No sé donde leí hace varios años que la música que se escucha durante la franja que va de la adolescencia hasta la mediana juventud es la que más se pega a las neuronas y llega con más fuerza. Aunque me dé rabia he de reconocer que semejante testimonio puede ser cierto, en mi caso todavía rememoro los flashes iniciales que me dieron discos como «Ziggy Stardust» de David Bowie, el primero de Roxy Music, el segundo de Led Zeppelin, el «Celluloid heroes» de los Kinks, «Moondance» de Van Morrison o los primeros de los Talking Heads como vitales en mi formación musical. En otro tipo de contexto me pasó igual con el recopilatorio «Super Soul» o el «Live at the Yankee Stadium» de Fania All Stars, fueron discos iniciáticos que me calaron con más fuerza que casi todo lo que vino posteriormente.
Bien, lo que vengo a decir es que a medida que vas descubriendo más y más música parece que llegas a ella con los oídos menos vírgenes y eso le resta capacidad de sorpresa. Pero la búsqueda de un disco o artista nuevo que te transporte es el motivo por el cual uno sigue comprando e investigando. Por eso para mí ha sido recientemente tan importante el descubrimiento del Rance Allen Group. Aprovecho para decir que pertenezco a una generación amamantada con prensa musical, y por eso suelo conocer las firmas que me interesan e incluso conocer a los críticos con los que coincido en gustos. Este es el caso de Luís Lapuente «Dr. Soul» (lo conoceréis por su colaboración en «Los Sonideros», uno de los mejores programas de Radio 3), la primera persona a la que oí nombrar a este ignoto grupo de gospel-soul. Cuando me llegó a casa -sí, los suelo encargar a Amazon- el CD «The Soulful truth of The Rance Allen Group» creí estallar de alegría, ¡Dios, hacía años que una apertura de disco no me seducía tanto! Se trata del tema «Ain’t no need of crying» que desde ya pasa a la lista de «mis 10 canciones favoritas de artistas desconocidísimos», en concreto hay un momento de falsetto alrededor del 3:08 que provocaría la envidia del mismo Prince, uno de esos momentos enervantes que deseas poner una y otra vez cual sonata de Vinteuil a Proust. ¡Bingo, las viejas sensaciones están ahí!
El Grupo de Rance Allen tuvo su momento de esplendor a mediados de los 70, cuando grababan para el sello Stax y David Porter, co-autor con Isaac Hayes de las gemas de Sam & Dave, les ayudaba en composición y producción. Provenientes del gospel, por aquel entonces enturbiaron felizmente su música con esencias paganas que los hacían sonar, mmm, tope de carnales. Posteriormente regresaron al gospel más ortodoxo y su estrella fue declinando, aunque hoy día siguen grabando y tocando en directo. Desde luego no tan super-class como Al Green, con menos talento compositor que otros grandes como Smokey Robinson o Marvin Gaye, en absoluto tan comprometidos e innovadores como Curtis Mayfield, pero…. con el sonido y combinación exacta que me hace vibrar.
Seguro que por alguna iglesia de Toledo, Ohio hay algún grupito de feligreses que tiene la fortuna de acompañar sus plegarias con la voz de Rance Allen y sus compinches. Lo que me hace pensar en cuanta música y músicos hay por ahí capaces de protagonizar un «Searching for Sugar Man», ¿no? Hasta pronto, pacifistas.
(Publicado el 1-09-14 en el Boletín de La Paz).