las hacía en directo. Por eso, decidí prepararlas para que vieran la luz en un disco que, finalmente, por las circunstancias del mercado actual -y por la nostalgia y el recuerdo de los trabajos de los grandes clásicos del rock-, ha desembocado en un EP de cuatro temas.
-¿Han cambiado mucho las cosas en la industria?
-Me confieso clásico, aunque básicamente porque es lo que he vivido y, el hecho de tener un disco en la mano o un libro, me provoca mayor satisfacción personal. De todos modos, no me cierro a los nuevos formatos. Con “Danza Invisible” vivimos la transición del vinilo al compact disc y tampoco nos supuso ningún trauma. Lo que peor llevo de los nuevos formatos digitales es que no reflejan los créditos de todos los que forman parte de cada creación y tampoco me gustan las imposiciones de muchas plataformas a la hora de decidir lo que tienes que escuchar.
-¿Has sido también clásico a la hora de producir esta aventura?
-Tampoco hubiera sido un drama haberlo hecho, pero quería preservar el sabor y la autenticidad de cada una de las melodías que componen “Días de Vino y Cosas”, así que he optado por huir de los excesos tecnológicos para que mantuvieran su esencia original. Aunque he interpretado mucho en vivo el rythm & blues, me considero un “invitado” en este género y, al tiempo, me ha otorgado frescura a la hora de grabar.
-¿Qué significa este cambio de rumbo en tu carrera?
-Para mí esto ha sido un capricho delicioso que me he podido permitir y que, por suerte, he podido compartir con mucha gente.
-Te confiesas un apasionado de la música… pero ¿el reggaetón también te gusta?
-En general, no, pero sí he escuchado algún tema con ritmo de reggaetón contra el que no tengo nada (risas)
-¿Cómo prosigue la vida de tu grupo, Danza Invisible?
-Nos llevamos bien. Somos una gran banda de directo. Nos consideramos todos unos veteranos que no estamos para tonterías (risas). Son treinta y seis años actuando juntos y cada cierto tiempo, renovamos repertorio para nuestros conciertos, pero cuesta más ponerse de acuerdo para sacar algo nuevo del grupo.
-Alguna de vuestros títulos, como “Sabor de Amor”, han pasado a ser casi “universales” para el público español… ¿qué os supone haber pasado esa barrera?
-Jamás hubiera pensado la repercusión y el éxito que tuvo y, cada vez que la interpretamos, nos provoca mucha satisfacción que niños, jóvenes y mayores se la sepan desde la primera estrofa hasta la última.
-¿De qué te arrepientes en tu trayectoria profesional?
-No hay tanto de lo que arrepentirse, pero, sobre todo, de algunas decisiones erróneas sobre proyectos donde le dimos más importancia a la opinión de la compañía que a nuestro propio criterio, por ejemplo. También he pensado muchas veces que debía haber arrancado en solitario mucho antes.
-¿Qué tuvo de especial la década de los 80 a nivel musical?
-Fueron los primeros adolescentes que tenían a Franco como un recuerdo de la infancia, la primera generación que crecía en libertad, y existía mucha inquietud por ofrecer nuevas experiencias que se plasmaron tanto en el arte como en la música. Fue como una explosión en todos los sentidos, que, además, dejó mucha resaca.
-¿Había mayor libertad para crear o desarrollar que actualmente?
-No lo creo. Hay un nivel fantástico. Entonces se vendían muchos discos y muchos artistas fueron dirigidos por las multinacionales y tuvieron que aceptar concesiones. Ahora los artistas son mucho más libres para tomar sus propias decisiones, pero eso no les garantiza el éxito. Hoy día, las compañías son más cortoplacistas y se fijan más en las ventas que en el potencial de un cantante que pueda explotar en un futuro cercano.
-¿Qué opinión te merecen los “talents shows” musicales?
-No tengo nada en contra de este tipo de programas, pero considero que no son más que concursos televisivos. El problema es que el público lo confunde con una fábrica o cantera de artistas, que, por cierto, olvida a las bandas. Solo les interesa el producto que pueda surgir de cada edición. En cierto modo, es una forma atroz de capitalismo.
(Pepo Rocha para Sevilla Magazine).